domingo, 28 de febrero de 2021

Verdades...


“La verdad que somete, no es verdad

La verdad solo desata las cadenas.

La verdad que excluye, no es verdad.

La verdad solo reúne.

La verdad que se pone por encima, no es verdad.

La verdad solo sirve.

La verdad que desconoce la verdad de otros, no es verdad.

La verdad es solo reconocimiento.

La verdad que no mira a los ojos a otras verdades, no es verdad.

La verdad es solo acogimiento sin temor.

La verdad que engendra dureza no es verdad.

La verdad es solo amabilidad y ternura.

La verdad que desune no es verdad.

La verdad solo unifica.

La verdad que se liga a fórmulas, no es verdad.

La verdad es solo libre de formas.”


Marià Corbí 

miércoles, 24 de febrero de 2021

Más cerca de la magia que del cristianismo...


 “La utilización de las reliquias o los sacramentos para producir algún tipo de cambio en la naturaleza o en el devenir social o histórico está más cerca de la magia que de la fe cristiana. 

Los sacramentos no son instrumentos mágicos productores de bienes materiales.


Las reliquias no poseen ningún poder mágico para influir en el devenir histórico o natural; no son amuletos que protejan del mal, ni remedios contra las enfermedades. Nunca, en ningún caso, una reliquia debe ser utilizada como un remedio, un fármaco o un amuleto.


La mentalidad clerical es un enemigo más potente contra la Iglesia que la propia secularización, pues en buena medida el proceso secularizador es un efecto del clericalismo eclesial. Se trata de una reacción contra el oscurantismo promovido durante siglos de ostentar un poder omnímodo sobre las conciencias y de ejercer un control férreo sobre el cuerpo social mediante el miedo.


En ese caldo de cultivo se produce la paganización del cristianismo y la magia corrompe la realidad sacramental. El enemigo lo tenemos dentro de la Iglesia antes que fuera de ella. Es fundamental repensar nuestras prioridades y las fórmulas que utilizamos para vivir nuestra experiencia como Iglesia, pues, de lo contrario, estamos abocados a la insignificancia, a convertirnos en un gueto sectario incapaz de comprender el mundo que le rodea.”


Bernardo Pérez Andreo 

viernes, 19 de febrero de 2021

Patologías de la Iglesia católica: clericalismo y patriarcalismo...

 


“En la Biblia, escrita por hombres y en una cultura patriarcal, la mujer aparece como inferior y debe estar sometida sumisamente al hombre.Esta visión discriminatoria de la mujer ha entrado en el discurso y organización de la Iglesia.

Jesucristo se pudo a lado de los excluidos (niños, pobres, mujeres abandonadas); fiel a esa conducta, la primera comunidad cristiana confiesa que, entre los cristianos ya no hay discriminación “hombre ni mujer”, pues todos los bautizados tienen la misma dignidad.


Pero ya san Pablo, formado en la cultura del pueblo judío, recomienda: “que los hijos obedezcan a sus padres, los esclavos a los amos, y las mujeres a sus maridos; y que las mujeres se callen”. Magisterio y teología con frecuencia vienen recomendando a las mujeres que estén sujetas a su esposo, y han dado pie a un machismo cada vez más intolerable que aún hoy sufren muchas mujeres en matrimonios cristianos.


La minusvaloración de la mujer en la Iglesia es innegable dado que no tiene acceso ninguno a las instancias de poder hoy en manos de los ministerios ordenados que sólo pueden ejercer los varones. Minusvaloración más escandalosa cuando en la sociedad civil se declara la igualdad de derechos fundamentales para el hombre y para la mujer.


La Iglesia sufre hoy dos patologías: el clericalismo y el patriarcalismo. En el clericalismo se excluye a los laicos que son la mayoría de los bautizados, y en el patriarcalismo se excluye a las mujeres que son la mayoría de los creyentes.”


Jesús Espeja 

miércoles, 17 de febrero de 2021

Confundir creencia con verdad...


 “¿Cómo podría ser posible el diálogo con quien se considera en posesión de la verdad, de una “verdad” que presume, además, de haber sido revelada por Dios mismo?

Desde una comprensión más amplia, parece que, en ese discurso, se produce un salto inadecuado en el momento preciso en que se identifica lo que es una creencia con la verdad misma.


Se olvida entonces que toda creencia es solo un constructo mental, una idea determinada a la que se ha dado adhesión. Una creencia no es un hecho, como tampoco es una verdad caída del cielo. Es, sencillamente, una lectura determinada que un conjunto de personas han asumido como verdadera.


