jueves, 11 de junio de 2020

Somos cuerpo de Dios...




“Cuando se instituyó la Fiesta del Corpus Christi hace casi 800 años, no existían todavía las ciencias modernas, ni en la Iglesia católica se toleraba la libertad de opinión. Pensaban que Dios era un Ente Supremo, otro y distinto de todos los entes del Cosmos, y que el cuerpo de Jesús de Nazaret era, en todos los tiempos de todo el universo, el único cuerpo o la única encarnación verdadera de Dios. Y creían que “el cuerpo y la sangre” de Jesús se hacían milagrosamente presentes en el pan y el vino transustanciados gracias a las palabras de consagración pronunciadas en la misa por el sacerdote. Y se contaban leyendas de hostias consagradas de las que brotaba sangre. Honraban el cuerpo de Jesús, pero despreciaban el cuerpo humano, su “carne pecadora”. Condenaban sus pobres placeres, sobre todo los de la gente más pobre.


Celebremos el Corpus de otra forma. Celebremos nuestro cuerpo, tan maravilloso y vulnerable. Cuidemos el cuerpo, sin torturarlo con nuestras obsesiones, sin someterlo a la esclavitud de nuestras modas y miedos. Respetemos como sagrado el cuerpo del otro, sin apropiarnos de él. Sintamos como propio el cuerpo del hambriento, del torturado, del refugiado enfangado o repatriado o ahogado en el mar, de la mujer violada, maltratada, asesinada. Es nuestro cuerpo. Es el cuerpo de Jesús. Es el cuerpo de Dios.


Sí, cuerpo de Dios. Dios no es un ser incorpóreo separado del mundo. No es mundo, pero no es sin mundo. Dios es como el latido íntimo, la energía originaria, la creatividad inagotable, la posibilidad infinita, la luz de la conciencia, el poder del bien, la comunión universal, la Presencia plena en cada parte en un mundo en eterna evolución. Dios es como el Alma o la Conciencia o el Todo o el Infinito emergente, que es infinitamente “más” que la suma de todas las partes que forman el mundo.


El mundo es realidad abierta a posibilidades infinitas. Y Dios es la apertura del Infinito en un mundo abierto. O el Futuro Infinito presente más allá de nuestras categorías espaciales y temporales. Es. Son metáforas de Dios. Dios es como el alma del mundo y todo el mundo es como cuerpo de Dios. No hay Dios sin cuerpo, ni cuerpo sin Dios. Somos en El/Ella. Es en nosotras/os, infinitamente más que un Tú separado. Toma cuerpo en el trigo que espiga o en la viña que florece en los campos de Olite, en la promesa de amor o en la oración del peregrino en la ermita de Eunate.


Y en ti, amiga, amigo, en tu cuerpo que eres tú, tan efímero pero habitado por el  

Infinito, el Eterno. Tú también, como Jesús, en comunión con todo el universo en movimiento y evolución, eres cuerpo de Dios. El Infinito se manifiesta y emerge de ti. Acoge su misterio, déjate acoger por el Infinito en ti, deja que suba desde el fondo de ti la voz que te dice: “Te amo”. Haz que Dios sea y entonces serás. Sé cuerpo, metáfora de Dios. Celebra, cuida, sé cuerpo de Dios, epifanía carnal de la Ternura infinita.”


José Arregi