sábado, 24 de octubre de 2020

El amor, lo más importante...

 


“La Iglesia quedó marginada, en la sociedad y en la cultura moderna, desde el acontecimiento de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1789-1791). Declaración a la que el papa Pío VI se opuso de manera tajante, el 29 de marzo de 1790, en una asamblea de cardenales, en la que el papa afirmó que los derechos humanos eran un ataque y una herida que se le hacía a la religión y a los derechos de la Santa Sede.

Más aún, cuando el día 10 de diciembre de 1948 se firmó en Roma la declaración universal de los “Derechos Humanos”, Pio XII, pocos días después, pronunció un discurso, dirigido a toda la humanidad, en el que habló de los grandes acontecimientos del año, pero ni mencionó los “Derechos Humanos”.


La primera consecuencia, que ha tenido todo esto, es que ésta es la hora en que el Estado de la Ciudad del Vaticano no ha podido firmar (a estas alturas y después de tantos años) la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y lo primero que se le ocurre a cualquiera es pensar: una institución que no puede firmar los Derechos Humanos, ¿con qué autoridad puede predicar el amor mutuo y universal como el primer y máximo mandamiento que nos dejó el Señor Jesús en su Evangelio?  Esto, ante todo.


Termino con una pregunta que obliga a pensar: Si lo más importante y decisivo es que nos amemos unos a otros, ¿es que lo que deciden en Roma los altos cargos de la Curia, eso va a tener más importancia, más peso y más valor que lo más elemental y básico del amor, que es aceptar y vivir la igualdad de todos en nuestros derechos más comunes, básicos y elementales?.”


José Mª Castillo