jueves, 29 de abril de 2021

Derechos humanos e Iglesia Católica...

 

“La cultura de los derechos humanos está ausente de la organización eclesiástica, que se configura con una estructura estamental (clérigos y laicos, Iglesia docente e Iglesia discente, jerarquía y pueblo de Dios), funciona al modo jerárquico piramidal (pastores-rebaño) y rechaza la democratización alegando que es de institución divina y que tiene fines espirituales. Lo que choca, de entrada, con el título de Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano que ostenta el Papa.

Por eso, la transgresión de los derechos humanos en la iglesia católica no es una patología más, sino una práctica estructural, inherente al paradigma eclesiástico que no se corresponde con la intención del fundador ni con los orígenes del cristianismo.


El Papa y los Obispos católicos defienden los derechos humanos en la sociedad y denuncian su transgresión, pero desconocen e incumplen los derechos de los cristianos y las cristianas en el seno de la Iglesia. Defienden la libertad en la sociedad, pero se olvidan de la libertad cristiana, reconocida de múltiples formas en los textos fundantes del cristianismo.


Algunos ejemplos de ello:


  • Las mujeres son excluidas del sacerdocio, del episcopado y del papado, y de igualdad en los puestos de responsabilidad eclesiástica, alegando que Jesús fue varón y que solo puede ser representado por varones. Se convierte así a Jesús de Nazaret en una persona machista, cuando lo que puso en marcha fue un movimiento igualitario de mujeres y de hombres.


  • Se obliga a los sacerdotes a ser célibes y a renunciar al matrimonio, cuando teológica e históricamente no existe una vinculación intrínseca entre sacerdocio y celibato.


  • No se reconocen ni se respetan libertades como las de expresión, investigación, cátedra e imprenta. Hay decenas de teólogas y teólogos condenados por sus escritos y declaraciones públicas, a quienes, además, se les obliga a someter a censura previa todo lo que escriben. Hasta en algunos casos, libros publicados con ‘las debidas licencias’ eclesiásticas son retirados de la venta.”


Juan José Tamayo

lunes, 26 de abril de 2021

Contaminación, muerte y resurrección de la espiritualidad...

 


“Sigo comprobando que desgraciadamente la definición de Espiritualidad del diccionario sigue vigente en el universo simbólico de gran parte de nuestro pueblo para expresar una realidad contrapuesta a lo material, corporal, lo no carnal, al no disfrute de la vida, a lo no temporal; y otro bloque de contenidos hace referencia al mundo de la oración, meditación, celebración, lo "que tiene que ver con "lo religioso", "lo de Dios", lo “eclesiástico”

Así es, para muchas personas aún hoy ser espiritual es dedicarse a las cosas “divinas” como la oración, pero no a la política y a la economía, ni a la cultura, ni la defensa de los derechos humanos, de la tierra, de la justicia, ni a la lucha por la supervivencia, ni a las cosas cotidianas, ni al esfuerzo por transformar este mundo, ni a la búsqueda de felicidad y el descanso necesario. Todo esto son cosas muy humanas, no espirituales.


Esta concepción que procede de una cosmovisión dualista de la realidad que ha contaminado la vida, gran parte del pensamiento filosófico, teológico, espiritual y que aún sigue vigente en muchas personas y maneras de interpretar la realidad ha provocado una especie de muerte de la espiritualidad. 


Porque la espiritualidad así entendida se convierte en una abstracción, en una alienación y eso conlleva una serie de comportamientos que, de hecho, la han degradado porque la han alejado de las realidades de la vida cotidiana, de la identidad humana, de la búsqueda del placer y la felicidad, de la lucha por la justicia y el compromiso con los cambios que este mundo nuestro necesita.


Además, al vincularla a la religión, en nuestro caso español a la religión católica, ha provocado un fuerte rechazo en la misma medida en que parte de la población ha ido abandonando y rechazando creencias religiosas, concepciones de la vida, cultos y exigencias morales que les resultan ya imposibles de asumir.


Por tanto la “muerte” de la espiritualidad se debe en gran parte a que es un término que ha sido contaminado por el dualismo, desgastado y empobrecido al reducirlo a la religión y dentro de ella al culto, celebraciones, oraciones… 


Para poder devolverle la vida que encierra y por tanto “resucitar” esta realidad resulta imprescindible re-codificarla antes de poder hablar de un resurgir de la espiritualidad en nuestro momento histórico.


