Está muy claro el mensaje del Evangelio, pero la institución eclesiástica haciendo la lectura que más le conviene para seguir manteniendo su estatus de poder a través de una organización y unas normas que le permitan gozar de sus privilegios, como su autoproclamada autoridad sagrada y estar en posesión de la voluntad divina. Todo ello ejercido por la casta del clero, con sus prerrogativas y condiciones especiales.
Intereses institucionales que necesitan, para seguir ejerciendo su autoridad humana y divina, mantener a la gente en una fe infantil y dependiente, obediente y acatadora de normas eclesiásticas y discursos clericales. Una fe de cultos anquilosados y rituales muy mal “ventilados”. Una fe de muy poco fondo de coherencia evangélica, pero con mucha pía reverencia en los escenarios de procesiones, novenas, escapularios y otros espectáculos con un rancio olor a naftalina... El aroma que parece ser el que más conviene a la institución clerical católica.
Una lástima!
Con thomas Merton, y más