“Es urgente recuperar lo esencial de la experiencia cristiana. Pero, mientras no se abran canales de participación para el laicado en los niveles de decisión, no habrá posibilidad de vivir una iglesia sinodal. Las primeras comunidades cristianas nacieron con esa corresponsabilidad y vocación compartida.
En tiempos donde la igualdad fundamental de todos los seres humanos se reclama y exige como principio básico de convivencia, no convoca mucho una institución en la que unos mandan y los demás obedecen, unos deciden y los demás solo pueden opinar -si les dejan, como concesión, los que mandan-, unos parecen tener la plenitud del Espíritu y otros solo colaboran en la medida que se les permite alguna participación.
Además, en las instancias jerárquicas, llámense obispos o presbíteros, no se ve tampoco mucha voluntad de abrir los espacios para una participación efectiva del laicado. Son siglos de una organización donde todos los puestos de responsabilidad tienen como condición que quien los ocupe haga parte de la jerarquía. Cuando se abre algún espacio para el laicado, la mayoría de las veces es por falta de clero para ejercerlo.
Podría creerse que esto es una exageración, pero sigue siendo así. Los procesos de evangelización son dirigidos por el clero a nivel parroquial, diocesano y universal.
Las comunidades religiosas y asociaciones laicales están bastante controladas por la jerarquía de tal modo que para cambiar un reglón de sus estatutos tienen que hacer un proceso de justificación desgastante y hasta temeroso porque pueden decir que no. Además, a los mismos grupos de iglesia les cuesta mucho trabajo actualizar su carisma porque parece que algunos sectores creen que traicionaran la intención del fundador o fundadora, olvidando que ellos casi siempre fueron adelantados a su tiempo y si vivieran en este tendrían mucha más osadía y audacia.
Ojalá que todos en la iglesia revisáramos si a nivel de “mentalidades, estructuras y prácticas” vamos haciendo posible una iglesia sinodal. Es verdad que se necesita la voluntad política de la jerarquía para desmontar toda la estructura que hoy tiene montada, pero también es verdad, que sin un laicado que quiera dar pasos en ese sentido, tampoco será posible. Quien pueda entender que entienda, y lo ponga en práctica en su manera de ser y vivir la Iglesia.
Mientras no se abran canales de participación para el laicado en los niveles de decisión, no habrá posibilidad de vivir una iglesia sinodal.”
Consuelo Vélez