martes, 26 de noviembre de 2019

Sin pastores y sin ovejas. Iglesia de hermanas y hermanos iguales en la fe...


"Pastores y ovejas. A la jerarquía católica le encanta este lenguaje y lo explota al máximo. 
Jesús no imaginó ninguna iglesia del futuro, ni pudo pensar que en ella fueran a haber pastores que mandan y ovejas que obedecen, y que éstas nunca pudieran elegir a sus pastores. "Todos vosotros sois hermanas y hermanos, y nadie debe estar por encima ni por debajo de nadie", dijo Jesús. Y así fue en las primeras generaciones de la Iglesia, en las que las comunidades elegían a sus responsables. Nada de pastores y ovejas.
Luego cambiaron las cosas. Los pastores empezaron a nombrarse unos a otros, y a convertir en ovejas a todos los demás. Así hasta hoy. Y al anuncio del Evangelio, al anuncio de la esperanza sanadora y subversiva de Jesús, lo llamaron "pastoral", y el Evangelio se convirtió en pastoreo, en cuestión de poder, en gestión de asuntos, siempre desde arriba, todo en nombre del "Buen Pastor" debidamente domesticado.
Así hasta nuestros días. Por mucho que se adorne el lenguaje, la "pastoral vocacional" tiene como objetivo llenar seminarios y noviciados. ¿Para qué? Para la supervivencia del sistema eclesiástico con su clero y sus congregaciones religiosas. 
Para mantener ese pasado, ven preciso que los seminarios y noviciados se llenen de ovejas con aspiraciones de pastor, jóvenes sumisos necesitados de reconocimiento y de poder. Nunca conocerán las penalidades del paro y del desahucio, cosas de gente común. Mirad en qué Dios creen, a qué Iglesia aspiran, en qué mundo viven los jóvenes seminaristas y el clero más joven y sus obispos.
"Olor a oveja" es una de las expresiones más exitosas del papa Francisco. A mí me parece de las más desafortunadas, por bienintencionada que sea. Quiere recalcar que los sacerdotes no han de buscar su propio provecho, sino el de la comunidad a la que sirven, pero olvida que las ovejas siempre han servido a los intereses del pastor y que los pastores siempre han vivido de las ovejas. Quiere subrayar que el clero debe vivir muy pegado a los laicos, pero refuerza y perpetúa la imagen de una Iglesia de clérigos y laicos, pegada a sus pastores, bajo la mitra y el cayado, con olor a pastor.
Nada cambiará en la Iglesia mientras no se invierta el esquema, y no deje de haber ovejas y pastores. Mientras no recuperemos el Espíritu y la libertad de Jesús."

José Arregi




viernes, 22 de noviembre de 2019

Sigue sin llegar la primavera eclesial...


"Llevo casi siete años oyendo que con el papa Francisco ha llegado por fin la primavera de la Iglesia católica, y que esta vez será irreversible. Con perdón, yo no lo veo. Palabras, gestos, acentos de mensaje, estilos primaverales, muchos; cambios de fondo en el modelo de Iglesia, ninguno.
Nada nuevo, pues, bajo el sol vaticano. Todo sigue bajo la autoridad del obispo, nombrado por el papa (eso ni se toca). El obispo venido de Roma
es quien discierne el discernimiento yo guía al Espíritu que guía. El clericalismo masculino queda intacto. Y bien claro se vio a la hora de votar: ni una sola mujer pudo hacerlo en la votación del Documento sinodal. He ahí la mujer en la Iglesia católica.

¿Logrará la Iglesia católica liberar la Buena Noticia de Jesús de su dogmática trasnochada, de sus lenguajes ininteligibles, de sus estructuras clericales, de sus prejuicios eurocéntricos, de sus pretensiones absolutas?
Es verdad que los grandes viajes empiezan con un pequeño paso, pero a este paso desaparecerá la Iglesia antes de haberse transformado. Pero el Espíritu de la Amazonía seguirá alentando la vida, lejos de Roma, soplando donde quiere."


