“La mujer, por mujer, se siente mal en la sociedad actual. Pero acontece que donde peor está, y se siente la mujer, es nada menos que precisamente en la Iglesia, tan “santa, tan católica y apostólica”.
La Iglesia (institución religiosa y Estados Pontificios), es situación y lugar en la que sus derechos más elementales, como los inherentes a su propio ser, les siguen siendo cuestionados, negados y renegados.
Desde tal situación, dentro de la institución católica, me animo a apuntar estas sugerencias con el objetivo de que la mujer deje de padecer situaciones tan gravemente discriminatorias en relación con el hombre:
Organismos e instituciones estatales civiles, públicas o privadas debieran ya haber organizado efectivas campañas de concienciación e información acerca de cómo son conculcados , y además, “en el nombre de Dios”, tales derechos en los ámbitos femeninos de la Iglesia.
La ley canónica, que les impide compartir las mismas responsabilidades que el varón, precisa de una denuncia por parte de las autoridades civiles, en un Estado mínimamente democrático.
Algo que afecta de lleno y sustancialmente al ser y al ejercer de personas, libres e independientes, no es posible escatimárselo y negárselo a la mujer por mujer. Menos aún, cuando dentro de la misma Iglesia, profesionales del ramo de las Ciencias Sagradas (Teología y Biblia) están convencidos de que la marginación que sigue padeciendo la mujer es una rutina más, alentada por intereses humanos.
A la mujer es preciso abrile ya de par en par las puertas de todas las responsabilidades eclesiales, por su condición de persona, en seguimiento del comportamiento que Jesús mantuvo con ellas.”
Antonio Aradillas