“Desde el punto de vista de una teología sana y coherente no se puede hablar de lo natural y de lo sobrenatural, de lo humano y lo divino, como dos planos separados y, menos aún, como dos realidades contrapuestas y enfrentadas la una a la otra, sea cual sea la explicación que se le quisiera dar a semejante separación y enfrentamiento.
Todo el dinamismo humano, ya desde esta vida, está radicalmente invadido, penetrado, transido por lo sobrenatural y lo divino.
Una espiritualidad que sigue a Jesus, nos lleva a actuar en su linea: se puso absolutamente de parte de todas las víctimas del sufrimiento humano, fuera cual fuera la razón de ese sufrimiento.
Esto es lo que explica por qué Jesús se enfrentó a una religión, a unos sacerdotes, a una institución sagrada que, en lugar de aliviar el sufrimiento humano, lo que hacían era provocarlo y agravarlo.
Esa es la espiritualidad que nos hace cada día más libres y más disponibles, en definitiva, más humanos. Para así intentar, en la medida de nuestras posibilidades (las de cada cual), disminuir y aliviar el sufrimiento de tantas víctimas del egoísmo, de la injusticia, de la opresión, de la insolidaridad y de la deshumanización, cosas que por todas partes brotan en este mundo.”
José María Castillo