sábado, 28 de noviembre de 2020

Quiero...


 “Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora.

Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con avidez, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.

Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.


No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.

No tolero a maniobreros y ventajeros.

Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.

Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.


Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.

Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.

Que sepa reír de sus errores.

Que no se envanezca con sus triunfos.

Que no se considere electa antes de hora.

Que no huya de sus responsabilidades.

Que defienda la dignidad humana.

Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.


Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.


Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas.

Gente a quien los golpes duros de la vida le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.


Sí… tengo prisa… por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.


Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan.

Estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido.


Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.

Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás.”


Mario de Andrade

miércoles, 25 de noviembre de 2020

El camino a lo que somos...


 “Abrir un camino hacia la verdad es abrirlo hacia nosotros mismos. Lo que experimentamos fuera es sólo una circunstancia para que esa toma de conciencia profunda se produzca en nuestro interior. Y si no se produce en nuestro interior, de nada sirve intentarlo con técnicas o métodos repetidos en el tiempo.

Si no se ha producido el contacto real desde mi conciencia, todos los intentos, austeridades, iniciaciones, sensibilizaciones quedarían como algo añadido. Y por haber añadido tantas cosas con el propósito de llegar a ser algo más, no nos hemos dado cuenta del hecho simple y básico de que ya estamos realizados.


No acumulemos más cosas para tapar Lo que Es. Más bien, hemos de quitarnos lo que ya nos hemos echado encima si queremos descubrir lo que somos en verdad. No añadamos teorías sobre la realización humana, son sus sistemas y métodos característicos. No coloquemos más capas que ocultan la identidad que siempre fuimos.”


Consuelo Martín

domingo, 22 de noviembre de 2020

Urge volver a la esencia del cristianismo...



 “Es urgente recuperar lo esencial de la experiencia cristiana. Pero, mientras no se abran canales de participación para el laicado en los niveles de decisión, no habrá posibilidad de vivir una iglesia sinodal. Las primeras comunidades cristianas nacieron con esa corresponsabilidad y vocación compartida.

En tiempos donde la igualdad fundamental de todos los seres humanos se reclama y exige como principio básico de convivencia, no convoca mucho una institución en la que unos mandan y los demás obedecen, unos deciden y los demás solo pueden opinar -si les dejan, como concesión, los que mandan-, unos parecen tener la plenitud del Espíritu y otros solo colaboran en la medida que se les permite alguna participación.


Además, en las instancias jerárquicas, llámense obispos o presbíteros, no se ve tampoco mucha voluntad de abrir los espacios para una participación efectiva del laicado. Son siglos de una organización donde todos los puestos de responsabilidad tienen como condición que quien los ocupe haga parte de la jerarquía. Cuando se abre algún espacio para el laicado, la mayoría de las veces es por falta de clero para ejercerlo.


Podría creerse que esto es una exageración, pero sigue siendo así. Los procesos de evangelización son dirigidos por el clero a nivel parroquial, diocesano y universal.


Las comunidades religiosas y asociaciones laicales están bastante controladas por la jerarquía de tal modo que para cambiar un reglón de sus estatutos tienen que hacer un proceso de justificación desgastante y hasta temeroso porque pueden decir que no. Además, a los mismos grupos de iglesia les cuesta mucho trabajo actualizar su carisma porque parece que algunos sectores creen que traicionaran la intención del fundador o fundadora, olvidando que ellos casi siempre fueron adelantados a su tiempo y si vivieran en este tendrían mucha más osadía y audacia.


Ojalá que todos en la iglesia revisáramos si a nivel de “mentalidades, estructuras y prácticas” vamos haciendo posible una iglesia sinodal. Es verdad que se necesita la voluntad política de la jerarquía para desmontar toda la estructura que hoy tiene montada, pero también es verdad, que sin un laicado que quiera dar pasos en ese sentido, tampoco será posible. Quien pueda entender que entienda,  y lo ponga en práctica en su manera de ser y vivir la Iglesia.


Mientras no se abran canales de participación para el laicado en los niveles de decisión, no habrá posibilidad de vivir una iglesia sinodal.”


Consuelo Vélez 

jueves, 19 de noviembre de 2020

La vida y la tierra son liturgia y culto verdadero...


