“Los más recientes estudios muestran que la mística no es una experiencia pasiva sino que compagina intelecto y afectividad, razón y sensibilidad, experiencia y reflexión, facultades de pensar y amar, teoría y práctica transformadora.
Coincido con Metz en que el cristianismo, ha sido históricamente una religión más sensible al pecado que al dolor de las víctimas. Es necesario invertir las prioridades: el dolor antes que el pecado o, por mejor decir, el dolor causado por el pecado de causar víctimas y de olvidarse de ellas. No hay más que abrir el Evangelio, la primera biografía del cristianismo, para comprobarlo en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, indignado con las injusticias y compasivo con quienes las padecen en su propia carne.
El cristianismo es una religión mística no solo como experiencia espiritual, sino como experiencia política; no una mística sin rostro, sino buscadora de rostros, de los rostros de las personas y colectivos humanos doloridos y sufrientes. Una mística que tiene su fundamento en la autoridad de las víctimas y su fuerza en la compasión, caracterizada por el hambre y la sed de justicia.
Una mística inconformista y no evasiva de la realidad, que tiene una dimensión crítico-pública e incide directamente en la vida política al servicio del bien común.
La mística es una experiencia fundamental de las religiones y un camino –quizá el mejor camino- para la superación de los fundamentalismos, que constituyen hoy una de las más graves patologías de las religiones. Como acabo de afirmar, la mística es inseparable de la lucha por la justicia. Un ejemplo es la experiencia de la pensadora francesa Simone Weil, que vivió la experiencia mística trabajando en cadena en una fábrica de coches en solidaridad con los sectores más vulnerables de la sociedad.
La mística debe tratada desde la perspectiva feminista, integradora de las diferentes experiencias religiosas y laicas, que responda a los desafíos de nuestro tiempo, compagine teoría y práctica liberadoras, trabaje por la justicia y contribuya a construir una sociedad fraterno–sororal y una comunidad eco-humana sin exclusiones.
¿Es posible hablar de mística, vivir místicamente hoy? Sí, pero con una condición: ponerse del lado de las víctimas que generan los diferentes sistemas de dominación: capitalismo, patriarcado, colonialismo, terrorismo global, racismo, supremacismo, fundamentalismos, depredación de la naturaleza, aporofobia.”
Juan José Tamayo