“Jesús no pertenecía a la tribu de Leví ni a la dinastía de Sadoc; por lo tanto, no era sacerdote ni rabino. Era lo que denominamos hoy un laico.
El problema de toda Institución religiosa (y, por lo tanto, de la Iglesia católica) es su pretensión de monopolio sobre Dios, su tentación de acaparar a Dios, de convertirse en la única interprete, en la única mediación con lo divino.
Desde la institución se puede mediar, pero el problema es el querer convertirse en los únicos mediadores. Ahí es donde entra el pecado, el pecado de la exclusión. Desde el momento en que Jesús es salvación, es claro que no va a ubicarse en el marco de la Jerarquía. Se sitúa como alternativa para abrir lo que los otros cierran.
Constitutivamente tiene que estar fuera de la institución. Trata de abrir espacios que la institución no reconoce. De aquí que Jesús se sitúe en el margen. De lo contrario, no añadiría nada a lo que ya conocemos.”
Javier Melloni