Es decir, resucitar la espiritualidad  como aliento vital, como manifestación de nuestro talante y actitud ante la realidad, como revelación de nuestro modo de situarnos en la vida, del compromiso por defenderla ante todos los mecanismos de muerte y saber afrontar lo real en toda su riqueza y complejidad. Según esto alguien nos podría decir “dime cómo te sitúas ante la realidad y te diré cuál es tu espiritualidad”.


Para la comunidad cristiana espero y deseo que la espiritualidad así vivida nos haga testigos visibles del Dios Amor invisible. Entonces no sólo veríamos resucitar la espiritualidad sino que nos convertiríamos en personas portadoras de resurrección y capaces de resucitar una sociedad nueva, un mundo nuevo, una tierra nueva habitable y llena de vida.”


Emma Martínez Ocaña

viernes, 23 de abril de 2021

Compañeras y compañeros de camino, no pastores...

 


“Para la gran mayoría de nuestros contemporáneos, la imagen del pastor resulta anacrónica, cuando no provoca, además, sarpullidos. En el primer caso, porque nos hallamos muy lejos de aquella cultura agrícola y ganadera en la que nació; en el segundo, porque nos chirrían las imágenes que se mueven en la clave de autoridad/sometimiento, y que arrastran, con frecuencia, una historia de dominación.

En concreto, la imagen del pastor evoca, por sí misma, la de la oveja y el rebaño. Y el contraste entre ambas hace aflorar en la conciencia de muchos la contraposición entre autoritarismo, por un lado, y sumisión y alienación (borreguismo), por otro.


La autonomía resulta un valor irrenunciable para el ser humano, que ha hecho suya la denuncia de Kant contra los “tutores” y su llamada a la “mayoría de edad”, expresada en el grito “Sapere aude” (atrévete a conocer por ti mismo).


Parece indudable que la imagen del “pastor” (como, en otros casos, la del “gurú” o del “maestro”) sirvió de pretexto para justificar abusos de diverso tipo, todos ellos basados en el poder que aquellas mismas imágenes otorgaban.


La experiencia y el mayor conocimiento de la condición humana nos han hecho ver que también los pastores, gurús y maestros tienen su zona de sombras. Y que el hecho de querer negarlas o disimularlas no logra sino convertirlas en más peligrosas.


Todos somos maestros y discípulos. Todos nos hallamos en un proceso de aprender. Podemos, sin duda, reconocer a personas que nos ayudan y que despiertan lo mejor de nosotros mismos. Pero no será porque se impongan y se empeñen en conducir nuestro camino, sino porque, siendo humildes y transparentes, nos remiten a nuestro propio “maestro interior”.


No necesitamos pastores, sino compañeros de camino, acompañantes lúcidos, compartiendo aquello que a cada cual se nos ha regalado experimentar.”


Enrique Martínez Lozano


martes, 20 de abril de 2021

La religión prioriza la doctrina al Evangelio...

 


“Durante siglos, la gran mayoría de los cristianos no tenía acceso al texto del evangelio (en tiempos de Santa Teresa de Jesús, la Inquisición quemaba ejemplares de la Biblia en hogueras públicas). Su formación religiosa provenía directamente del "catecismo oficial", a través de la familia, de las devociones populares y de las prácticas litúrgicas.

Incluso más recientemente, cuando la Biblia empezó a ser accesible al pueblo, antes de acercarse a ella, los fieles habían recibido ya la "doctrina", tal como la proponía el catecismo.


¿Qué ha significado esto, en concreto? Algo muy simple, pero de profundas consecuencias. Con frecuencia el frescor, la novedad y la fuerza del evangelio quedaron ocultos bajo un cúmulo de conceptos religiosos que se presentaban como la verdad absoluta.


Cuando alguien se acerca al evangelio después de tal adoctrinamiento, es prácticamente imposible leerlo limpiamente, porque la enseñanza recibida hace de filtro que, inadvertida pero eficazmente, condiciona la lectura.


Pongamos sólo un ejemplo, aunque parezca anecdótico. De niño, estudié en el catecismo que "Dios premia a los buenos y castiga a los malos". Me lo creí completamente, porque me lo decía el sacerdote en nombre de Dios... y porque parecía que era lo "justo" (mis padres y mis maestros pensaban lo mismo: premiar al bueno y castigar al malo).


La religión había falsificado el evangelio y había anulado la novedad subversiva de Jesús..., hasta que el evangelio la desenmascaró.


