miércoles, 13 de noviembre de 2019

Deconstruir la religión para vivir la fe con madurez...


"Jesús nació y vivió en una sociedad religiosa. Seguramente fue educado en la religión de su contexto. Pero en su proceso personal, Jesús fue cuestionando una religión que oprimía a las personas y no las hacía felices, y que además justificaba la opresión ejercida por unas clases sociales (sacerdotes, grupos próximos al Templo, ricos, terratenientes, poderosos políticamente...) sobre otras (pobres, mendigos, campesinos empobrecidos, excluidos sociales, enfermos, viudas, esclavos...).
Desde su religiosidad fue descubriendo a un Dios no lejano ni cruel, sino cercano, misericordioso, al que llamaba Abba, Padre. Y empezó a descubrir y transmitir que Dios quería para la gente una dignidad, una felicidad, una humanidad, y unas relaciones de amor entre las personas que les llevarían a su felicidad personal y a una sociedad igualitaria, fraterna, justa y de plenitud y felicidad.
Frente a ese proyecto, que llamaba "Reinado de Dios", fue cuestionando una religión que deshumanizaba a las personas. Él mismo fue relativizando los pilares de la religión, el sábado, la "pureza" legal, el pecado, el Templo, el culto, los sacrificios, las doctrinas... Y poco a poco los fue poniendo en cuestión, infringiendo sus normas y atacando la hipocresía de un culto a Dios que despreciaba a las personas. El simbólico ataque final al Templo fue determinante para ser considerado un subversivo del sistema religioso y político y un blasfemo del orden religioso. Fue el poder religioso (los Sumos Sacerdotes) quien le entregó al poder político para su ejecución por blasfemo y subversivo, muriendo con la muerte más denigrante, la ejecución en cruz reservada a esclavos y subversivos.
En la religión lo determinante está en lo sagrado. En el proyecto de Jesús, el centro de todo está en lo humano, en la dignidad y felicidad de las personas, en la vida. Jesús no suprimió lo sagrado, sino lo desplazó de lo religioso a lo humano. Esto es lo verdaderamente sagrado para Jesús. El proyecto de Jesús no es proyecto religioso, sino laico, secular.
Jesús cambió el concepto y la experiencia de Dios, y de la religión. Jesús habló de Dios como Padre y habló con Dios como Padre. "Padre" no como expresión de autoridad, sino de bondad. La comunicación de Jesús con el Padre fue constante en su vida y tan total y singular que el Evangelio dice: "Mi Padre me lo ha entregado todo". Conocimiento, vinculación y hasta fusión de ambos. Una religiosidad única y singular.
Jesús se encontraba con el Padre no en el espacio sagrado del Templo, ni en el tiempo sagrado del culto religioso, sino en el espacio profano de la convivencia con la gente. Jesús prescindió del Templo para relacionarse con Dios. Pero más: el conflicto de Jesús con el Templo le llevó a la acción más violenta. Los cuatro evangelios hacen referencia al hecho, lo que lo muestra como indudable e importante. Fue causa de su condena en el juicio, y de burla en la cruz. Pero no lo hizo para "purificar" o "restaurar", sino para anunciar su destrucción y desaparición: ningún templo ni espacio sagrado, ni ceremonias religiosas: todo lo que el Templo significa.
Jesús, al enfrentarse con el Templo, destruyó simbólicamente la función de intermediario. En el Reino ya no hacen falta intermediarios. Es el enfrentamiento con la religión establecida, proponiendo una religión alternativa con el desplazamiento de "lo sagrado" como lo separado, hacia "lo sagrado" como humano.
Jesús relativizó las leyes religiosas: lo importante no era la Ley de Dios sino la vida de las personas. La Ley de Dios era importante en la medida en que estaba al servicio de las personas, de la vida humana. Si una ley hace daño, lo único que se merece es la desobediencia.
Jesús radicalizó lo referente al amor al prójimo, al respeto a los demás, a la observancia del respeto a la igualdad de la mujer, y lo referente al dinero. Pero relativizó mucho "lo religioso",  y suavizó las normas rituales y cultuales, ayunos, normas de pureza e impureza, la observancia del sábado. Deja claro que la salud, la dignidad y la vida de "lo humano" está antes y es más importante que la santidad y la observancia de "lo religioso".
El proyecto de Jesús es radicalmente distinto del proyecto de la religión. La religión toma lo sagrado como "objeto" (espacio, tiempo, utensilios, ritos, normas) y como objeto "separado", distinto de lo profano, lo laico, lo secular común a todos. Para Jesús lo sagrado es el ser humano como persona, con los demás seres humanos, en lo que es común a todos por igual..
La "religiosidad" de Jesús es radical porque se basa en la comunión. Las religiones separan, dividen, enfrentan. De ahí tanta intolerancia y violencia religiosa.. Pero los que dividen, separan, excluyen, marginan, condena... son enemigos del Evangelio y de la Iglesia, aunque sean gente "piadosa", "religiosos", hombres con cargos de poder en la Iglesia..
Lo más importante que Jesús aportó es que cambió radicalmente nuestra idea y nuestra experiencia de Dios.
Jesús no fundó ninguna religión. Ni los primeros cristianos consideraban el seguimiento de Jesús como una religión, sino como un "camino", un proyecto de vida, un modo de vivir. Para unos eran considerados una "secta", para otros, como "ateos". Empezaron a llamarse simplemente "cristianos".
Poco a poco fue adquiriendo connotaciones de "religión": una doctrina, unas normas, un culto, unas personas constituidas en autoridad religiosa. Pero no fue hasta el siglo IV cuando Constantino se convierte al cristianismo y Teodosio la constituye religión oficial del Imperio, cuando el cristianismo de convierte en religión. Pronto adquiere todas las características de una religión de poder: se asimila a las estructuras del Imperio romano, y el poder político y el poder religioso forman una entente. Los concilios de Calcedonia y Nicea, convocados y presididos por el emperador hacen de la Iglesia el brazo religioso del Imperio. La Iglesia, convertida en Jerarquía eclesiástica, acaba convertida en Sacro Imperio Bizantino, Sacro Imperio Romano-germánico, los Estados Pontificios, el Papa coronando Emperadores y reyes, organizando cruzadas contra los infieles y en Inquisición contra los herejes.
Una formación religiosa tradicional mantiene a las personas en una permanente minoría de edad religiosa, siempre dependientes de los "padres" que dicen lo que hay que creer y hacer. En muchos casos la religión ha sido una forma de alienación.
Sin embargo, a pesar de todo, es a través de esa religión y esa Iglesia como hemos recibido la fe cristiana. Luego, hemos ido aprendiendo a distinguir fe y religión, y a cuestionar los ropajes que han envuelto la fe, y los contenidos religiosos en los que se ha formulado. Y hemos ido aprendiendo a relativizar unas cosas y valorar otras. Hasta alcanzar una fe madura."

J. Ignacio Spuche, Ovidio Fuentes, Faustino Orbe y Deme Orta 
(Revista Tiempo de Hablar)