"El paradigma teológico oficial de la Iglesia es insostenible. Solo podrá ser mantenido en círculos marginales y cerrados, fundamentalistas más o menos agresivos.
Si la Iglesia quiere anunciar hoy lo que Jesús anunció, si quiere ofrecer a los hombres y mujeres de hoy la liberación y la curación que Jesús les ofreció, debe hablar en otra lengua, en otro paradigma. Pero no se trata solo de traducir sus palabras viejas a una lengua nueva, como se hace en un diccionario. Se trata más bien de situarse en el mundo de otra manera: de mirar y de vivir y de relacionarse con todos los seres con un corazón y una mente distinta. Es necesario abrazar otro paradigma.
En ese nuevo paradigma, es preciso revisar y reinterpretar a fondo el concepto mismo de dogma y todos los dogmas, si realmente queremos que anuncien algo comprensible y sanador a los hombres y a las mujeres de hoy.
Es indispensable superar la imagen de un Dios Ente supremo, separado y omnipotente, que interviene en el mundo desde fuera y en ocasiones, cuando quiere, de modo “milagroso”.
Es necesario superar el exclusivismo cristiano, que entiende a Jesús como la única revelación y encarnación plena de Dios en el mundo. Es urgente entender su “divinidad” como realización de la humanidad o de la bondad, sin querer medirla ni compararla con nada, con nadie.
Es urgente aplicar los principios democráticos a todos los niveles de la Iglesia y en todas sus instituciones.
Es inaplazable reconocer la igualdad de la mujer en la Iglesia a todos los efectos en todo lo que tiene que ver con la distribución del poder y de las funciones.
Es imprescindible aceptar que todas las normas morales, en cuanto normas concretas, son relativas y cambiantes; es imprescindible, en concreto, revisar por entero todos los planteamientos relacionados con la sexualidad (divorcio, homosexualidad…) o referidos a la vida (investigación genética, métodos de reproducción, métodos de contracepción, control de natalidad, aborto, eutanasia…).
Es imperioso, en esta sociedad pluralista en que vivimos, asumir el principio de una sociedad laica, es decir, plural, en todos los campos ligados a la convivencia pública.
Y es preciso asumir a todos los niveles el no saber, la complejidad y la incertidumbre como rasgos constitutivos de nuestra cultura, así como su corolario básico, el pluralismo, y la exigencia fundamental del pluralismo: el diálogo."
José Arregi