“A veces los momentos en que despertamos al verdadero yo constituyen experiencias muy intensas tras las cuales jamás podemos volver a ser los mismos.
Sin embargo, a menudo estos momentos de despertar son vislumbres sutiles y delicados que nos acontecen de las formas más diversas. Esos suaves asomos íntimos a nuestro verdadero yo en ocasiones sobrevienen en medio de la naturaleza, recostados sobre la tierra y viendo pasar las nubes en lo alto, o tal vez al inclinarnos para apreciar la fragancia de una rosa de color intenso, o en la soledad de la noche, al escuchar el sonido de la lluvia desde el interior de la casa.
O quizás el verdadero yo haga su irrupción en esos momentos en que las personas que se aman se pierden para encontrarse en una unidad oceánica que escapa a su comprensión.
Somos seres espirituales creados por Dios a su imagen y semejanza. Y es esa identidad, otorgada por Dios, la que en cualquier momento puede asomar en la inmediatez íntima de nuestra conciencia cotidiana.
En nuestros momentos de despertar espiritual se nos conceden atisbos súbitos de nuestro yo verdadero como un misterio unitivo que es a un tiempo todo lo que Dios es y lo que somos nosotros en el fondo de nuestro ser.”
James Finley