Ahora bien, una vez asumida, una creencia parece otorgar una potente sensación de seguridad, por lo que no resultará fácil cuestionarla. De hecho, cuestionar nuestras creencias más arraigadas requiere mucho coraje… y mucha humildad, porque implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida.


Eso explica que, en lugar de cuestionarlas o de relativizarlas, se adopten posicionamientos que nacen, no tanto de la búsqueda honesta de la verdad, cuanto de la necesidad de sostener la propia creencia.


La búsqueda de la verdad resulta en la práctica imposible cuando alguien se cree ya en posesión de la misma. En tal caso, no puede buscarse sino, como mucho, desear “comunicarla” a los demás, a quienes no la conocen o comparten. No es extraño que las diferentes confesiones religiosas hayan acentuado su llamada “dimensión misionera” e incluso el proselitismo, nacido de la convicción de que debían aportar “la verdad” al mundo.


Frente a la absolutización de la creencia y a la pretensión de poseer la verdad, parece evidente que la búsqueda honesta de la verdad implica renunciar (poner entre paréntesis) a toda creencia previa.


No se discute la legitimidad de que cada persona mantenga las creencias que desee; lo que se cuestiona es que cualquier creencia pretenda absolutizarse y presentarse como si fuera la verdad misma, en un salto que parece a todas luces inadecuado.


Porque la verdad no es un concepto o un conjunto de conceptos donde estuviera expresada y delimitada. Los conceptos (las ideas, los dogmas, las creencias) no son nada más que interpretaciones mentales recibidas de (o escuchadas a) otros.”


Enrique Martínez Lozano

domingo, 14 de febrero de 2021

Amor...


“Apareces como un grito salvaje

Nacido de mi propio y misterioso abismo

Canción intraducible

De las entrañas

De mis más íntimos planetas

Retornas a mí

Como mi dulce luna callada

Es medianoche

Y vigilas mi corazón

Como un sol invisible

Es medianoche

Y me persigues

Ofreciéndome la verdad que necesito

Velas mi infierno

Afligido y lloroso me despierto

Mi casa oscura está rebosante de cometas.


El amor enamora

Cuando brota de sí mismo

Sin la intervención del hombre

Su mejor instante

Es cuando se oculta

peregrino del aire

Y vuela perdido

Hasta los confines del mundo.


Escribirte

Es como escribir a mi corazón...”


Thomas Merton (poema para M.)

jueves, 11 de febrero de 2021

Una religión con demasiadas palabras...


 

“Para ser auténtica, la religión contemporánea tiene que eludir prácticamente toda definición religiosa. Porque ha habido infinitas definiciones, infinitas descripciones, y las palabras se han convertido en dioses. Hay tantas palabras que no podemos acercarnos a Dios mientras lo concibamos mediatizado por las palabras... Cuando se le fuerza rigurosamente a ubicarse más allá de las palabras, éstas se multiplican como moscas y la religión se convierte en un enorme zumbido muy rentable, muy sagrado, muy falso.” 


Thomas Merton

miércoles, 10 de febrero de 2021

Confluencia espiritual de todas las religiones...

 


“En la experiencia mística todas las religiones confluyen, eso es lo hermoso. A este respecto me gusta mucho la metáfora de la montaña: cada religión sube por una ladera diferente. Una está nevada, otra florida, otra árida…; pero en la cima todas confluyen.

En la experiencia mística hay, en todas las tradiciones de sabiduría, una afinidad enorme. Esto revela para mí algo fundamental: que el silencio es una esperanza para la humanidad. El silencio fomenta lo que nos une, no lo que nos diferencia. El problema de la palabra es que, en el mejor de los casos, puede generar afinidad, intelectual o sentimental. El silencio, en cambio, genera algo más profundo: la comunión.


Y es que, por encima de lo que cada cual piense o crea, lo cierto es que estamos unidos, que compartimos el ser. Creo con Rahner que el siglo XXI será místico o no será, y también creo que estamos asistiendo hoy a un resurgir espiritual.


El cristianismo no puede presentarse en Occidente hoy como la visión hegemónica, más bien debe sumarse a la configuración de una nueva espiritualidad.


Al igual que la inteligencia puede degenerar en intelectualismo, el rito en ritualismo, el sentimiento en sentimentalismo, pues la religión puede degenerar en fanatismo o fundamentalismo. Pero se trata de una degeneración, y que no solo es posible, sino que es un hecho.


Una persona espiritual se caracteriza, en mi opinión, porque es eminentemente práctica. Las actitudes que la meditación genera (atención, receptividad, escucha, acogida) se extienden poco a poco a la vida. Todos los místicos y profetas de la historia han chocado, antes o después, con sus contemporáneos.”


