jueves, 16 de julio de 2020

Una claridad que la iglesia no quiere ver...




Está muy claro el mensaje del Evangelio, pero la institución eclesiástica haciendo la lectura que más le conviene para seguir manteniendo su estatus de poder a través de una organización y unas normas que le permitan gozar de sus privilegios, como su autoproclamada autoridad sagrada y estar en posesión de la voluntad divina. Todo ello ejercido por la casta del clero, con sus prerrogativas  y condiciones especiales. 

Intereses institucionales que necesitan, para seguir ejerciendo su autoridad humana y divina, mantener a la gente en una fe infantil y dependiente, obediente y acatadora de normas eclesiásticas  y discursos clericales. Una fe de cultos anquilosados y rituales muy mal “ventilados”. Una fe de muy poco fondo de coherencia evangélica, pero con mucha pía reverencia en los escenarios de procesiones, novenas, escapularios y otros espectáculos  con un rancio olor a naftalina... El aroma que parece ser el que más conviene a la institución clerical católica.

Una lástima!

Con thomas Merton, y más