“La iglesia nunca tomó en serio a las mujeres, a pesar de ser siempre mayoría en ella. Al excluir a las mujeres de los mismos cargos y funciones que ostentan los hombres en la Iglesia, estamos apoyando modelos de patriarcado y de machismo también en la sociedad. La iglesia debería ser la primera en tener en todas sus estructuras eclesiales el 50 % de mujeres, en paridad con los hombres. Que hagan unas lecturas o impartan la comunión es una insignificancia.
Mucho hablar de la dignidad de la mujer, e incluso nombrar a una religiosa, Raffaela Petrini secretaria general del Gobierno del Estado de la Ciudad de Vaticano, pero de admitirla a los ministerios ordenados, nada de nada. De no dar pasos en esta dirección, el patriarcado seguirá en pleno vigor en la Iglesia, y los altos cargos vaticanos seguirán en manos de hombres ordenados, considerándose en la práctica siempre superiores a las mujeres.
Afortunadamente ya hay mujeres que van tomando nota de sus derechos y dignidad en la Iglesia, y por lo menos el Consejo de Mujeres Católicas, que reúne a más de 60 organizaciones de mujeres, entregó estos días al Vaticano el informe de conclusiones del Sínodo de Mujeres.
En el documento exigen al Vaticano “desenmascarar las ideologías y teologías que justifican erróneamente el sexismo, el racismo, el clasismo y todas las formas de opresión o dominación”, así como lograr que la estructura vaticana reconozca “los vínculos entre el colonialismo, el patriarcado y las estructuras de la Iglesia de hoy, y trabajar para desmantelarlas, para que todos puedan participar con igualdad y alegría en la vida de la Iglesia”.
El objetivo es “renovar las estructuras de la Iglesia y las leyes canónicas” para “proteger los derechos de todos los miembros de la Iglesia, independientemente de su género o identidad sexual, y no sólo los derechos de los sacerdotes y obispos”. Por ello, insisten, es urgente “erradicar el clericalismo” y aplicar la “tolerancia cero de cualquier forma de abuso”.
Es necesario “crear una estructura y un entorno que permita a la Iglesia convertirse en un líder mundial en la defensa y el modelado de los derechos humanos integrales, en particular aquellos que protegen a las mujeres contra la violencia, el extremismo y los límites a su libertad” y “permitir la plena participación en la vida y el ministerio de la Iglesia de todos aquellos que se identifican como LGBTQI+.”
Faustino Vilabrille