“La creación tiene lugar siempre. El principio de la creación es la Presencia eterna aquí y ahora. La creación es esa energía originaria, fuente de toda energía física, que trasciende y habita todo tiempo y espacio, que nos hace ser con todo lo que es. Es la energía originaria que hace que todo esté siendo creado y a la vez creador. Nada se crea sino a través de la “materia” animada de energía.

El Espíritu divino “aletea” o vibra en todo. Lo envuelve y alienta cuanto es. El Espíritu no se opone a materia, sino que la vuelve matriz, energía creadora.

El dinamismo creador del cosmos en su totalidad, de la Tierra en particular para nosotros, y la vida que emerge en formas siempre nuevas, es como una gran liturgia, “oficio divino”.


La creación en marcha, el Ser desplegándose en los seres, la Vida manifestándose en todos los vivientes, es el culto verdadero.


Las religiones y todos sus cultos son constructos humanos. La tierra en el Cosmos, la vida de los vivientes, el ser de todos los seres es la liturgia primordial, el culto y la oración originaria, sin necesidad de templos ni de libros, ni sacerdotes ni dioses. El cosmos inmenso que desconocemos, la Tierra madre que nos engendra, sostiene y alimenta es el gran libro de la “revelación”.


La Tierra ora creándose. Somos Tierra de Dios, creada, creándose, creadora. Somos Adán (adamá, “tierra”). Somos Eva (“viviente”, “vida”, relación, cuidado, atención). Somos humanos si nos sabemos y somos auténtico humus. Somos hermanos si somos humildes como la tierra y el agua. Eso es crear, eso es orar.”


José Arregi

lunes, 16 de noviembre de 2020

Es necesario renovar la teología...

 


“También necesitamos cuidar nuestra teología, pues somos seres hablantes y necesitamos decir la espiritualidad evangélica en un lenguaje que sea razonable para nosotros mismos y para la gente con la que queremos compartir lo que vivimos.

Muchos cristianos se sienten incómodos en el paradigma tradicional: la materia contrapuesta al espíritu, el ser humano como centro y corona de la creación, Dios como Ente Personal Supremo,  milagros y dogmas, pecado y perdón, cielo e infierno… 


Y doblemente incómodos porque carecen todavía de un lenguaje o de un paradigma teológico alternativo, coherente con su visión del mundo.


Vivimos en un mundo muy distinto no solo del mundo antiguo sino también del llamado mundo moderno. No nos vale “la teología de siempre” ni siquiera la teología del Concilio Vaticano II, anclado todavía en lo antiguo y solo tímidamente abierto a lo moderno.


La revolución cultural exige una revolución teológica. Ninguna creencia ni religión –incluido el cristianismo– es esencial para la espiritualidad, como no lo fue para Buda ni para Jesús. Pero necesitamos un lenguaje razonable para decir el Espíritu que recrea el mundo y nos recrea sin cesar.


Necesitamos una teología coherente con nuestra cosmovisión: una imagen de Dios más allá de la imagen teísta, personalista, antropomórfica; una cristología espiritual, cósmica y pluralista más allá de la simple identificación entre la particularidad de Jesús y la universalidad del Cristo o del Espíritu; una Iglesia democrática más allá del modelo patriarcal clerical; una espiritualidad evangélica más allá de todo sistema religioso de creencia, ritos y códigos.


Para muchos cristianos y para todas las Iglesias, el cuidado de sí y de las grandes causas requiere la libertad evangélica para ensayar una nueva teología realmente ecoliberadora. Es un gran reto personal y eclesial de hoy.”


Agenda Latinoamericana mundial

viernes, 13 de noviembre de 2020

Reivindicación de la igualdad para las mujeres en la Iglesia Católica...

 


“Son mayoría en la Iglesia, y ya se han cansado de buenas palabras y unos cuantos gestos vacíos de contenido. Mujeres católicas de todo el mundo, convocadas por la plataforma Voices of Faith, están preparando un Sínodo "para abordar las cuestiones que nos han de ayudar a conseguir el pleno reconocimiento, dignidad e igualdad de las mujeres en la Iglesia".

