domingo, 9 de enero de 2022

El Reino de Dios no tiene límites eclesiásticos…



 “La lucha de Jesús por el Reino de Dios no hizo de él un hombre eclesiástico, beato, religiosista, encerrado en los estrechos límites de lo convencionalmente religioso. Al contrario: el Reino de Dios lo arrancó de las preocupaciones domésticas, de los planteamientos religiosos tan legalistas de su tiempo, de las limitadas perspectivas judías... El Reino de Dio lo condujo a la vida, a la profecía, a la plaza, a las masas, al dolor humano, a la historia, al conflicto público, a la confrontación con el Imperio y el Templo... 

Todos los que hoy hablan de Reino de Dios pero que a la vez lo domestican hasta confinarlo a los límites de lo estrechamente eclesiástico o religiosista, debieran considerarlo.


En tiempos de crisis de utopías y de esperanzas como los actuales, es normal que el cristianismo sienta la tentación de refugiarse en alguno de los antedichos sucedáneos del Reino de Dios , que le permitan (supuestamente) autoeximirse de la utopía y de la esperanza. Siempre esa tentación ha estado presente; pero hoy es quizá la tentación dominante.


Dios mismo ha sembrado en los corazones de todos los humanos la intuición de una nueva tierra, y nos ha revelado explícitamente ese su proyecto en Jesús, con el nombre de Reino de Dios. Lo que Dios nos pide es en síntesis transformar la historia en la línea de la construcción de esa utopía de Dios.


Vivir el cristianismo históricamente, como una praxis creyente de transformación histórica a la búsqueda de la utopía del Reino de Dios, no es una de las formas como se puede vivir el cristianismo, sino la forma como lo vivió Jesús, y, en ese sentido, la única forma que da sustancia cristiana a la religión y a cualquier pretensión de seguimiento de Jesús.”


José Mª Vigil