“¿Somos portadores de la Buena Noticia de Jesús, de su Vida y Mensaje liberadores, o los hemos subordinado a otros propósitos, intereses y objetivos?
No veo que dentro de la cristiandad haya una disponibilidad general a entender la Cena de Jesús (que hoy llamamos Misa o Eucaristía) tal como El la vivió y nos la quiso transmitir. Y de ser esto verdad, el reto que se nos plantea es enorme: cómo reintroducir en los ámbitos más relevantes de la vida cristiana (catequesis, liturgia, derecho, teología, pastoral, espiritualidad, ética individual y pública) la visión originaria de Jesús, hoy tan alejada y desfigurada, y que en opinión de todos, debiera inspirar y dinamizar nuestra vida.
En la Iglesia se dan dos clases de miembros: la de los clérigos o sacerdotes y la de los laicos, correspondiendo a los sacerdotes la representación y gestión del mundo sagrado y a los laicos la del mundo profano. Esta visión dualista se apoya :
1º) En creer que la realidad es profana sin que por sí misma le sea dado conectar y relacionarse con lo sagrado.
2º) Sobre ella, estarían los sacerdotes, que sí son sagrados y son los encargados de asegurar y gestionar la relación del mundo profano con lo Sagrado por excelencia: Dios.
La teología admite que la realidad creada, toda ella obra de Dios, es sagrada. Por lo tanto, no sería congruente atribuir a la externa ayuda sacerdotal el poder de transfigurarla en sagrada. Sería un invento, que no tiene cabida en la enseñanza del Nuevo Testamento.
El sacerdote al estilo antiguo, (judío y de otras religiones) era un Mediador entre Dios y los hombres, que relacionaba la realidad profana con Dios y le confería valor sagrado. Un sacerdocio extraño, que nace no de la realidad misma, sino de afán humano de auto-otorgase un nivel suprahumano, por superior contacto con Dios.
Jesús fundó otro tipo de sacerdocio, que sería común a todos sus seguidores.
Los que nos llamamos cristianos lo somos porque hemos elegido seguir a Jesús.
Dios no establece clases y nos ama a todos por igual y Jesús, su enviado, presente entre nosotros, nos dice que todos podemos amar a Dios como él, todos tenemos vocación de santidad.
Todos participamos del sacerdocio de Jesús. Dicho sacerdocio es único(¡único!) y no es uno en los laicos y otro distinto en los clérigos.”
Benjamin Forcano