El evento, que pretende celebrarse en la primavera de 2022 (a la par que el Sínodo sobre 'sinodalidad' convocado por el Papa Francisco), denunciará el patriarcado en la Iglesia católica y la estructura de poder que perpetúa un modelo machista, misógino y alejado de la igual dignidad de todo ser humano que predicó Jesús de Nazaret.


Entre las entidades que se han sumado a los preparativos se encuentra la 'Revuelta de Mujeres en la Iglesia' de Madrid que, como explican en sus redes sociales, "hemos dialogado y consensuado tres propuestas que nos parece que pueden generar un cambio y acercar nuestra Iglesia a la Comunidad de Iguales que propuso Jesús".


¿Cuáles son esas propuestas? Giran en torno a tres temas. El primero, la "vulneración de los derechos humanos de las mujeres en la Iglesia". El clericalismo y patriarcado como fuentes de esa vulneración. Peligrosa reverencia ante el varón “sagrado y consagrado". Para la 'Revuelta', "el uso y abuso de su poder ha llegado a la violencia de género. La antropología actual, de raíz medieval y caduca, mantiene la desigualdad y la sumisión, impide la integración de las mujeres en todos los órganos de la Iglesia e ignora la riqueza del magisterio de las mujeres".


El segundo tema propuesto es el de "integrar la teología feminista en la Iglesia, como camino y referente imprescindible para un cambio profundo". Una integración que "daría lugar a un cambio en la exégesis; una lectura de la historia que rescate a las mujeres silenciadas; cambios en la liturgia, en los sacramentos y en el lenguaje eclesial; nueva comprensión de los ministerios; diálogo de la Iglesia con el feminismo".


Finalmente, se invita a "analizar la realidad eclesial a partir de datos, para denunciar las incoherencias con el mensaje del Evangelio y proponer los cambios necesarios". Se trata, en definitiva, de "reflejar la realidad de la Iglesia diversa y multicultural: millones de personas -y comunidades- sin atención pastoral. Empobrecimiento teológico del presbiterado, especialmente rural. Ministerios ejercidos por las mujeres sin ningún reconocimiento, infravalorados"


También, poner de manifiesto la "desigualdad en el uso de la voz y el voto en la estructura eclesial. Se trata de identificar con esos datos las propuestas cínicas y las incoherencias que se manifiestan tanto en los documentos eclesiales como en la práctica diaria".


"No olvidamos que este Sínodo tiene como objetivo promover la dignidad e igualdad de todas las mujeres en nuestra Iglesia, globalmente diversa y multicultural", sostienen desde la plataforma.”


Jesús Bastante (Religión Digital)

martes, 10 de noviembre de 2020

Pedir que se haga lo que no se cumple dentro de la Iglesia...

 


“El Papa aboga por grandes ideas que no llegan a imponer políticas públicas: justicia, comunidad, compasión y, lo mejor de todo, sororidad y fraternidad. La ironía de su mensaje es que la Iglesia Católica Romana es la institución más homofóbica del mundo de hoy. 

Sin una revisión teológica significativa y sin desmantelar el patriarcado de la iglesia institucional, el Papa está hablando con algunos amigos cercanos mientras el resto del mundo hace fila para comprar el último modelo del iPhone.


¿Cómo le damos sentido a esto en una iglesia que no considera a las mujeres como iguales? ¿Una iglesia que no permitirá la ordenación de mujeres o incluso la capacidad de las mujeres para predicar? ¿Una iglesia que insiste en mandar sobre los derechos del cuerpo de la mujer? ¿Una iglesia que excluye a las personas LGBTQ de la plena aceptación y no permite que las personas divorciadas y vueltas a casar participen en la liturgia?


¿Cómo le dice el Papa al mundo lo que debe hacer cuando encabeza una institución basada en el patriarcado, la jerarquía y las diferencias ontológicas?


¿Cómo busca el Papa establecer un mundo de equidad cuando la doctrina teológica está arraigada en una metafísica de la sustancia, donde la masculinidad es ontológicamente superior a la feminidad y serblanco es salvífico?


Según un artículo reciente de Forbes , el Vaticano no es un modelo de fraternidad; más bien, está atrapado en luchas de poder, incluidas diferencias ideológicas, abuso financiero y una crisis de pedofilia clerical no resuelta que ha redefinido la justicia como una reprimenda o pérdida del trabajo sin enjuiciamiento penal.