Pablo d’Ors 

sábado, 6 de febrero de 2021

La trama excluyente y patriarcal de la teología oficial...


 “¿Por qué, en una versión eclesiológica centrada en la dignidad bautismal, los vínculos entre los sexos están desequilibrados en las muchas formas que conocemos, oscilando entre la demonización y la idealización de lo femenino sin solución de continuidad? No se puede dar una respuesta sin sumergirse en el sombrío reino de los imaginarios culturales en los que se expresa la diferencia sexual.

La trama patriarcal que interrumpe los justos lazos entre mujeres y hombres, (desde el punto de vista emocional, interpretativo, legal, simbólico y práctico) está llena de esas contradicciones que el inconsciente puede permitirse. Sin poder hacer un examen en profundidad, subrayamos cómo muchas veces se establece un imaginario patriarcal que exalta y desprecia lo femenino al mismo tiempo. La mujer así dibujada es paradójicamente demasiado angelical y demasiado demoníaca para ser escuchada en lo que tiene que decir o para que se le permita actuar.


La impresión de una incompatibilidad natural con lo sagrado y con el espacio público pesa sobre lo femenino, incompatibilidad que situaría a las mujeres fuera de lugar en ambos contextos. Esta incompatibilidad se compone de “demasiado” y de “poco”: demasiado maternal, demasiado afectiva, demasiado relacional y demasiado corpórea, por un lado; pero por otro, poco racional, poco sistemática, poco política y poco espiritual.


La mujer es irrelevante a nivel de intercambio concreto de perspectivas sobre el mundo, también de perspectivas teológicas. Toda la operación para suprimir o soterrar estos puntos de vista responde a esta trama contradictoria, aunque muchas veces los argumentos esgrimidos tengan un tinte luminoso o idealizante. Estas demonizaciones están acalladas, bien porque no se reconocen, o bien por estrategia.


El punto medio es, sin embargo, perjudicial porque neutraliza todo lo que cuestiona el sentido unitario de la realidad. Porque, de todos es sabido, esto es lo que hacen las mujeres: expresan malestar y deseos que desenmascaran la parcialidad de las tradiciones que no las incluyen y que aún no las quieren incluir y, de esta manera, abren la discusión a muchas otras diferencias.


Desde ese punto de vista, las teologías de las mujeres son inquietantes por el desafío que comportan, es decir, salvar lo particular. Hablan de cuerpos, sentimientos, opresiones, vida e historias, quizás porque están menos preocupadas por lo que está por terminar y mucho más atraídas por lo que está naciendo.


Así emprendieron los caminos de los procesos pascuales que pasan por la existencia. En este sentido, no se trata de teologías progresistas: no es lo nuevo lo que atrae, sino el florecimiento del ser.”


Lucía Vantini





miércoles, 3 de febrero de 2021

Todo amor es sagrado...


 “Hay personas todavía ancladas en el teísmo de una religión del temor, del pecado y de creencias absolutas. La misma religión cristiana ha creado imágenes de Dios, inaceptables hoy día, que han producido ateísmo de ese dios patriarcal, irracional, poderoso, clerical… De esos “dioses” yo también soy ateo, gracias a Dios. 

El Dios en quien creo (o Diosa, da igual) o en quien quiero creer es el Dios que voy descubriendo con Jesús de Nazaret. El Dios Misterio de Amor que él llamaba “Abbá” (Papá y Mamá), como expresión de amor y confianza. La vida misma es un misterio de amor. Creer que Dios es amor es el origen de todo amor. Ésa es mi fe como confianza.


Que Dios es Amor es el fundamento de todo amor: somos capaces de amar porque somos amados y amadas. Donde hay amor, ahí está Dios. En todo amor, paternal, maternal, fraternal, sororal, amical, familiar, solidario, de pareja, comunitario, heterosexual, homosexual o queer… Incluso, por equivocado que pueda parecer, si hay amor, ahí está Dios. La creación entera, la existencia misma es fruto del Amor. El Bing-Bang fue una explosión de amor. Somos “polvo de estrellas”. Somos Amor.


A Dios nadie lo conoce. Pero si amamos, nos acercamos a Dios, o mejor, Dios está ya en ese amor, se llame como se llame.


Superando la imagen patriarcal de Dios, percibimos el rostro materno de Dios, el Dios-Diosa de la diversidad. Es sobre todo en lo profundamente humano donde mejor podemos experimentar su presencia y amor liberador.  Más allá de la religión hay una espiritualidad humanista profundamente cristiana. En la humanización se realiza el proyecto de Dios. Lo humano es sagrado.”


Demetrio Orte