En el Evangelio no encontramos "doctrina". De hecho, Jesús no fue un teólogo (al contrario, los teólogos oficiales fueron sus grandes adversarios), sino un hombre íntegro y coherente que vivió lo que enseñaba. 


El catecismo, por el contrario, ha priorizado los contenidos mentales, convirtiendo la fe en una especie de adhesión mental a unas "verdades" religiosas. Al hacer así, la práctica de Jesús podía quedar en el olvido, sin que ello se echase en falta.


En caricatura –aunque no muy alejada de la realidad-, podría expresarse de este modo: la religión sustituyó al evangelio. Esto no es reciente, sino que empezó ya con el "primer teólogo" cristiano, Pablo de Tarso, quien construyó toda su teología sin hacer ninguna referencia a la historia de Jesús. De ese modo, el cristianismo se convertiría en una "religión universal", pero a costa de un precio muy elevado.


La religión suplanta al evangelio siempre que damos prioridad a nuestros conceptos religiosos (generalmente, nacidos de la proyección que la mente humana hace de la divinidad, según cada cultura y cada etapa histórica) por encima de lo que vemos en Jesús de Nazaret. Con el agravante de que, a continuación, el propio evangelio es leído a la luz de la religión, con lo cual se desactiva, "religiosamente", su novedad.


¿Comprendemos ahora por qué podemos ser personas muy religiosas pero no cristianas, aunque estemos bautizados dentro de la Iglesia?


Por fidelidad a Jesús, me parece necesario reconocer que "religión" y "evangelio" se descolocan mutuamente: la primera oscurece al segundo, y el segundo desnuda a la primera. Esto no significa abolir la religión, pero es una llamada a la lucidez, para que aquélla se "subordine" al evangelio.


Y es que, a quienes han sido formados en un catecismo "estricto", el evangelio tiene que sonarles herético (como le sonaba a la autoridad religiosa judía que, en nombre de la religión, condenó a Jesús)].


Una de las "novedades" de la propuesta de Jesús (que las religiones no podrán aceptar) es que existe un camino para llegar a Dios que no pasa por el templo.

En el cuarto evangelio se afirma esto de un modo explícito.


Jesús trasciende definitivamente la religión. Jesús vive en cada ser humano, no separado de ninguno de ellos. Por eso, en su propuesta podemos encontrarnos todos, seamos religiosos o no. Él pone palabras a lo que dice el corazón humano.”


Enrique Martínez Lozano

 

domingo, 18 de abril de 2021

Extrañeza ante expediciones oficiales del título de santidad...


 “En la primavera de 1979, el arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, viajó al Vaticano. Pidió, rogó, mendigó una audiencia con el Papa Juan Pablo II, pero en vano.

Por fin, poniéndose en la fila de los fieles que esperaban la bendición, Romero sorprendió a Su Santidad para robarle pocos minutos.


Intentó entregarle un voluminoso informe, fotos, testimonios, pero el Papa no lo aceptó. "No tengo tiempo para leer tanta cosa" le respondió.


Romero balbuceó que miles de salvadoreños habían sido torturados y asesinados por el poder militar. Que ayer no más, el ejército había acribillado a 25 ante las puertas de la catedral.


El Santo Padre lo paró en seco: "No exagere, señor arzobispo!" Y luego exigió, mandó, ordenó: “Ustedes deben entenderse con el gobierno! Un buen cristiano no crea problemas a la autoridad! La Iglesia quiere paz y armonía".


Diez meses después el arzobispo Romero cayó fulminado en una parroquia de El Salvador. Las balas lo alzaron en plena misa, cuando estaba alzando la hostia.”


Eduardo Galeano



Ésta es una, de entre otras muchas actitudes de Juan Pablo II, que no son precisamente ejemplares y menos aún, cristianas...

jueves, 15 de abril de 2021

Una estructura eclesial que se hunde...


 “Me apena ver cómo la iglesia se va hundiendo en el pantano, mientras va en busca de soluciones simples que solo provocan su aceleración.  La iglesia tiene que tomar conciencia de que no es un fin en sí misma, que su función mediadora es la de estimular la búsqueda de Dios, y está función parece que hace agua en estos momentos.

La iglesia de hoy es una institución política, económica, administrativa, social y también religiosa. Maneja capitales, administra un patrimonio, realiza funciones sociales, y trata de ser una mediadora entre las personas y la Divinidad.


