martes, 22 de septiembre de 2020

Espiritualidad bien entendida...

 


“Entiendo la espiritualidad como una manera de estar en la realidad, protegiendo, cuidando, alentado y defendiendo la vida frente a todos los mecanismos de muerte, y cuanta más muerte, más necesidad de defender la vida. Cultivar la espiritualidad tiene que ver con desarrollar nuestra inteligencia espiritual, es decir, el cultivo de nuestra dimensión ética, estética, utópica, sentido de la vida, capacidad para acceder a nuestro “ser Profundo” que es “ser-relación-conexión”.

Una “espiritualidad liberadora” sería una espiritualidad que se hace verdad en un modo de afrontar la realidad trabajando (personal y políticamente)por romper las cadenas que nos esclavizan, las relaciones que nos alienan y las estructuras que nos oprimen y generan relaciones y situaciones injustas y desiguales.


Tuve la suerte de conocer muy joven la espiritualidad de la Liberación y de redescubrir a un Jesús de Nazaret liberador, comprometido con liberar a su pueblo de todo tipo de esclavitudes, cegueras, cargas religiosas opresoras, estructuras injustas que esclavizaban y mantenían a la mayoría de la población en pobreza y exclusión, dominado por el miedo a un Dios justiciero y excluyente. Todo ello ponía en cuestión el sistema sociopolítico y religioso de Israel (sometida al poder romano). Y por eso lo asesinaron. Estorbaba y, como hace el poder que domina, hicieron lo que suele hacer, unirse el poder político y religioso para quitarlo del medio.


En nuestra formación religiosa cristiana tradicional, esta perspectiva no se nos ofrecía así. Una cosa era la espiritualidad y otra la política; por eso, yo agradezco tanto que, desde muy joven, pude descubrir esa dimensión sociopolítica de toda espiritualidad y, de un modo especial, de la espiritualidad cristiana.


La pasividad ante la injusticia es callar, pasar de largo, dar rodeos ante quienes están tirados en el camino, apaleados por los múltiples salteadores de turno. Yo no concibo una espiritualidad que no cultive la dimensión profética (como Jesús de Nazaret la ejerció), que no denuncie las injusticias y las múltiples corrupciones, porque si nos implicamos en ello, será posible un mundo más justo y sororal y un planeta más habitable.


Una espiritualidad sin compromiso sociopolítico, no sólo estaría vacía, sino que si “espíritu” es aliento y protección de la vida, viviendo en el mundo que vivimos, no sería espiritualidad, sino un sucedáneo.”


Emma Martínez Ocaña