domingo, 20 de octubre de 2019

Es necesario un sacerdocio distinto...en fidelidad con las originarias comunidades de seguidores de Jesús


"El cristianismo tiene su origen en Jesús de Nazaret. Pero Jesús no fue sacerdote. Jesús fue un laico, que vivió y enseñó su mensaje como laico. Jesús reunió un grupo de discípulos y nombró doce apóstoles. Pero aquel grupo estaba compuesto por hombres y mujeres que iban con él de pueblo en pueblo (Lc 8, 1-3; Mc 15, 40-41).
La muerte de Jesús en la cruz no fue un ritual religioso, sino la ejecución civil de un subversivo. Por eso la carta a los hebreos dice que Cristo fue sacerdote. Pero este escrito es el más radicalmente laico de todo el Nuevo Testamento. Porque el sacerdocio de Cristo no fue "ritual", sino "existencial". Es decir, lo que Cristo ofreció, no fue un rito ceremonial en un templo, sino su existencia entera, en el trabajo, en la vida con los demás y sobre todo en la horrible muerte que sufrió.
Para los cristianos, no hay más sacerdocio que el de Cristo, que consiste en que cada uno viva para los demás. Ni más ni menos que eso. El sacerdocio cristiano, tal como se vive en la Iglesia, no tiene fundamento bíblico ninguno. Por eso en la Iglesia no tiene que haber hombres "consagrados". Lo que tiene que haber es hombres y mujeres "ejemplares". El "sacerdocio santo" y el "sacerdocio real" del que habla la 1ª carta de Pedro (1, 5. 9) es una mera denominación "espiritual" de todos los cristianos.
Además, en todo el Nuevo Testamento jamás se habla de "sacerdotes" en la Iglesia. Es más, está bien demostrado que los autores del Nuevo Testamento, desde san Pablo hasta el Apocalipsis, evitan cuidadosamente aplicar la palabra o el concepto de "sacerdote" a los que presidían en las comunidades que se iban formando. Esta situación se mantuvo hasta el siglo III.
O sea, la Iglesia vivió durante casi doscientos años sin sacerdotes. La comunidad celebraba la eucaristía, pero nunca se dice que la presidiera un "sacerdote". En las comunidades cristianas había responsables o encargados de diversas tareas, pero no se les consideraba hombres "sagrados" o "consagrados". En el s. III, Tertuliano informa de que cualquier cristiano presidía la eucaristía ("De exhort. cast. VII, 3).
¿Qué pasaría si se acabaran los sacerdotes en la Iglesia? Simplemente que la Iglesia recuperaría, en la práctica, el modelo original que Jesús quiso. Lo que pasaría, por tanto, es que la Iglesia sería más auténtica. Una Iglesia más presente en el pueblo y entre los ciudadanos. Una Iglesia sin clero, sin funcionarios, sin dignidades que dividen y separan. Sólo así retomaríamos el camino que siguió el movimiento de Jesús; un movimiento profético, carismático, secular.
El clericalismo, los hombres sagrados y los consagrados han alejado a la Iglesia del Evangelio y del pueblo. Así lo ve y lo dice la gente. La Iglesia se pensó que, teniendo un clero abundante y con prestigio, sería una Iglesia fuerte, con influencia en la cultura y en la sociedad. Pero a los hechos me remito. Ese modelo de Iglesia se está agotando.
Pero lo peor no es nada de eso. Lo más negativo, que ha dado de sí el modelo clerical de la Iglesia, es que quienes han tenido el "poder sagrado", se han erigido en los responsables y, de las "comunidades de creyentes", han hecho "súbditos obedientes". La Iglesia se ha partido, se ha dividido, unos pocos mandando y los demás obedeciendo.
En la Iglesia debe haber, como en toda institución humana, personas encargadas de la gestión de los asuntos, de la coordinación, de la enseñanza del mensaje de Jesús... Pero, una de dos; o Jesús vivió equivocado o los que andamos equivocados somos nosotros.
Por supuesto, el final del clero no se puede improvisar. Probablemente el cambio se va a producir, no por decisiones que vengan de Roma, sino porque la vida y el giro que ha tomado la historia nos van a llevar a eso; a una Iglesia compuesta por comunidades de fieles, conscientes de su responsabilidad, unidos a sus obispos (presididos por el obispo de Roma), respetando los diversos pueblos, naciones y culturas. Y preocupados sobre todo por hacer visible y patente la memoria de Jesús.
Ya son muchas las comunidades que, por todo el mundo, a falta de clérigos, son los laicos los que celebran ellos solos la Eucaristía. Porque son muchos los cristianos que están persuadidos de que la celebración de la Eucaristía no es un privilegio de los sacerdotes, sino un derecho de la comunidad. El proceso está en marcha. Y mi convicción es que nadie lo va a detener."


José Mª Castillo