jueves, 11 de marzo de 2021

Demanda de igualdad y equidad en la iglesia...


“La equidad es la expresión práctica de la sinodalidad y la sinodalidad es la clave del cambio de un modelo eclesial piramidal y jerárquico a un modelo circular y asambleario. Sí, necesitamos una Iglesia mucho más asamblearia, donde se decidan cuestiones desde el consenso y el sensus fidei de la comunidad.

Aunque la demanda de las mujeres católicas en concreto, y de las cristianas en general, tiene que ver con la equidad dentro de la Iglesia, es decir, con el reconocimiento de la pluralidad de las mujeres y su participación en la iglesia conforme a sus distintas vocaciones, lo cierto es que nos encontramos en un paso anterior.


El primer nivel de cambios eclesiales, que sería el reconocimiento de la igualdad de hombres y mujeres, no se ha producido todavía. Ni siquiera hemos llegado a los mínimos. La igualdad se da muy puntualmente, porque no se ha tocado el principal problema que la bloquea que es la estructura eclesial dominada por los varones célibes. Sin la intervención en este tema estructural, todas las reformas parciales pueden quedar invalidadas, incluida la igualdad entre hombres y mujeres. Y de ningún modo se podrá acceder a un segundo nivel de cambios eclesiales en donde la reivindicación de la equidad se pueda realizar plenamente.


Por ello, no podemos hablar hoy todavía ni tan siquiera de la «unidad en la diversidad» de la que tanto hablamos cuando definimos la sinodalidad, si no afrontamos estos dos niveles de cambios eclesiales.


Que las mujeres cristianas, salgan a la calle o a sus balcones o a las redes sociales a reivindicar la equidad en su iglesia es un acto legítimo de sinodalidad que debería ser apoyado por sus comunidades y también por la institución. Porque con ello ejercen el don de la profecía de nuestro tiempo recordándonos que la conversión real e histórica de la Iglesia solo se puede dar si «la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea».


Desde la palabra profética de las mujeres, la propuesta de católicas y teólogas feministas es realizar juntos (y vuelvo a decir bien «juntos», hombres y mujeres) una deconstrucción de una eclesiología basada en una jerarquía de poder, seguida de una construcción de una eclesiología de comunión comprometida y ecológica, a través de la descentralización y democratización de la organización de la Iglesia teniendo en cuenta la realidad del siglo XXI que pasa, inevitablemente, por las mujeres.”


Silvia Martínez Cano