“En el fondo el amor es el núcleo de toda religión. El amor del que se trata aquí no tiene nada que ver con la moral. No conoce el “debes” y el “tienes que”. Porque la persona que experimenta la vida en las cosas y en sí misma, ya no dañará a los demás. Tendrá una postura de veneración ante todo lo viviente. Al amor verdadero no le queda más remedio que actuar así, porque experimenta la unidad de la vida y el daño que haría a otro, se lo haría a sí mismo.
El amor es la carta magna de toda religión. El amor debería ser el distintivo de los miembros de una religión. El amor nos convierte en seres humanos. Somos responsables de lo que irradia de nosotros, y siempre irradia algo de nosotros: benevolencia, animadversión, odio, compasión, amor. El amor no comienza con la palabra y el abrazo, comienza en nuestros pensamientos y sentimientos. Es una ocasión maravillosa para nosotros.
El amor es la ley de la construcción del mundo. Quien no sabe amar, quien no sabe abrirse, no podrá establecer un intercambio con otros. El amor es la condición previa para todo crecimiento y maduración. Quien no establece intercambios afectuosos, no podrá crecer. Quien ama, recibe. El amor es como el eco de la voz contra una pared. Resuena cuando emito la voz. El amor cura. Parece que el amor cura más que todos los demás remedios. El amor es la mejor medicina, y no sólo en sentido figurado.
Al final de nuestra vida no contarán nuestros méritos y obras. Nos tendremos que enfrentar sobre todo a la pregunta sobre cuánto hemos amado. No se nos preguntará si fuimos católicos, protestantes, budistas o de cualquier otra confesión. Se nos preguntará cuánto hemos amado. Este es el mensaje de todas las religiones.”
Willigis Jäger