El Vaticano está impregnado de secretismo y clericalismo y parece que no hay esfuerzos reales para limpiar las telarañas que asfixian a la institución. 


Sospecho que Francisco le está hablando al mundo porque nadie lo escucha en casa, o tal vez porque tiene miedo de hablar con sus propios hermanos, miedo de desmantelar el culto a un sacerdocio patriarcal y abrir las puertas de la iglesia a una comunidad real, en la que las mujeres gocen de plenos derechos y libertad.


El mundo pide algún tipo de dirección, un Dios creíble, una vitalidad de fe que no frene el crecimiento y el progreso. El mundo cambiará cuando cambien las personas humanas, cuando el ser humano sea empoderado por la chispa del amor interior, cuando la religión no sea asfixiante sino fuente de novedad y creatividad. Necesitamos una nueva religión de la Tierra, escribió Teilhard de Chardin, una religión de evolución, un Dios que se sienta en casa con lo incompleto, el caos y la complejidad. Estoy esperando que el Papa aborde esta preocupación.”


Ilia Delio

sábado, 7 de noviembre de 2020

Lo que no está en el ADN del cristianismo...


 “En la iglesia católica ¿por qué se admite a hombres casados en el diaconado y no en el presbiterado cuando ambos son ministerios ordenados?; ¿por qué se exige a los sacerdotes ser célibes cuando no existe una relación intrínseca entre sacerdocio y celibato?; ¿solo las personas heterosexuales son hombres?; ¿qué son entonces los homosexuales, extraterrestres, demonios?; ¿por qué se excluye a los homosexuales de los seminarios y del ministerio sacerdotal?. ¿Por qué no se admite a las mujeres al ministerio sacerdotal, cuando durante siglos ejercieron funciones presbiterales?


Homofobia, machismo, sexismo, patriarcado, celibato clerical: son prácticas y hábitos que no se encuentran, ciertamente, en el ADN del cristianismo, pero sí están instalados –incrustados, mejor- en la mente de no pocos eclesiásticos. ¿Cómo erradicarlos?  Quizá el camino sea una actitud eminentemente evangélica y muy jesuánica: la metanoia, el cambio de mentalidad y de conciencia, de pensar y de actuar.


La metanoia consiste en cambiar los cráneos endurecidos, las mentes cerradas, las conciencias adormecidas; deconstruir las masculinidades hegemónicas y sagradas, y sustituirlas por otras igualitarias y alternativas; deconstruir las feminidades sometidas al patriarcado y sustituirlas por el feminismo en defensa de la justicia de género; deconstruir las moral de esclavas impuesta por las religiones a las mujeres y sustituirla por la ética de la emancipación;  deconstruir la heteronormatividad y la binariedad sexual y sustituirlas por la pluriversalidad afectivo-sexual.


Dicho cambio no es fácil, pero tampoco imposible. Es posible, ciertamente, pero siempre que pongamos manos a la obra. No vale cruzarse de brazos.”


Juan José Tamayo

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Declaraciones del papa respecto a los homosexuales: mucho ruido y pocas nueces”...


 “He aquí en su integridad las declaraciones del papa al respecto: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”.

Celebro la reivindicación del papa Francisco. Pero se da la circunstancia de que casi todos los países de Europa y otros muchos ya cuentan con una ley civil de matrimonio homosexual, aprobada, eso sí, con la frontal oposición de sus respectivos episcopados católicos. La sociedad civil va siglos por delante de la Iglesia en cuestión de derechos humanos. Y son justamente los países de mayoría social religiosa conservadora (musulmana, cristiano-ortodoxa, católica) los que aún carecen de una ley civil de matrimonio sexual.


En conclusión: está bien que el papa y los obispos prediquen a la sociedad civil, pero debieran predicar sobre todo y ante todo a su propia Iglesia católica, empezando por sí mismos, por la propia institución eclesiástica, profundamente patriarcal, clerical y homófoba desde hace casi 2000 años.


