viernes, 3 de diciembre de 2021

Absolutizar la religión…


“Cuando la religión se absolutiza, todo se desencaja. Lo que no es sino un medio, se arroga cualidad de fin último, haciendo que todo gire en torno a ella. Se hacen presentes el dogmatismo y la exclusión. En esa misma medida, la persona religiosa proyecta en la religión la seguridad con la que sueña.

La religión es una construcción cultural, a través de la cual los humanos han tratado de canalizar, expresar y sostener (consciente o inconscientemente) el Anhelo espiritual que reconocen como dimensión constitutiva de su mismo ser.


En ese sentido, puede decirse que las religiones son interpretaciones o lecturas del misterio mismo del existir. Presentándose en complejas configuraciones, ofrecen caminos y propuestas de sentido. Como dice Javier Melloni, cada religión es un camino hacia el desvelamiento de lo Real.


Sin embargo, todas ellas se ven acechadas por dos graves peligros: aliarse con el poder y confundir su creencia con la verdad. Cuando eso ocurre (y ha ocurrido históricamente en todas ellas), se produce la absolutización de la religión. Lo que era solo una construcción humana y un medio para facilitar la percepción y vivencia del Misterio, se convierte en un fin en sí mismo. En ese preciso momento, la religión se torna peligrosa.


Del mismo proceso de construcción de la religión forma parte la presunción de ser revelada por la Divinidad. A partir de ahí, el paso siguiente es sencillo: si nuestras creencias han sido reveladas, eso significa que son verdaderas; poseemos la verdad. De ahí que el innegable conflicto que supone el hecho de que religiones diferentes tengan la misma pretensión (el conflicto de "verdades" enfrentadas) se haya de resolver forzosamente declarando cada una que todas las demás están equivocadas.


Cuando se habla de "espiritualidad" desde una opción religiosa o confesional, parece inevitable que aquella sea comprendida y explicada a partir de la perspectiva de la propia religión, a la que se le asignará un estatus superior.


En efecto, al dar por sentada la verdad "mayor" de la propia creencia, se entenderá la espiritualidad como la práctica por medio de la cual se busca ahondar en la vivencia de la fe que se ha asumido.


Como consecuencia de este modo de hacer, se adopta un concepto reductor y estrecho de espiritualidad, a la que, intencionadamente o no, se le ha sobreimpuesto el corsé de la religión.”


Enrique Martínez Lozano