miércoles, 11 de agosto de 2021

Frustración y absurdo…

 


“La ermita avanza, pero compruebo que mi ansiedad crece con ella, porque el abad sigue dando a entender que no desea que yo me instale en ella y que, si la uso, ha de ser de forma muy limitada. Me refiero a que el abad ha dejado bien claro que yo no voy a vivir en la ermita, ni a dormir ni a decir misa en ella.

Resulta especialmente frustrante disponer de una instalación tan hermosa como esta (oculta en medio de los pinos) y tener que mantenerse alejado de ella. Por otra parte, estoy convencido de que el abad no se preocupa por saber cuáles son mis sentimientos al respecto; él está seguro de que mis deseos son absurdos e incluso le inspiran recelo. Pero entonces, ¿porqué autorizó algo que, evidentemente, iba a acrecentarlos? Realmente, yo no le pedí tal cosa, sino que más bien le manifesté mis serias dudas acerca del proyecto y le ofrecí cinco o seis oportunidades de dar marcha atrás y de pararlo todo. Todo esto parece haberlo olvidado ahora por completo.


Mientras tanto, me cuesta muchísimo aparentar ser amable y sociable. Es verdad que tampoco puedo decir que lo haya intentado muy en serio. Me disgusta profundamente la estúpida mentalidad que cultivamos en nuestros monasterios. Culto deliberado de la frustración y del absurdo. Absurdidad profesional.


¿No es la vida ya lo suficientemente absurda sin necesidad de que le añadamos nuestras propias frustraciones y nuestras fantásticas estupideces?


Sin embargo, tan pronto como pongo mis pies en el bosque y asciendo hasta el lugar donde están fabricando la casa, estoy en condiciones de olvidarme de todo esto. Por desgracia, nada más volver, me encuentro en ella peor que nunca.”


Thomas Merton

(Diarios, octubre 1960)