miércoles, 28 de octubre de 2020

Machismo clerical y discriminación de la mujer en la iglesia (2ª parte)


 “Es verdaderamente justo y necesario responder a la nueva presencia de las mujeres en la sociedad y reconocer formalmente su participación en la Iglesia, superando la tradicional marginación debida a los también tradicionales prejuicios sociales.

En cuanto a la urgencia para que la Iglesia católica admita la ordenación de mujeres, yo creo que no da espera. Es urgente. Pero no como alternativa para solucionar la escasez de clero, lo cual no es ni puede ser argumento teológico para proponer la admisión de las mujeres al sacramento del orden. Sino como superación de la inequidad que implica su exclusión.


El Vaticano II presentó la conversión eclesial como apertura a una reforma de estructuras, pero la curia romana no está interesada en hacer cambios.


Si me refiero a la conversión en la Iglesia es porque la apertura a la ordenación de mujeres supone un cambio no solo de estructuras sino de mentalidad, que es un cambio mucho más difícil porque implica cambios de paradigmas y cambios de actitudes, en especial por parte de la jerarquía que tiene que renunciar a interpretar su ministerio como ejercicio de un poder recibido por el sacramento del orden y decidirse a vivirlo como un servicio según el ejemplo y la propuesta de Jesús en el evangelio de Mateo: “el que quiera ser grande, que se haga servidor”. En todo caso, en las estructuras actuales de una Iglesia clerical, que es al mismo tiempo jerárquica. kiriarcal y sacerdotal, las mujeres seguirán siendo discriminadas y solo podrán ser debidamente reconocidas y ocupar el lugar que les corresponde en una Iglesia de comunión, incluyente y ministerial.


Las mujeres no podemos y no debemos continuar silenciadas, invisibilizadas y marginadas en la Iglesia católica. Pero matizando un poco las palabras, que suenan un poco fuertes: revuelta, revolución, exigir. Creo, más bien, que podemos y debemos contribuir a los cambios urgentes que son necesarios en nuestra Iglesia.


El machismo clerical está globalizado, forma parte de la llamada “formación sacerdotal” que recibe el clero católico, en la que pesan el imaginario patriarcal y el imaginario sacerdotal. El imaginario patriarcal en el que las mujeres eran consideradas, además de peligrosas, inferiores y que explica que fueran excluidas de la ordenación; el imaginario sacerdotal asociado a la potestas sacra que el sacramento del orden les confiere y por el cual entran a pertenecer a un grado superior en la estructura eclesiástica al cual no pueden pertenecer quienes no han recibido este sacramento. Y, en últimas, imaginario patriarcal e imaginario sacerdotal confluyen, se funden, en el imaginario del poder sagrado.”


Isabel Corpas Posada

martes, 27 de octubre de 2020

Machismo clerical y discriminación de la mujer en la iglesia (1ª parte)...


 “La exclusión de las mujeres del sacramento del orden no responde a argumentos teológicos sino a circunstancias culturales e históricas que han cambiado y a las cuales es de esperar que, como Ecclesia semper reformanda, se adapte nuestra Iglesia católica.

Pero no va a ser fácil dar el paso, dado que quienes tienen la última palabra al respecto, los hombres de Iglesia, han sido formados en un imaginario al mismo tiempo patriarcal y clerical, y creo que puede costarles trabajo admitir que los argumentos que se han dado no son teológicos, sino argumentos de autoridad, como son los vetos del magisterio pontificio fundamentados en la teología medieval. 


Lo interesante de estos vetos es que se refieren concretamente a la ordenación sacerdotal de mujeres y al sacerdocio femenino, justificándolos en que Cristo solamente escogió varones como sus apóstoles, en que la tradición de la Iglesia ha imitado a Cristo y en que el magisterio ha establecido que la exclusión de las mujeres al sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia, caracterizando a los apóstoles como sacerdotes.


Pero resulta que Jesús no fue sacerdote, ni ordenó sacerdotes, ni los apóstoles eran sacerdotes. Por el contrario, el Nuevo Testamento representa una ruptura con la mediación sacerdotal del Antiguo Testamento al afirmar que el único mediador es Cristo Jesús a quien la carta a los Hebreos da el título de sacerdote único. 


