"Las convicciones religiosas no pueden reducirse a una visión estática de las tradiciones y tampoco a una visión deliberadamente ingenua de las relaciones humanas. Las convicciones religiosas, igualmente, no pueden reducirse a la ola de las más variadas devociones que se propagan a través de los medios de comunicación. Es más, no podemos seguir tratando al pueblo como ignorante e incapaz de formular preguntas inteligentes en relación con la iglesia.
Sin embargo, los sacerdotes comunicadores creen estar tratando con personas pasivas y, entre ellas, muchos jóvenes que desarrollan un culto romántico alrededor de la figura del papa. Los religiosos mantienen esta situación a menudo cómoda por ignorancia o avidez de poder.
Aducir la interferencia divina para legitimar las decisiones que la Iglesia Católica Jerárquica impone, prescindiendo de la voluntad de las comunidades cristianas esparcidas por todo el mundo, es un ejemplo flagrante de esta situación.
Es como si quisieran reafirmar erróneamente que la Iglesia es en primer lugar el clero y las autoridades cardenalicias a las cuales es conferido el poder de elegir un nuevo papa y que ésta es la voluntad de Dios. A los miles de fieles corresponde sólo orar para que el Espíritu Santo escoja al mejor, y esperar a que el humo blanco anuncie una vez más el “habemus papam”.
De manera hábil siempre están tratando de hacer a los fieles escapar de la verdadera historia, de su responsabilidad colectiva por el recurso a fuerzas superiores que dirigen la historia y a la Iglesia.
Es una lástima que estos formadores de opinión pública estén viviendo todavía en un mundo que es teológicamente, y tal vez incluso históricamente, pre-moderno, donde lo sagrado parece separarse del mundo real y situarse en una esfera superior de poderes a la que sólo unos pocos tienen acceso directo.
Es desolador ver cómo la conciencia crítica, en relación a sus propias creencias infantiles, no haya sido despertada para su bien personal y en beneficio de la comunidad cristiana.
Parece que hasta destacamos los muchos oscurantismos religiosos presentes en todas las épocas, mientras el Evangelio de Jesús continuamente convoca a la responsabilidad común de unos con los otros.
Estos privilegios, tanto del punto de vista económico, como político y socio-cultural, mantienen al papado y al Vaticano como un Estado masculino aparte. Pero un Estado masculino con representación diplomática influyente y servido por miles de mujeres en todo el mundo, en las diferentes instancias de su organización. Este hecho nos invita también a reflexionar sobre el tipo de relaciones sociales de género que este Estado continua manteniendo en la historia social y política actual.
Las estructuras pre-modernas que todavía conserva este poder religioso necesitan ser confrontadas con los anhelos democráticos de nuestros pueblos en la búsqueda de nuevas formas de organización que se correspondan mejor con los tiempos y grupos plurales de hoy. Deben ser confrontadas con las luchas de las mujeres, de las minorías y mayorías raciales, de personas de diversas orientaciones sexuales y opciones, de pensadores, científicos y trabajadores de las más variadas profesiones.
Necesitan ser reelaboradas en la perspectiva de un mayor y más fructífero diálogo con otros credos religiosos y con las sabidurías esparcidas por todo el mundo."
Ivonne Gebara