José Arregi



martes, 19 de noviembre de 2019

Para seguir a Cristo, es necesario cambiar...



"La Iglesia que se estancó – y estancada sigue – en el pensamiento, la moral y las ceremonias anteriores a la Modernidad, esa Iglesia se hunde y ahí se queda, atascada en unas ideas, unos deberes y unas ceremonias, que casi nadie entiende y a casi nadie le interesan. ¿Tiene eso algún futuro? El que lo vea así, que siga por ese camino, a ver a dónde llega.
No digo que la Iglesia debe cambiar o tiene que cambiar. Lo que digo es que la Iglesia va a cambiar. Porque no tiene más remedio. Ni le queda otra salida. La Iglesia que tenemos ahora, tal como está, no puede durar mucho.
Gran parte del clero ha perdido su prestigio y su credibilidad. Los escándalos eclesiásticos no cesan ni ya es posible seguir ocultándolos.
Lo que obliga a la Iglesia a cambiar no brota de las sacristías, ni de los palacios episcopales. Brota del humanismo, que ya no tolera atrocidades como la Inquisición, la condena de Galileo, los Estados totalitarios o sistemas que imponen las desigualdades entre mujeres y hombres, desprecian a los extranjeros, a homosexualyes o a los colegios que no imponen la asignatura de religión.
La ordenación sacerdotal de hombres casados y de mujeres será sólo el comienzo. Los cambios de fondo, en la teología, la liturgia y el derecho eclesiástico, que hagan, de la Iglesia, la presencia patente del Evangelio en la sociedad, eso lo verán y lo vivirán las generaciones futuras. La Iglesia de Jesús no tiene otro futuro."


José Mª Castillo

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Deconstruir la religión para vivir la fe con madurez...