Por esta razón, en las primeras comunidades de creyentes, que se reunían en las casas para partir el pan, no había sacerdotes y sus dirigentes ejercieron diversidad de servicios que no tenían carácter sacral, servicios que en las cartas pastorales se concretaron en los ministerios de obispos, presbíteros, diáconos varones y mujeres, además del orden de las viudas, similar al de los presbíteros, pero que, al igual que el de los doctores, pronto desaparecería.


El hecho histórico, en todo caso, es que el sacerdocio se coló uno o dos siglos después en las prácticas de la Iglesia y, por lo tanto, no corresponde al proyecto de Jesús.”


Isabel Corpas Posada

sábado, 24 de octubre de 2020

El amor, lo más importante...

 


“La Iglesia quedó marginada, en la sociedad y en la cultura moderna, desde el acontecimiento de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1789-1791). Declaración a la que el papa Pío VI se opuso de manera tajante, el 29 de marzo de 1790, en una asamblea de cardenales, en la que el papa afirmó que los derechos humanos eran un ataque y una herida que se le hacía a la religión y a los derechos de la Santa Sede.

Más aún, cuando el día 10 de diciembre de 1948 se firmó en Roma la declaración universal de los “Derechos Humanos”, Pio XII, pocos días después, pronunció un discurso, dirigido a toda la humanidad, en el que habló de los grandes acontecimientos del año, pero ni mencionó los “Derechos Humanos”.


La primera consecuencia, que ha tenido todo esto, es que ésta es la hora en que el Estado de la Ciudad del Vaticano no ha podido firmar (a estas alturas y después de tantos años) la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y lo primero que se le ocurre a cualquiera es pensar: una institución que no puede firmar los Derechos Humanos, ¿con qué autoridad puede predicar el amor mutuo y universal como el primer y máximo mandamiento que nos dejó el Señor Jesús en su Evangelio?  Esto, ante todo.


Termino con una pregunta que obliga a pensar: Si lo más importante y decisivo es que nos amemos unos a otros, ¿es que lo que deciden en Roma los altos cargos de la Curia, eso va a tener más importancia, más peso y más valor que lo más elemental y básico del amor, que es aceptar y vivir la igualdad de todos en nuestros derechos más comunes, básicos y elementales?.”


José Mª Castillo

miércoles, 21 de octubre de 2020

No dejarse engañar por el fundamentalismo...


“La polarización y una especie de ‘guerra santa’ por parte de los fundamentalismos contra todo lo que implique género y feminismo categorizándolo como ‘demoníaco’ o ‘ideológico’, es una de las principales banderas de lucha de estos grupos carismáticos cristianos.

Su discurso va enmarcado en una supuesta defensa de los valores ‘cristianos’ tradicionales y morales. Aunque en ciertos discursos del fundamentalismo se juegue un lenguaje aparentemente a favor de los derechos, de las mujeres y de la diversidad sexual o de la tierra, finalmente aparece una postura inflexible hacia la práctica de la sexualidad, la erótica y la corporalidad; lo que hace que sean cada vez más peligrosos, pues aparentan estar a favor de los cambios, cuando en realidad no es así.


Otra característica importante a analizar es que los movimientos fundamentalistas están en contra de la emergencia de las hermenéuticas bíblicas que proponen las teologías contextuales y decoloniales, las cuales son contrarrestadas por una lectura bíblica descontextualizada y literal de estos movimientos; lo que viene muy bien a los sistemas patriarcales hegemónicos: el capitalismo neoliberal y el cristianismo fundamentalista.


Los fundamentalismos cada vez son más societarios, son acomodaticios al lenguaje de la posmodernidad, tienden a camuflarse entre las luchas de los grupos vulnerables, van cambiando y adoptando las ideas de los políticos neoliberales, pero siguen siendo patriarcales, misóginos, jerárquicos, homofóbicos, lesbofóbicos y transfóbicos. Parecen aceptar las políticas de igualdad siempre y cuando mujeres y personas sexualmente diversas se asimilen a un estereotipo de ‘creyente’.”


Marilú Rojas Salazar 


domingo, 18 de octubre de 2020

Una espiritualidad que humanice...


