“La moral sexual cristiana no encuentra su origen en las enseñanzas bíblicas, sino que es fruto del pensamiento patrístico y de las aportaciones realizadas por teólogos medievales. Un discurso eclesial sobre la sexualidad que hunde sus raíces en mitos ancestrales, tabúes heredados, creencias populares y pensamientos filosóficos ajenos a la Biblia, y que continúan siendo el origen de la cultura teológica sexual cristiana que hoy conocemos. Una visión antropológica que menosprecia la materia y que, al considerarla inferior al espíritu, impone el desprecio del cuerpo y de la sexualidad, reduciéndola a su finalidad reproductiva.
Relegar la sexualidad al ámbito del matrimonio heterosexual y al ejercicio de la función reproductiva, condenando el valor del placer sexual, del erotismo, de las sensaciones y experiencias sexuales positivas y agradables, y del amor entre personas del mismo sexo, no son enseñanzas que encontramos en el pensamiento bíblico.
Con su discurso la iglesia católica ha degradado el valor de la sexualidad humana, provocando grandes sufrimientos en millones de seres humanos y acarreando en sus vidas consecuencias trágicas, perniciosas e irreparables. Un sufrimiento y estigmatización que aún continúan padeciendo millones de creyentes LGBTIQ+, familiares y afines, en el seno de la iglesia católica.
Un sistema de moral sexual, represivo y enfermizo, basado en el cumplimiento legalista e hipócrita de normas diseñadas por varones célibes, misóginos y machistas, inspirados en corrientes filosóficas antiguas y medievales que nada tienen que ver con la Biblia. Un sistema moral con el que la iglesia católica lleva manipulando desde hace siglos la conciencia de infinidad de personas, a través del uso de resortes psicológicos y estrategias emocionales, testimonios silenciados, coacciones afectivas, declaraciones ocultas, miedos instintivos, procedimientos sigilosos, conductas encubiertas y un sinfín más de mecanismos engañosos y manipuladores, como el uso del miedo a la condenación eterna, con los que esta institución ha logrado mantener su férreo sistema moral coercitivo.
Y lo ha hecho, apropiándose del discurso sexual y transformándolo en una poderosa arma e instrumento de dominio. Sólo así se explica el hecho de que, después de tantos y tan graves abusos de poder, de conciencia y sexuales cometidos por miembros de la iglesia católica durante décadas, esta no haya llevado ante los tribunales civiles a quienes cometieron tales atrocidades.”
Jesús Donaire