Quede claro al papa: el problema con los homosexuales no lo tiene la sociedad civil, sino la institución religiosa que él preside, todavía incapaz de llamar “matrimonio” y de bendecir como “sacramento” el amor de dos hombres o de dos mujeres. Lo califica como “unión civil”, que en la jerga canónica equivale a decir relación inmoral y adúltera y, por lo tanto, estado permanente de pecado mortal a no ser que renuncien a toda relación sexual. Y todo eso por ser lo que son, por amarse en cuerpo y alma como Dios o la Vida los hizo.


Así pues, mientras este papa u otro y toda la institución católica no cure sus ojos y derogue el Derecho Canónico y el modelo clerical de Iglesia, mientras no deje de considerar a los homosexuales como enfermos y menos aún como pecadores, mientras no reconozca al amor y a la relación sexual homosexual la misma dignidad y santidad que al amor y a la relación heterosexual, y mientras no los bendiga como sacramento de Dios o del Amor, la Iglesia seguirá quedándose rezagada o caminando para atrás en la historia, hasta dejar enteramente de ser luz, sal y levadura de esta sociedad, hasta desaparecer enteramente de la vista de los hombres y de las mujeres guiadas por el Espíritu. Ya está desapareciendo. Pero el Espíritu de la Vida sigue alentando el corazón de los seres.”

 

José Arregi

domingo, 1 de noviembre de 2020

La santidad sin las fronteras creadas por cánones institucionales...


 “Qué tal si celebráramos la fiesta de la santidad y de la bondad de todos los seres. Una fiesta en la que todos pudiéramos celebrar la bondad y la santidad de Dios que nos habitan.

Una fiesta en la que pudiéramos sentirnos en la compañía y comunión universal de la santidad, sin que nada ni nadie nos hiciera sentirnos mal vistos, ni siquiera por nosotros mismos. Una fiesta en la que pudiéramos vernos como Dios nos ve y cada uno sin excepción sintiéramos en lo más profundo: "¡Qué bien que soy! Voy a celebrarlo!".


Yo creo que de eso se trata en la Fiesta de todos los Santos. Pero para eso tenemos que ir mucho más allá de todas las fronteras. En primer lugar, mucho más allá de las fronteras de la santidad canónica.


Todos los santos han sido canonizados de acuerdo a un determinado canon o medida de santidad. Y dudo mucho de que el canon de la santidad canonizada sea santo. Ese canon, esa regla la impuso alguien, y alguien decidió: "Éste es santo, ese otro no".


No tienes más que mirar la lista del santoral: hallarás muchos hombres, y pocas mujeres; muchos sacerdotes u obispos, y pocos "laicos"; muchos religiosos (incluso religiosas), y pocos "seculares". Y encontrarás que todos son católicos: ningún santo protestante o anglicano, ningún santo hereje. Y encontrarás, por supuesto, que todos son cristianos: ningún santo musulmán o budista, y -¡faltaría más!- ningún santo ateo o agnóstico.


Si sigues mirando, encontrarás que fueron canonizados muchos que fueron muertos por defender una fe o una causa o una patria, pero no otros muchos que fueron muertos por defender otra fe u otra causa u otra patria distinta. Salta a la vista que nuestros cánones de santidad no son muy santos, porque nos impiden canonizar a todos los santos.


La Fiesta de todos los santos debería ser la fiesta de la santidad universal, o de la bondad universal. ¿Para qué somos creyentes sino para confiar en el misterio de la bondad universal de Dios, más verdadera y más poderosa que todo? ¿Para qué somos creyentes sino para encarnar y anunciar el consuelo de la bondad de Dios como nuestra primera fuente y nuestra posibilidad última?


La fiesta de todos los santos es la fiesta de todos, más allá de nuestros cánones y medidas. Es la fiesta de la esperanza para todos. Es la fiesta que Jesús proclamó. Un día se sintió inspirado, subió a una montaña y proclamó: "¡Dichosos! ¡Dichosos todos, porque Dios os lleva en su corazón! ¡Dichosos todos, porque todos los infiernos serán destruidos!


Todos venimos de la bondad dichosa de Dios, todos caminamos hacia su bondad. La Bienaventuranza fue la primera palabra de Jesús y será la última palabra de Dios para todas las criaturas. La Bienaventuranza de Jesús nos declara santos, y esperamos que acabará por hacernos buenos, y lo celebramos.”


José Arregi