 “La espiritualidad puede servir para lo mejor y para lo peor: para despertar o para adormecer, para regenerar o para degenerar, para ensanchar o para encoger, para abrir o para cerrar, para consolar o para angustiar, para hacernos más libres y generosos o más cobardes y codiciosos, para volvernos más reverentes y comprometidos o más indiferentes e inhibidos, para cambiarnos en más buenos y felices o para hacernos buenos sin hacernos felices o bien felices sin hacernos buenos.

En una palabra, también la espiritualidad puede humanizar o deshumanizar.

La espiritualidad nos urge, sí, pero no una espiritualidad que sea un espiritualismo etéreo o un gnosticismo esotérico o un narcisismo piadoso o un misticismo descomprometido.


Nos urge una espiritualidad que nos dé una mirada más honda, un corazón más sensible, una memoria más viva, una actitud más solidaria. Nos urge una espiritualidad que nos haga más reverentes y comprometidos con la realidad, con nosotros mismos, con todas los seres, y muy en particular con los derrotados de la historia y los olvidados del sistema.”


Jeff Foster

jueves, 15 de octubre de 2020

La cómodas burbujas que proporcionan las estructuras de la religión...


 “Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.

Como ha subrayado Jon Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esta pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada.


A veces, los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el reino de Dios del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna.”


José Antonio Pagola

lunes, 12 de octubre de 2020

Por una igualdad real de hombres y mujeres en la iglesia católica...

 


“El evangelio iguala a varones y mujeres, superando la autoridad del género: Jesús no ha creado un grupo patriarcal de presbíteros varones, ni un sistema autoritario, fundado en escribas o padres, sino un movimiento de liberación igualitaria, abierto a los excluidos y expulsados de la sociedad.

La mujer del evangelio es ante todo persona. Jesús no ha creado un grupo elitista de discípulos varones, en línea militar o rabínica, sacerdotal o patriarcalista: todos los elementos de su discipulado pueden aplicarse por igual a varones y mujeres, superando las normas de pureza sacral que distinguían a unos de las otras. Varones y mujeres aparecen como seres libres, sin prioridad de un sexo sobre el otro.


El movimiento de liberación mesiánica de Jesús ha superado las estructuras donde el padre-patriarca varón se elevaba sobre su autoridad de género sobre la familia, pues sólo así puede crearse una familia de hermanos y hermanas en corro, alrededor de Jesús, para escuchar, dialogar y cumplir juntos la voluntad De Dios.


Esta actitud de Jesús con las mujeres ha sido y sigue siendo sorprendente, de manera que resulta lógico (pero funesto) que la iglesia posterior se haya sentido "obligada" a desandar el evangelio, buscando nuevamente diferencias sacrales de varones y mujeres, re-asumiendo y ratificando el patriarcalismo del ambiente. El mensaje de Jesús y la experiencia pascual ha dejado los caminos abiertos, para el despliegue de un movimiento mesiánico igualitario, sin diferencia de sexos ni jerarquías ministeriales. Pero la iglesia en general se ha sentido incapaz de mantenerse a ese nivel y a re-inventado nuevas jerarquía que, de un modo normal, han sido asumidas por varones, de manera que las mujeres han quedado otra vez subordinadas.”


Xabier Pikaza



Reivindicamos, una vez más, la igualdad de hombres y mujeres en la institución eclesiástica. En la iglesia católica la mujer sigue sometida a una vergonzosa subordinación a la autoridad del varón y está vetada al acceso a determinados sacramentos, solo accesibles a varones.

Relegada y utilizada en la comunidades parroquiales, presididas y dirigidas por la autoridad de presbíteros varones, a la realización de servicios y tareas auxiliares. 

Con Thomas Merton, y más 

viernes, 9 de octubre de 2020

Creencias, ritos y normas... no son la fe


 “El equívoco fundamental ligado a la religión y el origen de los peores abusos por parte de las instituciones religiosas es la identificación de la religión con creencias. Es también uno de los motivos fundamentales del malestar actual de muchos creyentes. Hoy estamos asistiendo a un auténtico desmoronamiento (o, cuando menos, a una profunda transformación) de los sistemas tradicionales de creencias religiosas.

