“Hace no demasiadas décadas la subordinación de la mujer al hombre era sangrante en la sociedad o la familia, y el proceso de cambio está en marcha, pero no terminado. Esta no debería ser una reivindicación de las mujeres, sino de todos, como sociedad.
¿Y en la Iglesia? También. Vamos tarde. Desde hace años una «revuelta de mujeres» quiere reclamar igualdad también en nuestra institución. Una igualdad que, sin ser homogeneidad ni identidad, sea igualdad de derechos y oportunidades. Sea compartir responsabilidades en la toma de decisiones. Sea una presencia plural, pero donde todas las personas tengan la posibilidad de encontrar su sitio, sin techos diferentes. Nos podemos perder en la forma, y entonces nos lanzamos a discutir sobre si el lenguaje ayuda o asusta.
Pero no debemos perdernos en ese laberinto, porque si no, nunca será ni el momento ni se darán las circunstancias para una reivindicación legítima. La búsqueda de caminos para que las mujeres tengan más peso en nuestra Iglesia es necesaria y urgente. Quizás sea por vía de desclericalización, de una nueva idea de la sinodalidad, o de la emergencia de estructuras que aún ni imaginamos. Pero trabajar por una igualdad más real es deber y misión para todos, haciendo real aquello de la carta a los Gálatas: «Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28).”
José Mª Rodríguez Olaizola