“La Iglesia, como comunidad humana que es, necesita algún órgano de dirección, pero el órgano de dirección no tiene más autoridad ni legitimidad que la que la comunidad le confiere. Mientras los obispos no sean elegidos por las comunidades –así fue en el principio–, no pueden ser auténticos portavoces de la fe de la Iglesia.
Pero vayamos más allá de ese defecto eclesial de raíz, por decisivo que sea, y preguntémonos: ¿en qué consiste esa fe de la que ellos se sienten, indebidamente, únicos guardianes? Es "su" fe, que ellos identifican, también indebidamente, con la doctrina. No defienden la fe, sino la doctrina. Ahora bien, la "doctrina" es una simple creencia convertida en supuesta verdad.
Ninguna creencia ni doctrina es una "revelación divina", como si Dios fuera un ser celeste oculto que a veces revela ideas o se revela a sí mismo desde fuera. Dios es la Ternura y la Belleza, la Relación y la Bondad que fundan cuanto es. Es el Fondo y la Hondura de toda la realidad. Es el Ser, la Realidad, el Espíritu de cuanto es. Es el Misterio y la Presencia oculta y manifiesta en todos los seres. Llámale como quieras. Y no te precipites en decir: "Esto es bueno, esto es malo; esto es bello, esto es feo; esto es Dios, esto no es Dios".
Seamos humildes y cautos, respetemos el misterio. Pero cuando entre sombras vislumbramos destellos de belleza y de bondad que nos hacen más felices y mejores, entonces podemos decir: "Dios se revela". Los cristianos miramos la bondad, la compasión, la humanidad feliz y liberadora de Jesús y decimos: "Eso es Dios".
¿Qué tiene que ver la fe cristiana con las creencias y doctrinas de la tradición cristiana? No las identifiques. La fe no consiste en creer unos dogmas. La fe es esa confianza vital, esa seguridad libre y solidaria que llevó a Jesús a vivir como vivió. No lo olvidemos: Jesús no creyó en ningún dogma cristiano.
Y no importa lo que pienses y creas, sino que tus creencias y doctrinas te lleven a ser bueno y feliz, feliz y bueno. Así creyó Jesús.
Las creencias y las doctrinas son simples muletas, y a veces pasa Jesús por el camino y nos dice como al paralítico del evangelio: “Deja tu camilla, deja las creencias o reformula las doctrinas que ya no necesitas o que te impiden caminar. Levántate, respira y camina. El Espíritu respira y camina contigo.”
José Arregi