jueves, 2 de julio de 2020

Religiosidad de la fe inmadura...





“Muchos fieles adultos no poseen otra formación en la fe sino la que recibieron en la infancia. La fe necesita de alimento sólido. No se puede nutrir adultos con papilla de bebés. 


Hoy en día, los estudios bíblicos están de tal modo avanzados que muchos fieles, tal vez, se sentirían abrumados en su fe si enfocaran los relatos evangélicos a la luz de las investigaciones más recientes y desprovistos de envoltorios míticos. La avalancha devocional recubrió de tal modo los personajes bíblicos tanto como al propio Jesús, que queda difícil de aproximárseles como humanos. 


Aún hoy, algunos cristianos creen en un Dios cruel que, ofendido por nuestros pecados, exigió que su ira divina fuese aplacada por un sacrificio igualmente divino; ¡La muerte de su hijo en la cruz! ¿Qué tipo de padre se complace en ver a su único hijo crucificado?


Todos sabemos cómo Jesús perdió la vida: Asesinado. ¿Por qué? ¿No era él una persona tan buena, espiritualizada, que “pasó la vida haciendo el bien”, como dice el evangelista Juan? ¿Quién podría querer matarlo?  


Ahora bien, Jesús no tenía nada de esa figura angelical alimentada por efluvios piadosos. Él era “señal de contradicción”. Se posicionó del lado de los que sufren injusticias. Denunció a los ricos y a las autoridades de su tiempo. Incomodó a los opresores. No admitió que se especulase con dinero en el Templo, la casa de Dios reducida a “cueva de ladrones”.      


Por eso mismo fue asesinado por dos poderes políticos, el romano y el sanedrín judío. Pilatos y Caifás. Murió como prisionero político. Nada de eso interesa a quien corrompe el Evangelio y retacea su contenido para alimentar una religiosidad de consolación, y no de compromiso; de evasión, y no de militancia, de fuga de “este valle de lágrimas” y no de inserción amorosa y liberadora en el mundo.”  


Frey Betto