“Existe la tentación de la inercia: o negarse al cambio o defenderse de él con meras acomodaciones. En lo religioso, esto resulta prácticamente inevitable. Los tradicionalismos, fideísmos y fundamentalismos son la reacción extrema y, por lo mismo, más visible y fácil de superar. Más sutil es la simple acomodación que cambia algo para que todo permanezca.
Por instinto defensivo y por el mismo peso de la dificultad, creo que éste es hoy el gran peligro del cristianismo. Comprendida la necesidad de una renovación, se hace a medias. Se acepta la crítica bíblica, pero se hacen lecturas fundamentalistas (es el caso del Nuevo Catecismo). Se acepta la necesidad de reformar la Iglesia, pero se refuerza su juridicismo centralista (es el caso del Nuevo Código). Se acepta la existencia de un cambio radical en la concepción de la revelación, pero se siguen manteniendo los antiguos esquemas.
La experiencia religiosa auténtica no consiste en "vivir de memoria" de una revelación pasada, sino un vivir actual desde un Dios que se revela ahora. La revelación como descubrimiento culminó en Cristo, pero eso no significa que la revelación haya acabado. Se trata de una relación viva, en la que, aquí y ahora, yo reconozco a Dios presente, hablándome.”
Andrés Torres Queiruga