"Jesús nació y vivió en una sociedad religiosa. Seguramente fue educado en la religión de su contexto. Pero en su proceso personal, Jesús fue cuestionando una religión que oprimía a las personas y no las hacía felices, y que además justificaba la opresión ejercida por unas clases sociales (sacerdotes, grupos próximos al Templo, ricos, terratenientes, poderosos políticamente...) sobre otras (pobres, mendigos, campesinos empobrecidos, excluidos sociales, enfermos, viudas, esclavos...).
Desde su religiosidad fue descubriendo a un Dios no lejano ni cruel, sino cercano, misericordioso, al que llamaba Abba, Padre. Y empezó a descubrir y transmitir que Dios quería para la gente una dignidad, una felicidad, una humanidad, y unas relaciones de amor entre las personas que les llevarían a su felicidad personal y a una sociedad igualitaria, fraterna, justa y de plenitud y felicidad.
Frente a ese proyecto, que llamaba "Reinado de Dios", fue cuestionando una religión que deshumanizaba a las personas. Él mismo fue relativizando los pilares de la religión, el sábado, la "pureza" legal, el pecado, el Templo, el culto, los sacrificios, las doctrinas... Y poco a poco los fue poniendo en cuestión, infringiendo sus normas y atacando la hipocresía de un culto a Dios que despreciaba a las personas. El simbólico ataque final al Templo fue determinante para ser considerado un subversivo del sistema religioso y político y un blasfemo del orden religioso. Fue el poder religioso (los Sumos Sacerdotes) quien le entregó al poder político para su ejecución por blasfemo y subversivo, muriendo con la muerte más denigrante, la ejecución en cruz reservada a esclavos y subversivos.
En la religión lo determinante está en lo sagrado. En el proyecto de Jesús, el centro de todo está en lo humano, en la dignidad y felicidad de las personas, en la vida. Jesús no suprimió lo sagrado, sino lo desplazó de lo religioso a lo humano. Esto es lo verdaderamente sagrado para Jesús. El proyecto de Jesús no es proyecto religioso, sino laico, secular.
Jesús cambió el concepto y la experiencia de Dios, y de la religión. Jesús habló de Dios como Padre y habló con Dios como Padre. "Padre" no como expresión de autoridad, sino de bondad. La comunicación de Jesús con el Padre fue constante en su vida y tan total y singular que el Evangelio dice: "Mi Padre me lo ha entregado todo". Conocimiento, vinculación y hasta fusión de ambos. Una religiosidad única y singular.
Jesús se encontraba con el Padre no en el espacio sagrado del Templo, ni en el tiempo sagrado del culto religioso, sino en el espacio profano de la convivencia con la gente. Jesús prescindió del Templo para relacionarse con Dios. Pero más: el conflicto de Jesús con el Templo le llevó a la acción más violenta. Los cuatro evangelios hacen referencia al hecho, lo que lo muestra como indudable e importante. Fue causa de su condena en el juicio, y de burla en la cruz. Pero no lo hizo para "purificar" o "restaurar", sino para anunciar su destrucción y desaparición: ningún templo ni espacio sagrado, ni ceremonias religiosas: todo lo que el Templo significa.
Jesús, al enfrentarse con el Templo, destruyó simbólicamente la función de intermediario. En el Reino ya no hacen falta intermediarios. Es el enfrentamiento con la religión establecida, proponiendo una religión alternativa con el desplazamiento de "lo sagrado" como lo separado, hacia "lo sagrado" como humano.
Jesús relativizó las leyes religiosas: lo importante no era la Ley de Dios sino la vida de las personas. La Ley de Dios era importante en la medida en que estaba al servicio de las personas, de la vida humana. Si una ley hace daño, lo único que se merece es la desobediencia.
Jesús radicalizó lo referente al amor al prójimo, al respeto a los demás, a la observancia del respeto a la igualdad de la mujer, y lo referente al dinero. Pero relativizó mucho "lo religioso",  y suavizó las normas rituales y cultuales, ayunos, normas de pureza e impureza, la observancia del sábado. Deja claro que la salud, la dignidad y la vida de "lo humano" está antes y es más importante que la santidad y la observancia de "lo religioso".
El proyecto de Jesús es radicalmente distinto del proyecto de la religión. La religión toma lo sagrado como "objeto" (espacio, tiempo, utensilios, ritos, normas) y como objeto "separado", distinto de lo profano, lo laico, lo secular común a todos. Para Jesús lo sagrado es el ser humano como persona, con los demás seres humanos, en lo que es común a todos por igual..
La "religiosidad" de Jesús es radical porque se basa en la comunión. Las religiones separan, dividen, enfrentan. De ahí tanta intolerancia y violencia religiosa.. Pero los que dividen, separan, excluyen, marginan, condena... son enemigos del Evangelio y de la Iglesia, aunque sean gente "piadosa", "religiosos", hombres con cargos de poder en la Iglesia..
Lo más importante que Jesús aportó es que cambió radicalmente nuestra idea y nuestra experiencia de Dios.
Jesús no fundó ninguna religión. Ni los primeros cristianos consideraban el seguimiento de Jesús como una religión, sino como un "camino", un proyecto de vida, un modo de vivir. Para unos eran considerados una "secta", para otros, como "ateos". Empezaron a llamarse simplemente "cristianos".
Poco a poco fue adquiriendo connotaciones de "religión": una doctrina, unas normas, un culto, unas personas constituidas en autoridad religiosa. Pero no fue hasta el siglo IV cuando Constantino se convierte al cristianismo y Teodosio la constituye religión oficial del Imperio, cuando el cristianismo de convierte en religión. Pronto adquiere todas las características de una religión de poder: se asimila a las estructuras del Imperio romano, y el poder político y el poder religioso forman una entente. Los concilios de Calcedonia y Nicea, convocados y presididos por el emperador hacen de la Iglesia el brazo religioso del Imperio. La Iglesia, convertida en Jerarquía eclesiástica, acaba convertida en Sacro Imperio Bizantino, Sacro Imperio Romano-germánico, los Estados Pontificios, el Papa coronando Emperadores y reyes, organizando cruzadas contra los infieles y en Inquisición contra los herejes.
Una formación religiosa tradicional mantiene a las personas en una permanente minoría de edad religiosa, siempre dependientes de los "padres" que dicen lo que hay que creer y hacer. En muchos casos la religión ha sido una forma de alienación.
Sin embargo, a pesar de todo, es a través de esa religión y esa Iglesia como hemos recibido la fe cristiana. Luego, hemos ido aprendiendo a distinguir fe y religión, y a cuestionar los ropajes que han envuelto la fe, y los contenidos religiosos en los que se ha formulado. Y hemos ido aprendiendo a relativizar unas cosas y valorar otras. Hasta alcanzar una fe madura."

J. Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Orbe y Deme Orta 
(Revista Tiempo de Hablar)


lunes, 11 de noviembre de 2019

Dios, revelación de amor y libertad...



"Sólo partiendo de una crítica radical de la idolatría (y rechazando los retornos pseudo‒religiosos de un Dios del poder o del dinero) podremos hablar de una nueva revelación de Dios como buena nueva de amor y esperanza. 
La religión no ha de ser una experiencia de sometimiento a un Dios que marca su ley en nuestra carne, como si fuéramos reses de su ganadería, sino experiencia y tarea de gracia y libertad, en amor. Siendo en Jesús, el mismo Dios encarnado en la fragilidad arriesgada y por eso amorosa de la historia. 
Debemos superar así la visión del Dios omnipotente de una tradición ontológica y eclesiástica que convierte a los hombres en “siervos”, pues Dios mismo es quien vive (se encarna) en nuestra finitud.
Eso significa que un Dios de imposición y ley externa ha muerto (como decía Nietzsche), pero no por fatalidad exterior sino por gracia. Ya no creemos en un Dios que nos dirige (nos doma o domina) desde fuera, con su dictadura económica o social, eclesial, política o ideológica.  En esa línea debemos abrir un camino de libertad esperanzada al futuro de la Resurrección, que es la Comunión universal de los hombres como “hijos” de Dios. Esta superación de la dictadura “religiosa”, a la que ha estado sometida una parte de la cristiandad, y de la imposición ontológico‒política de una sociedad establecida, es el centro del proyecto de Jesucristo.
La vuelta al Dios verdadero ha de expresarse en forma de redescubrimiento del Dios que es Gracia‒Amor. Los hombres y mujeres del XXI pueden asumir su responsabilidad ante el presente y futuro de la vida. En este contexto, muchos están descubriendo que no hay un Dios que les salve de fuera (por imposición), pues sólo puede salvarle el Dios que está encarnado en ellos.
No podemos entender a Dios desde la perspectiva de una “moral retributiva”, en clave de premio y/o castigo externo.
El Dios verdadero se define como llamada a la libertad, en un gesto solidario de apuesta a favor de la libertad y de la vida.
A Jesús le mataron los representantes de la sociedad establecida, políticos y religiosos, en nombre de los dioses del imperio y del “dios” del templo, entendidos en forma de imposición social y religiosa. Ellos eran (y son) los representantes de un poder que está al servicio de sí mismo."


Xabier Pikaza

jueves, 7 de noviembre de 2019

Sigue pendiente, en la iglesia católica, hacer justicia a la mujer...



"En el caso de la Iglesia católica la posición de las mujeres continúa siendo en pleno siglo XXI la gran cuestión pendiente no solo desde la perspectiva de una mirada teológica patriarcal sino también y, muy especialmente, desde el punto de vista de su participación activa en las estructuras de poder que tienen su centro en el Vaticano.



