domingo, 10 de julio de 2022

Salir de un cristianismo inmaduro y demandante…

 


“El cristianismo en el que crecí era tan entusiasta como inmaduro. Hoy, mirando en retrospectiva, lo percibo como una oferta afectiva (un dios que te quiere) cubierta con un exagerado ropaje sensacionalista (una espiritualidad aeróbica y en voz alta) que guardaba en los bolsillos una muy precaria y nociva concepción moral, basada en la exigencia sin acompañamiento, en la confrontación sin herramientas y en la sospechosa obsesión de ciertos líderes con ciertos temas.

En algunos, diría que pocos casos, el entusiasmo fue detonante de una búsqueda menos ingenua y de una fe más encarnada. Es gente de la que he aprendido mucho. En otros casos, más que los anteriores, la exigencia y la confrontación se convirtieron en modo de vida y se erigieron en una especie de vigilantes del comportamiento ajeno y reproductores de una versión de cristianismo, ya no entusiasta, menos afectiva, más piadosa y repetitiva, cargada con el mismo añejo moralismo que no da nada pero sí lo pide todo. Los demás, la mayoría, pasaron, llegaron tan rápido como se fueron.


Cuando la experiencia de fe no es un hilo conductor del propio crecimiento como humanos, cuando no es un combustible de tu autenticidad, tu sentido y tu talento; cuando no te pone en marcha hacia convertirte en otro tipo de persona sin jamás dejar de ser tú mismo, cuando el reto no es tener una profunda y milagrosa vida que valga la pena dar, sino mantenerte en el standard de los prejuicios religiosos y de las exigencias morales del grupo, tener arreglada y linda la fachada del testimonio, entonces todo se convierte en potencial de daño, de herida, de trauma.


Y eso es lo que ha pasado con este cristianismo que se resiste a madurar: Vidas amenazadas por lecturas dañinas de la biblia sobre la vida en pareja, la familia o la crianza de los hijos. Maltratos y abusos cometidos con la aprobación del catecismo. Rechazos y discriminación pasivo-agresiva cuidadosamente envueltas en corrección fraterna: "te lo digo por tu bien…”Las prácticas de fe de todos los días convertidas en estrategias para regañar y señalar.


¿Y lo central, esencial, indiscutible de la buena noticia? ¿El anuncio de todo lo bueno y alegre que puede pasar con nuestra vida? ¿La decisión de vivir desde el perdón, curar toda herida, nunca señalar a quien necesita ser protegido de las piedras que le son lanzadas? ¿Hacer del amor la única norma, el único vínculo, la única causa? ¿Dónde queda el centro del centro del cristianismo? Al parecer lo viven mejor fuera de nuestros tan purificados grupos.


Es actual. Pasa ahora. Y está lleno de nombres propios con hondas heridas y de soberbios egos que siguen poniendo la tradición, la estructura y sus alucinaciones místicas por encima de sus herman@s.


Y hoy creo lo mismo sobre todos esos cristianismos inmaduros, demandantes y desfigurados que hemos inventado y a los que no nos cansamos de invitar personas. Si eres imperfecto y se te nota no vayas. Si estás buscando paz en tus batallas ese no es tu lugar. Si el vínculo que han creado contigo gira alrededor de tus errores, huye. Si la parte de la iglesia que estas viendo es una en la que los requisitos son más que los reconocimientos, si es más lo que te dicen que te quites que lo que te invitan a participar y proponer, no tienes nada que hacer ahí. Si algo vital de ti, de tu forma de ser o existir no cabe y sigue oculto o allí no puedes compartirlo, sal ahora.No esperes a que te partan la vida en pedazos, o a que se repartan los pedazos para sus futuras predicaciones.”


Beto Vargas