Los cristianos hablamos a menudo de “fe”, de “creer”, de “creyente”. Pero ¿qué es la fe? Es preciso afirmarlo con nitidez y decisión: las creencias, los ritos y todas las formas de expresión y de organización no son lo sustancial de la fe religiosa, de ninguna fe religiosa. “Creer” sólo se cree en Dios y “creer en Dios” no equivale a “creer que” Dios ha dicho o ha hecho o hará tal o cual cosa. El contenido de la “revelación” nunca equivale a determinadas “verdades” teológicas, morales o disciplinares. La revelación propiamente dicha no se refiere a determinadas ideas o imágenes acerca de “Dios”, del mundo o del más allá.


Creer no es tener convicciones religiosas. No es tener por ciertas las afirmaciones del Credo. No es asentir a verdades de fe.Lo específico y más constitutivo de la fe religiosa no es del orden de las ideas, de los objetos de saber: es del orden de la confianza vital, de la adhesión cordial. “Creer” no es “creer que” “, sino “creer en Dios”.


Creer es poner la propia fuerza en Dios, encontrar apoyo en él en medio de las contradicciones de la vida, estar seguro con él, apoyarse en él, y vivir de acuerdo con esa confianza.


“Creer” es, en definitiva, amar la realidad a fondo, confiar en el fondo de la realidad e implicarse a fondo en la realización de esa confianza universal y solidaria. En eso consiste la fe. En eso consiste la espiritualidad. Y no excluye, sino que conlleva necesariamente y ayuda a sobrellevar la duda, el interrogante y la fragilidad.”


José Arregi

martes, 6 de octubre de 2020

Iglesia: Bajar de las nubes y encarnarse en la historia...

 


“Ninguna institución puede persistir de espaldas a la historia.La fuerza del Evangelio está en el fermento que va transformado la masa.

Con su rebrote, la Covid19 está ocultando el resto de la realidad. Se diría que en el mundo de hoy no está ocurriendo nada importante más que el Coronavirus. Y hay que reconocer que esta pandemia, que ya cuenta con más de un millón de muertos, es un asunto perfectamente serio a pesar de las obcecaciones negacionistas, a quienes, entre otros detalles importantes, se les escapa el gran dolor de los vivos llorando desconsoladamente a sus muertos.


Sería un grave error, y un imposible, considerar que en el ancho mundo todo se ha paralizado con la pandemia. Hay vida más allá de la Covid19, aunque nos resulte difícil encontrarla absolutamente desvinculada de uno de los mayores azotes que están afectando al mundo de hoy.


En este contexto, nos preguntamos por la Iglesia católica. Afectada como toda institución humana por las crisis que vapulean periódicamente la historia, nos asomamos, aunque sea por unos momentos, para observar si algo y qué cosas se están moviendo, durante esta pandemia, en el interior de esta magna institución.


No se trata de ningún ejercicio baladí y sin importancia. Somos conscientes de que, aunque en las últimas décadas esté perdiendo mucha fuerza, los movimientos o parálisis de la Iglesia católica suelen afectar siempre a la conciencia de muchos millones de personas en todo el mundo. Y esto es perfectamente serio. Personas y redes católicas internacionales hemos cosechado demasiadas heridas intentando rescatarla de sus interminables silencios ante las grandes crisis humanitarias que afectan a la sociedad o hemos criticado abiertamente sus tomas de postura contrarias al movimiento imparable de humanización social y eclesial. Y en esta ocasión tenemos que admitir que la dinámica de la Iglesia institución no se ha parado, pero que el movimiento burocrático que ha emprendido está sumiendo a muchos cristianos y cristianas en la desazón y el desconcierto.


Nos preocupa seriamente la contradicción o discordancia que está aflorando constantemente entre los gestos personales, evangélicos y simbólicos, del papa Francisco y la praxis que sigue realizando a sus anchas la burocracia eclesial. Como si el papa quisiera llevar a la Iglesia por una ruta y la Curia, los equipos que tiene al lado, en casa -singularmente los más importantes como la Comisión para la Doctrina de la Fe- caminaran en sentido contrario. Nos da la impresión de que estructuralmente la articulación de la Iglesia católica mantiene en casi todos sus pilares la vieja y anacrónica dinámica anterior al Vaticano II, siempre insensible, maniática y muy lejos de la cita con la historia.