En el contexto tremendamente machista de la Iglesia Católica pareció que la llegada de Francisco suponía, como mínimo, un cierto aire fresco en una estancias ciertamente apolilladas, muy especialmente gracias a la gestión dogmática de los dos últimos pontífices. Sin embargo, el análisis detallado de lo que por ejemplo el papa Bergoglio ha dicho en los últimos tiempos en materia de igualdad de género, genera como mínimo confusión y nos pone sobre la pista de que sus palabras no pasan del discurso políticamente correcto.
Constatamos pues como el discurso del máximo representante de la Iglesia Católica no se ha movido ni un centímetro de los planteamientos tradicionales, esos que con tanta frecuencia, y de manera tan lamentable, nos recuerdan los obispos de las diócesis españolas. Esa cruzada contra la teoría de género a la que la Iglesia parece ver como una especie de demonio causante de tantos males morales y sociales, implica en definitiva el no reconocimiento de los factores culturales, políticos y económicos que siguen provocando que las mujeres no tengan voz propia. Unos factores entre los que se encuentra una concepción patriarcal, y por tanto discriminatoria, de las relaciones afectivas y sexuales, de la familia o, en general, de las diversas maneras de organizar los proyectos de vida, los individuales y los compartidos.
Se olvida el Papa de que la igualdad, en términos democráticos, no es otra cosa que el reconocimiento de las diferencias y que sin ella seguimos amparado el poder de los fuertes y la subordinación de aquellos y aquellas que no responden al canon del sujeto universal masculino."

Octavio Salazar 
(en Planeta Futuro, diario El País)


domingo, 3 de noviembre de 2019

Sana y bendita laicidad...



"Laico es un Estado que no es confesional; lo son, como ocurre todavía en varios países, los que establecen una religión, la mayoritaria, como oficial.
Laico es el Estado que no impone ninguna religión, pero las respeta todas, manteniéndose imparcial ante cada una de ellas. Esa imparcialidad no significa desconocer el valor espiritual y ético de una confesión religiosa. Pero por respeto a la conciencia, el Estado es garante del pluralismo religioso.
Debido a esta imparcialidad al Estado laico no le es permitido imponer, en materias controvertidas de ética, comportamientos derivados de dictámenes o dogmas de una religión, aunque sea dominante. Al entrar en el campo político y al asumir cargos en el aparato de Estado, no se pide a los ciudadanos religiosos que renuncien a sus convicciones religiosas. Lo único que se les exige es que no pretendan imponer su visión a todos los demás ni traducir en leyes generales sus propios puntos de vista particulares.
La laicidad obliga a todos a ejercer la razón comunicativa, a superar los dogmatismos en favor de una convivencia pacífica, y a buscar puntos de convergencia comunes ante los conflictos. En este sentido, la laicidad es un principio de la organización jurídica y social del Estado moderno.
Subyacente a la laicidad hay una filosofía humanística, base de la democracia sin fin: el respeto incondicional al ser humano y el valor de la conciencia individual, independiente de sus condicionamientos.
Se trata de una creencia, no en Dios, como en las religiones, que mejor podríamos llamar fe, sino de una creencia en el ser humano en sí mismo, como valor. Esta creencia se expresa mediante el reconocimiento del pluralismo y la convivencia entre todos.
No es fácil. Porque quienes están convencidos de la verdad de su posición, estarán tentados a divulgarla y ganar adeptos para ella. Pero le está vedado, en un Estafo laico, usar medios masivos para hacerla valer a los otros. Esto sería proselitismo y fundamentalismo.
Laicidad no se confunde con laicismo. El laicismo configura una actitud que busca erradicar las religiones de la sociedad, como ocurrió con el socialismo de versión soviética, por cualquier motivo que se aduzca, para dar espacio solamente a valores seculares y racionales. Este comportamiento es opuesto al religioso y no respeta a las personas religiosas.
La laicidad eleva a todos los ciudadanos religiosos a un mismo nivel de dignidad. Esta igualdad no invalida los particularismos propios de cada religión, solo exige de ella el reconocimiento de esta misma igualdad a las otras religiones."


Leonardo Boff