“Cada momento histórico interpreta la plenitud de vida según sus percepciones, imaginarios, situaciones, comprensiones alcanzadas. De ahí que la figura de María y su plenitud de vida se ha reconocido, por tanto, en el horizonte asignado a las mujeres en la sociedad y en la iglesia: fieles, serviciales, humildes, capaces de entregarlo todo sin pedir nada a cambio.
La pregunta que surge hoy es si este modelo de mujer le dice algo a las jóvenes de hoy e, incluso a tantas mujeres adultas que han tomado conciencia de que la vida plena no significa solamente ‘entrega, renuncia y sacrificio por amor a los demás’, sino que ha de suponer también dignidad personal, lo cual implica, derechos y protagonismo, palabra y autoridad, descanso y fiesta, posibilidad de romper todas las barreras que por razón de su sexo se le han impuesto -a nivel civil, social, político, educativo, laboral, familiar, económico, eclesial, etc.-.
Surge entonces esa otra figura de María profundamente bíblica, aquella que acoge el plan de Dios no con la sumisión de quién se doblega ante el que es más grande que ella, sino que dialoga para entender la propuesta. La María que acepta con un protagonismo activo acompañar la misión de su Hijo.
No es que acomodemos a María a nuestros intereses personales o a las modas de cada momento. Es que el Dios que se revela en la historia sigue actuando en cada presente y nos permite interpretar de nuevas maneras la Palabra de Dios que dicha en un momento histórico -con sus géneros literarios, costumbres, códigos, visiones de su época-, es capaz de seguir hablando para todos los momentos.
Precisamente la hermenéutica feminista, ha permitido releer los textos desde la realidad de las mujeres y subrayar lo que en otro contexto quedó invisibilizado; entender los alcances y límites de todo texto bíblico y distinguir la revelación de las categorías socioculturales de un momento determinado. Por eso puede y debe proponer nuevos sentidos que iluminen este presente y transformen todo aquello que no corresponde a la intencionalidad del querer de Dios.
Es verdad que en muchos lugares ya existe una legislación que ha superado las muchas barreras que tuvieron las mujeres durante siglos. Que sigue creciendo la conciencia de la urgencia de transformar la sociedad patriarcal y machista por una sociedad igualitaria e incluyente en el que las mujeres no ocupen un segundo lugar. Que hay más educación, más posibilidades, más equidad para las mujeres. Pero también es verdad que hay muchos frenos, temores y prejuicios frente a esta nueva manera de ser mujeres y, no pocas veces, liderados por las iglesias.
Por eso repensar nuestras fiestas religiosas y, especialmente, recuperar la ‘vida plena’ que María nos señala, no es una estrategia feminista sino una exigencia ética y evangélica de liberar a la Virgen de los estereotipos patriarcales, para encontrarla como abanderada de esa igualdad fundamental que la comunidad que surgió en torno a Jesús proclamó como querer de Dios.
En otras palabras, celebrar la Asunción de María es seguir creyendo que si en ella fue posible esa vida plena, también debe serlo para todas las mujeres, aquí y ahora, sin ninguna excepción.”
Consuelo Vélez