“Por debajo de todos nuestros logros, planes, viajes y conquistas, no tenemos nada salvo la vida. Cuando tomamos agua, cuando en silencio vemos jugar a los niños, cuando caminamos mientras hace frío y sentimos frío, estamos en la vida, somos uno con ella y por eso somos uno con Dios.
Por consiguiente, tengamos lo que tengamos, siempre es suficiente, porque ninguna cosa basta. Pues en el terreno de nuestro ser, vivimos la vida de Cristo. En la base misma de nuestro corazón, Dios se hace presente en nuestra simple presencia a la vida.
El gran peligro de toda espiritualidad es que ésta puede llegar a convertirse fácilmente en un sucedáneo de la presencia a la vida. Con demasiada frecuencia la búsqueda de experiencias religiosas y la promoción de espiritualidades han acabado por ser formas de ejercitarnos en cuidar y alimentar vacas sagradas.”
James Finley