lunes, 23 de mayo de 2022

En la espiritualidad, tampoco renuncies a tu mayoría de edad…



 “Reflexionaremos sobre algunos obstáculos que encontramos habitualmente  en la tarea de pensar por nosotros mismos.

Hoy en día los obstáculos externos bien se pueden sintetizar en la expresión “tutores”: son aquellas instancias o personas que toman sobre sí la tarea de superintendencia; que no promueven nuestra plena emancipación; que debilitan nuestra confianza en nuestro criterio; que exageran y dramatizan los errores de seguir el propio camino; que nos intimidan de forma obvia o sutil cuando nos apartamos de sus directrices.


Un ámbito en el que abundan esos “tutores” es el religioso. Frente a la genuina educación espiritual, la que favorece el cultivo de la sensibilidad hacia lo profundo tal como se manifiesta en nuestra propia interioridad, la instrucción religiosa ha promovido, con demasiada frecuencia, actitudes y consignas que van en dirección opuesta a la que define nuestra mayoría de edad.


Por ejemplo, se nos invita a tener fe, pero no entendida como confianza en nuestro propio fondo, que es uno con el fondo de la realidad, sino como asentimiento a dogmas y doctrinas. Hay quienes se erigen como mediadores entre nosotros y lo divino, quienes afirman conocer cuál es la voluntad de Dios para nosotros y quien sostiene que sus palabras deben ser asumidas como infalibles.


Desde el momento en que la obediencia se consideró virtuosa, la sumisión, la debilidad y la impotencia se equipararon con la bondad, y la confianza en sí mismo, con la soberbia y la perdición espiritual. 


La renuncia al ejercicio del propio discernimiento en el ámbito más íntimo, el de la vida espiritual, constituye un punto ciego estructural que propicia que también se incurra en esa abdicación en otras esferas de la vida. 


La actitud que alumbra y sostiene la genuina vida espiritual no es la fe entendida en su acepción degenerada, como aceptación de creencias, sino la fe entendida como confianza incondicional en lo Superior tal y como se revela en su lugar privilegiado de expresión: nuestra propia interioridad.”


Mónica Cavallé