“La polarización y una especie de ‘guerra santa’ por parte de los fundamentalismos contra todo lo que implique género y feminismo categorizándolo como ‘demoníaco’ o ‘ideológico’, es una de las principales banderas de lucha de estos grupos carismáticos cristianos.
Su discurso va enmarcado en una supuesta defensa de los valores ‘cristianos’ tradicionales y morales. Aunque en ciertos discursos del fundamentalismo se juegue un lenguaje aparentemente a favor de los derechos, de las mujeres y de la diversidad sexual o de la tierra, finalmente aparece una postura inflexible hacia la práctica de la sexualidad, la erótica y la corporalidad; lo que hace que sean cada vez más peligrosos, pues aparentan estar a favor de los cambios, cuando en realidad no es así.
Otra característica importante a analizar es que los movimientos fundamentalistas están en contra de la emergencia de las hermenéuticas bíblicas que proponen las teologías contextuales y decoloniales, las cuales son contrarrestadas por una lectura bíblica descontextualizada y literal de estos movimientos; lo que viene muy bien a los sistemas patriarcales hegemónicos: el capitalismo neoliberal y el cristianismo fundamentalista.
Los fundamentalismos cada vez son más societarios, son acomodaticios al lenguaje de la posmodernidad, tienden a camuflarse entre las luchas de los grupos vulnerables, van cambiando y adoptando las ideas de los políticos neoliberales, pero siguen siendo patriarcales, misóginos, jerárquicos, homofóbicos, lesbofóbicos y transfóbicos. Parecen aceptar las políticas de igualdad siempre y cuando mujeres y personas sexualmente diversas se asimilen a un estereotipo de ‘creyente’.”
Marilú Rojas Salazar