En el caso del cristianismo, Jesús no proclama ni funda una religión o iglesia. Lo que hace es proclamar un mensaje de amor y salvación que abarca, desde su percepción de filiación divina y la de todos los seres humanos, el descubrimiento del rostro amoroso de Dios, una propuesta de conducta basada en la ética y el amor al prójimo, hasta la garantía de salvación.


La iglesia, fundada por San Pablo, al aliarse con el poder, convierte el mensaje de Jesús en una religión, estructurándola y codificándola de acuerdo con la mentalidad de su tiempo, que pertenece a un paradigma greco-romano que no es el nuestro.


En la sociedad actual, la iglesia no es más que la forma de una expresión religiosa, pero esta expresión no tiene la calidad y fuerza que contiene el mensaje que pretende transmitir. Y no tiene esa calidad y fuerza porque hay una crisis de pedagogía, pobreza de léxico, agotamiento de recursos verbales, vaciedad en las frases convencionales y una necesidad de cambiar el lenguaje.


A esto hay que añadir su falta de liderazgo moral, no solo por su retraso en aceptar los avances del mundo, ya sean científicos o sociales, como la democracia, derechos humanos, feminismo..., sino también por la conducta escandalosa de muchos de sus representantes oficiales, alejados del mensaje que pretenden comunicar.


Hay que repensar la iglesia para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar, dentro de una cultura en profunda mutación.”


Juan Alemany

martes, 13 de abril de 2021

Hasta que la igualdad se haga costumbre...



“La renovación de la Iglesia es necesaria y urgente para dar respuesta a las necesidades del mundo actual.  Recordamos que en el siglo XIX la Iglesia perdió al movimiento obrero. En el siglo XX a intelectuales y jóvenes. Y es posible que en este siglo XXI pierda a las mujeres, sobre todo a las más jóvenes que  se han alejado de ella por una situación de desigualdad que  no toleran.


Creemos que nuestra reivindicación en favor de la igualdad es un signo de los tiempos. Y que está basada en una experiencia y compromiso de muchas mujeres en la Iglesia de Jesús. También nos basamos en el estudio, investigación y docencia teológicas que han llevado a cabo muchas mujeres en el campo de la Teología Feminista.


Y todo ello lo realizamos desde nuestra conciencia y convicción de ser seguidoras de Jesús. Somos muchas mujeres las que vivimos en la sociedad civil con responsabilidades diversas. Y sin embargo, en la Iglesia somos invisibilizadas. Creemos que esta discriminación está, incluso, en contra de los Derechos Humanos y de la búsqueda de la igualdad y justicia dentro de la propia Iglesia.


Nos gustaría que la Iglesia escuchara este clamor de Dios que habla por boca de tantas mujeres.


Desde la reflexión personal y comunitaria de nuestros grupos hemos elaborado una serie de propuestas que presentaremos en el futuro sínodo de 2022, acompañando a las pocas mujeres que forman parte del mismo, de las cuales sólo una tendrá derecho a voto, y que sólo hace poco tiempo ha sido reconocida dicha posibilidad.


Nos consideremos Iglesia, somos Iglesia, y estaremos aquí gritando “hasta que la igualdad se haga costumbre”. Si nosotras callamos hablarán las piedras.”


Pilar Criado


sábado, 10 de abril de 2021

Es momento del cambio espiritual...



 “El paradigma espiritual que ha regido en Occidente durante estos últimos siglos está acabado, esos son los hechos.

Con su persistente visión dogmática, tan excluyente como intolerante, la Iglesia católica corre en mi opinión el riesgo de quedarse convertida en una triste caricatura no solo de lo que fue, sino de lo que podría ser. No soy, desde luego, el único que cree que la Iglesia no está respondiendo como debería a esta nueva situación global. Los cristianos seguimos sin estar en esta época a la altura de las circunstancias. El peso del pasado y la fuerza del miedo son tan poderosos que la fe corre el serio riesgo de convertirse (si es que no se ha convertido ya) en una cosmovisión trasnochada y en una práctica residual, abrazada solo por individuos y grupos más o menos extravagantes y marginales. Así será sin ningún género de dudas si no se toman pronto y decididamente algunas medidas.


Sé positivamente que son muchos los que buscan una recuperación de lo religioso desde claves que, por mucho que les pese, no responden a nuestro lenguaje y sensibilidad. 


