“En las últimas tres décadas, han cambiado muchas cosas desde entonces en la historia del feminismo en España y en el mundo y también en la vida de las mujeres cristianas, pero mucho menos en la iglesia, que sigue siendo el gran bastión del patriarcado.
El feminismo, o mejor, los feminismos, son una necesidad vital. Son como el despertador de la conciencia de las mujeres y del entramado perverso del patriarcado. Porque el patriarcado no es una abstracción, sino que se concreta en prácticas, creencias, patrones de comportamientos discriminadores y excluyentes hacia las mujeres. Creencias que desgraciadamente siguen vigente en las leyes, en la organización social, en las relaciones, en las instituciones, en las religiones y en las propias conciencias de los varones y también de muchas mujeres.
Ser feminista es sabernos formando parte de una tradición de mujeres que no se conforman con quedar reducidas a la invisibilidad y la subalternidad, que cuestionan y denuncian la naturalización de la pobreza y la violencia contra las mujeres y que saben que las mujeres no podemos ser cuerpos a disposición de los varones y sus intereses, ya sean éstos económicos, políticos, sexuales, religiosos u otros.
Ser feminista es mucho más que luchar por la igualdad, pero la igualdad es el primer paso. Es estar convencida de que la opresión de las mujeres está atravesada por múltiples opresiones como son la raza, la clase social, la orientación sexual y la lógica cultural del colonialismo. Es entender que las mujeres necesitamos liberarnos del patriarcado, pero también los hombres lo necesitan, y aspirar a ser persona-mujer, persona-varón, persona-trans, más allá de atribuciones de género, estereotipos y papeles sociales aprendidos que es necesario desaprender.
Ser feminista cristiana es vivir la tensión de ser extranjera en tierras que nos configuran, pero en las que nuestra presencia siempre resulta incómoda: en la de la iglesia y en la del propio feminismo laico, que no termina de reconocernos en muchos casos por considerarnos un oxímoron. Ser feministas cristianas es, en definitiva, invertir las preguntas y estar convencidas, como diría San Ireneo interpretado con perspectiva de género, que la gloria de Dios es que las mujeres vivamos y lo hagamos en abundancia (Jn10,10) y para ello y por ello nos declaramos en revuelta: La Revuelta de las mujeres en la iglesia.”
Pepa Torres