“Las religiones surgen como propuestas de valores morales para fomentar la convivencia y traducir cívicamente las ideas de trascendencia y, por lo tanto, se desarrollan con el pluralismo, la libertad y el respeto por la diferencia como base.
El cambio del diálogo al anatema y la contraposición entre las diferentes religiones se debe a la intervención del poder en la gestión y la orientación de las religiones. Cuando adquiere carácter institucional, el poder se apropia de ella y la utiliza como arma en los conflictos que tiene con otros poderes.
Solo una Iglesia sin poder puede ayudar a liberar a quienes el poder niega su dignidad y su derecho a vivir.
Solo un Dios encarnado en los basureros de la historia puede contribuir a liberar a los pueblos oprimidos y a las personas empobrecidas enfangados en la basura generada por la gente satisfecha.
Solo un cristianismo en defensa de la vida de quienes la tienen más amenazada puede luchar contra la necropolítica.
De lo contrario, Dios, la Iglesia y el cristianismo seguirán legitimando los diferentes sistemas de dominación: capitalismo, patriarcado, colonialismo, racismo, xenofobia, supremacismo, imperialismo, fundamentalismos, dictaduras, aporofobia, depredación de la naturaleza, etc.”
Juan José Tamayo