La cuestión es que la espiritualidad ha sido en Occidente, hasta hoy, patrimonio prácticamente exclusivo del cristianismo. Pues bien, esa exclusividad se ha terminado, esto es lo que hay que entender. Se ha terminado en Europa (y probablemente en el mundo entero) la hegemonía de los cristianos; y este final es una buena noticia. Esta es mi declaración: los cristianos no somos los mejores, ni mucho menos los únicos. Pero podemos caminar con otros. Podemos colaborar significativamente en la configuración de un mundo mejor, más espiritual, más acorde con lo que en la jerga cristiana se llama voluntad de Dios.


No pretendo hacer aquí un detallado análisis socioteológico de la situación actual, sino tan solo hacer notar que el único cristianismo con futuro es aquel que no sea dogmático, ni intolerante, ni excluyente, ni hegemónico.


Como cristiano (y estoy seguro de que hay legión que lo piensa como yo) no presumo de tener la verdad, sino de buscarla junto a todo el que quiera hacer esta aventura a mi lado y en la máxima humildad. Como cristiano quiero colaborar, con tanta modestia como valentía, a reformular la fe, a recrearla desde el nuevo paradigma de la consciencia. Se trata de un desafío enorme. Es previsible que nos acechen dificultades de toda índole. Hoy no hacen falta nuevos movimientos eclesiales (ya hay muchos), sino personas y grupos, redes, que quieran formar parte de la nueva corriente espiritual que se está fraguando en la humanidad.


Esta actitud de humilde colaboración con otros buscadores no cristianos, con otras religiones, con otros planteamientos, no la asumimos para no perder cuotas de poder (una batalla perdida y antievangélica), sino por fidelidad al legado universal de Cristo, por escucha amorosa a nuestros semejantes y por imperativo de nuestra conciencia. La asumimos porque de hecho nos sentimos unidos a todos con independencia de su confesión o de su agnosticismo. De modo que no se trata de una moda pasajera o de una aspiración indefinida, sino de un sentir profundo, de una necesidad estructural, de una propuesta fundamentada y articulada, aunque todavía incipiente.


La hora del cambio espiritual ha sonado, y la Iglesia católica no debe ser una fuerza de oposición, sino más bien de colaboración en la construcción de un mundo mejor.”


Pablo d’Ors 

miércoles, 7 de abril de 2021

La vida tiene futuro en plenitud...


 “Lo que sustenta al cristianismo, en sus distintas expresiones históricas en diferentes iglesias, no es la referencia a un gran profeta o sabio, no es la cruz impuesta injustamente a alguien que pasó por el mundo haciendo solamente el bien, ni es la sangre derramada. Es la resurrección.

Para los portadores de la fe cristina, la resurrección es la realización en la persona de Jesús de lo que él anunciaba: el Reino de Dios. Este significa una revolución absoluta de todas las relaciones, inclusive cósmicas, inaugurando lo nuevo en el mundo. Esa revolución implica la superación de la muerte y el triunfo definitivo de la vida, no de cualquier tipo de vida, sino de una vida totalmente plenificada.


El cristianismo vive y sobrevive por la fe en la resurrección de Cristo y no por la creencia en la inmortalidad del alma, tema que no es cristiano sino platónico. Cristo, nuestro hermano, es el primero entre los hermanos y hermanas. Nosotros participamos de su resurrección, pues lo que ocurre en su humanidad, afecta a la humanidad que está también en nosotros. Entonces podemos decir: no vivimos para morir, morimos para resucitar.


Por otro lado, la resurrección representa una insurrección contra la justicia de los hombres, judíos y romanos, por la cual Jesús fue condenado al suplicio de la cruz. Esa justicia establecida y legal fue rechazada. Con la resurrección de Jesús triunfó la justicia del oprimido e injusticiado, venció el derecho del pobre.


La resurrección garantiza que el verdugo no triunfa sobre la víctima. Significa el rescate de la justicia y del derecho de los débiles, de los subyugados y deshumanizados como lo fue el Hijo de Dios cuando pasó entre nosotros. Ellos heredan la vida nueva.


Finalmente, cabe destacar que la resurrección es un proceso: comenzó con Jesús y se extiende por la humanidad y por la historia. Siempre que triunfa la justicia sobre las políticas de dominación, siempre que el amor supera la indiferencia, siempre que la solidaridad salva vidas en peligro, ahí está ocurriendo la resurrección, es decir, la inauguración de aquello que tiene futuro y será perennizado para siempre.”


Leonardo Boff

domingo, 4 de abril de 2021

Encontrar a Cristo resucitado..



 “Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.


Al que vive no lo encontramos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. 


Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un Jesús muerto. No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.” 


J. Antonio Pagola


sábado, 3 de abril de 2021

Pascua: el amor toma cuerpo, se hace carne...


“En el año 30 de la era común, cuando la primera luna llena de primavera iluminaba la noche de Palestina, Jesús de Nazaret fue apresado, juzgado sumariamente y condenado a la cruz por el procurador romano a instancias y con la connivencia del Sanedrín religioso.


Su delito: haber proclamado de palabra y de obra que “el sábado es para la vida y no la vida para el sábado”, a saber, que la ley más absoluta de cualquier Estado o sociedad y de cualquier Iglesia o religión está supeditada al bien de la vida, no el bien de la vida supeditado a ninguna ley, por divina o imperial que sea. Unos y otros decidieron que el profeta era una amenaza para el orden establecido, y todos juntos lo eliminaron en la víspera de la Pascua, a primera hora de la tarde.


Pero María de Magdala, que amaba a Jesús que también la amaba, purificada su mirada por las lágrimas del duelo, vio claramente que el crucificado vivía para no volver a morir y lo amó más todavía en cuerpo y alma. Y abrió los ojos de Pedro y de otros compañeros y compañeras, y volvieron a ser el movimiento itinerante, creativo, reformador de Jesús que habían sido sin otra doctrina ni autoridad que su memoria libremente releída a la luz de la vida. Sin otra ley que el bien de la vida siempre nueva.


Una generación después, la memoria empezó a derivar en doctrina, la presencia en culto ordenado, la igualdad fraterno-sororal en jerarquía clerical, la vida en código moral. En el siglo IV, el siglo de Constantino, el movimiento de Jesús se convirtió en religión establecida. Hasta hoy...


Y hoy nos hallamos frente a una disyuntiva histórica: o bien recuperamos el aliento de Jesús, la llama pascual de la vida que resucita sin cesar en todo, o bien seguimos encerrados en un sistema religioso obsoleto desde hace 300 años por lo menos, y vamos dejando que el tiempo y las nuevas generaciones olviden (con razón) nuestros credos, cultos y códigos, e incluso tal vez (desgraciadamente) la memoria subversiva de Jesús, su aliento renovador de la vida.


Pero seguiremos celebrando cada año y cada día la Pascua de Jesús. Y seguiremos esperando, es decir, dejándonos alentar por el espíritu del crucificado viviente y anticipando en nuestra vida un poco de su Pascua, haciendo que el amor tome cuerpo, se haga carne.”


José Arregi


 

jueves, 1 de abril de 2021

Amar es Resurrección...


 “Creer en la resurrección no es una evasión ni una alienación sino un compromiso liberador en el aquí y ahora, haciendo posible una nueva humanidad de justicia y equidad, en donde los hombres y mujeres de todos los pueblos de la tierra puedan sentarse a compartir la mesa de la fraternidad.”

Resurrección significa reconstrucción de los sueños rotos, de la utopía universal. Que es posible otro mundo alternativo. Que se superen las relaciones de explotación, discriminación, marginación y abuso de poder. Que nadie en este mundo pase hambre.


Que se descarte a los políticos corruptos y racistas que solo benefician a los poderosos de la nación. Que los pueblos se abran a la fraternidad universal. 


Que todos nos unamos para cuidar este hermoso planeta Tierra, su suelo, sus bosques, sus aguas, su aire y todos los seres vivos. A este sueño Jesús, el Resucitado, le llama Reino de Dios, porque Dios reina donde hay fe, esperanza y amor. Entre muerte y resurrección circula el amor, que es la única vida en plenitud.


La resurrección es, asimismo, liberación de todo tipo de esclavitudes interiores,

rencores, xenofobias, supremacismos, odios, ataduras al pasado, miedos, pensamientos tóxicos, preocupación por cosas que no tienen sentido ...


Es asumir un estilo de vida nuevo, ético, dialogante, crítico y respetuoso con

todos, acogedor y servicial, compasivo y solidario con la gente que sufre, defensor de los derechos humanos, forjador de la paz que nace de la justicia y siempre agente de perdón y reconciliación.


El amor es eterno y la eternidad empieza ya aquí, en la vida presente y desafía el tiempo y el espacio. Muere el cuerpo. Aquí queda inerte. Pero la esencia del espíritu, el amor, pervive más allá de la muerte, porque somos personas, espíritu encarnado y el espíritu es eterno.”


Fernando Bermúdez López