miércoles, 4 de noviembre de 2020

Declaraciones del papa respecto a los homosexuales: mucho ruido y pocas nueces”...


 “He aquí en su integridad las declaraciones del papa al respecto: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello. Lo que tenemos que hacer es crear una ley de uniones civiles. Así están cubiertos legalmente. Yo apoyé eso”.

Celebro la reivindicación del papa Francisco. Pero se da la circunstancia de que casi todos los países de Europa y otros muchos ya cuentan con una ley civil de matrimonio homosexual, aprobada, eso sí, con la frontal oposición de sus respectivos episcopados católicos. La sociedad civil va siglos por delante de la Iglesia en cuestión de derechos humanos. Y son justamente los países de mayoría social religiosa conservadora (musulmana, cristiano-ortodoxa, católica) los que aún carecen de una ley civil de matrimonio sexual.


En conclusión: está bien que el papa y los obispos prediquen a la sociedad civil, pero debieran predicar sobre todo y ante todo a su propia Iglesia católica, empezando por sí mismos, por la propia institución eclesiástica, profundamente patriarcal, clerical y homófoba desde hace casi 2000 años.


Quede claro al papa: el problema con los homosexuales no lo tiene la sociedad civil, sino la institución religiosa que él preside, todavía incapaz de llamar “matrimonio” y de bendecir como “sacramento” el amor de dos hombres o de dos mujeres. Lo califica como “unión civil”, que en la jerga canónica equivale a decir relación inmoral y adúltera y, por lo tanto, estado permanente de pecado mortal a no ser que renuncien a toda relación sexual. Y todo eso por ser lo que son, por amarse en cuerpo y alma como Dios o la Vida los hizo.


Así pues, mientras este papa u otro y toda la institución católica no cure sus ojos y derogue el Derecho Canónico y el modelo clerical de Iglesia, mientras no deje de considerar a los homosexuales como enfermos y menos aún como pecadores, mientras no reconozca al amor y a la relación sexual homosexual la misma dignidad y santidad que al amor y a la relación heterosexual, y mientras no los bendiga como sacramento de Dios o del Amor, la Iglesia seguirá quedándose rezagada o caminando para atrás en la historia, hasta dejar enteramente de ser luz, sal y levadura de esta sociedad, hasta desaparecer enteramente de la vista de los hombres y de las mujeres guiadas por el Espíritu. Ya está desapareciendo. Pero el Espíritu de la Vida sigue alentando el corazón de los seres.”

 

José Arregi