viernes, 24 de julio de 2020

La mujer va dejando atrás la sumisión al poder eclesiástico y exige igualdad en la iglesia...




“El Colectivo Todos Apóstoles está compuesto por mujeres comprometidas con la Iglesia y apoyadas por una diversidad de bautizados. Este colectivo pretende vincular a las personas y movimientos de laicos comprometidos por la igualdad de las mujeres en la Iglesia, porque la ausencia de mujeres en puestos de responsabilidad (ya sea en el gobierno de nuestras parroquias, nuestras diócesis, el Vaticano o como ministros ordenados) es tanto un escándalo como un contra-testimonio de la Iglesia. Esta inmensa injusticia no es un problema menor, sino que afecta a todo el cuerpo eclesial.


La discriminación contra las mujeres es una de las más visibles y violentas. Para que la Iglesia pueda cumplir su misión, debe permitir a las mujeres el acceso a los diversos ministerios ordenados, así como a las altas responsabilidades de la institución, incluso con el fin de apoyar estas reformas indispensables para una sinodalidad efectiva del poder, que es responsabilidad de todos los bautizados.


No nos equivoquemos: el hecho de que las mujeres puedan ser ordenadas no confirma un funcionamiento jerárquico. El acceso de las mujeres a los ministerios y responsabilidades cuestiona precisamente la actual estructura de gobierno de la Iglesia, el significado de la ordenación así como el significado de la igualdad entre mujeres y hombres bautizados.


El obstáculo para abrir estos ministerios y organismos a las mujeres, y más ampliamente a la ordenación, no es ni teológico ni espiritual, es político y cultural.


Largas y dolorosas han sido las décadas durante las cuales las mujeres católicas bautizadas han pedido educadamente una verdadera igualdad dentro de su Iglesia. No se tienen en cuenta, apenas se escuchan. Se nos pide que nos conformemos con una nueva comisión sobre el diaconado de las mujeres, mientras que la anterior fracasó en 2016 e incluso sus propios miembros no creen en su resultado favorable.  Y todavía se nos pide que seamos pacientes. Pero hoy, ante la urgencia de la situación de nuestra Iglesia, no tenemos más remedio que afrontar estos obstáculos.


Y esto no es una tarea pequeña: el silencio de las mujeres en la Iglesia durante siglos aún persiste de manera difusa. Muchas de las mujeres que hemos conocido no se atreven a solicitar la afiliación por miedo a perder sus trabajos de enseñanza en los institutos católicos o ser marginadas en sus actividades parroquiales y diocesanas.


La multiplicidad de escollos a los que se enfrentan las mujeres revela profundos desafíos para la Iglesia: la ruptura de la partición clerical-laica; una estructura de gobierno excesivamente vertical y poco transparente; la confusión entre el poder, lo sagrado y lo masculino; el acoplamiento entre las funciones sacerdotales y las funciones ejercidas en los órganos de decisión; y la discriminación de las personas por su género o estilo de vida.”

(Fragmentos del Manifiesto del Colectivo Todos Apóstoles)



La mujer, cada vez con más formación teológica y menos dependencia psicológica de un paternalismo clerical, va dejando atrás la sumisión al poder eclesiástico y exige igualdad en los ministerios y participación con voz y voto en en los órganos de dirección y gestión eclesiales. Es momento de que las mujeres se nieguen a ser utilizadas en las parroquias, por el clero de turno, solo a la realización de tareas pseudo domésticas, decorativas y subalternas...