¡Qué difícil es para una institución milenaria como ésta hacer un movimiento razonable y profético que llegue a sorprender positivamente al mundo! Su anclaje en doctrinas que ya casi nadie sigue y la repetición hasta el hartazgo de las mismas cosas parecen ser signos de su permanencia eterna.


En estos días ha vuelto nuevamente con sus eternas condenas. El religioso sacerdote irlandés Tony Flannery ha sido condenado por su posicionamiento sobre el sacerdocio de la mujer en la Iglesia, el matrimonio de las personas LGTBI y la doctrina de género. Tony Flannery se ha negado, como se le había exigido, a desdecirse de lo que piensa y cree. Y, en consecuencia, ha sido condenado. Por otra parte, la misma Congregación para la Doctrina de la Fe ha rechazado, contra el espíritu del Vaticano II, el intento de la Iglesia alemana de realizar celebraciones eucarísticas ecuménicas juntamente con los protestantes. Y lo que es más sorprendente, la abierta condena, que hace esta Congregación, de la eutanasia, tema realmente delicado, pero sobre el que, debido a la creciente presión social, están ya legislando civilmente diferentes países, entre otros el nuestro.


Llama poderosamente la atención este posicionamiento sin paliativos de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la eutanasia cuando ya en nuestros días contamos con suficiente bagaje científico, reflexión y experiencia como para enfocar bien este delicado asunto. Desde la reflexión ética, Diego Gracia, uno de nuestros mejores especialistas en bioética, resume en La autogestión de la muerte la postura general de la ciencia bioética sobre el tema: “Lo mismo que hay obligación de personalizar la vida, la hay también de personalizar la muerte”. Causó mucha impresión, por otra parte, la postura del teólogo mundialmente conocido, Hans Küng, en su libro La muerte feliz donde, ante la perspectiva personal de “verse reducido a una existencia vegetativa”, defiende su derecho a la eutanasia porque “si todos tenemos una responsabilidad sobre nuestra vida, ¿por qué vamos a renunciar a ella en la etapa final?”. “Dejar morir dignamente no es matar, dirá el también teólogo Juan Masiá, sino ayudar a vivir dignamente al morir y en el morir” (cfr. Éxodo 152).


¿Vuelve la Iglesia católica a condenar la inteligencia y a parapetarse ante el discurrir de la historia como, en el pasado reciente, hicieron Juan Pablo II y Benedicto XVI? Desde Redes Cristianas llamamos a la Iglesia a bajar de sus nubes doctrinales y a encarnarse en la historia real. Ninguna institución puede persistir de espaldas a la historia. La fuerza del Evangelio no está en conservar el depósito de doctrinas añejas, sino en el “fermento que diariamente va transformado la masa.”


Editorial, Redes Cristianas

sábado, 3 de octubre de 2020

El futuro de la humanidad...



 “Creo que no podremos confiar verdaderamente en el futuro de la humanidad mientras no asimilemos la sabiduría más humana y profunda que a lo largo de milenios han desarrollado las diversas tradiciones espirituales, religiosas o laicas, con dogmas o sin dogmas, con “Dios” o sin “Dios”. 

El Homo Sapiens no logrará ser sabio, es decir, no llegará a querer el bien profundo para sí y para los demás, ni, por lo tanto, podrá vivir en paz consigo y con los demás, mientras no aprenda a dejar que brote de él naturalmente lo que es más suyo y verdadero, el ren o la benevolencia en sus relaciones (Confucio), mientras no aprenda a ser como el agua y a vaciarse y a dejarse llevar sin competir (Laozi), mientras no se libere de sus apegos y deseos superficiales, engañosos (Buda), mientras no descubra la única felicidad o bienaventuranza verdadera, la de la paz, la mansedumbre y la compasión con los heridos (Jesús de Nazaret).


Si así fuera, podríamos recuperar la fe en la humanidad, la fe en las energías vitales profundas que laten en el alma o el aliento que nos hace ser. ¿Seremos capaces de creerlo y de quererlo de verdad?.”


José Arregi