viernes, 19 de junio de 2020

La salud de la fe urge a una revisión de las devociones piadosas...




“En la festividad litúrgica dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, no estarán de más algunas de estas sugerencias:


Los místicos de la Edad Media, sobre todo, alemanes, cultivaron de lleno esta devoción, que en el siglo XV alcanzó gran difusión en el pueblo. Pero fue en el siglo XVII cuando se reconoció oficialmente en la sagrada liturgia. En ello intervino muy directamente santa Margarita María Alacoque, nacida el 25 de julio de 1647 en la Borgoña francesa, y cuya “vida y milagros” se pierde encielada entre las pliegues de la “leyenda áurea”, con datos tales como el de que “a los cuatro años de edad, con plena conciencia y capacidad de asumir los correspondientes compromisos”, efectuó el voto de consagrar a perpetuidad su castidad a Dios. Muerto su padre, -“notario de gran prestigio en la región”, como refieren las crónicas--, ingresó la hija en un monasterio de clausura, y “el día 27 de diciembre de 1673 se le apareció Jesús, después de haberlo hecho repetidamente la Santísima Virgen María”.


En apariciones posteriores, y siguiendo con puntualidad las narraciones de la santa, cuya festividad celebra la Iglesia el 16 de octubre, le dictó las “doce promesas, que se compromete a cumplir Jesús a favor de los devotos de su imagen y advocación del Sagrado Corazón”. De entre las mismas, es imprescindible citar “mi presencia a la hora de la muerte, el premio del cielo, la protección para todas sus empresas, grabar en mi corazón el nombre de mis seguidores” y, para quienes “comulguen los primeros viernes de nueve meses seguidos, sin interrupción, mi corazón será su refugio en el ultimo momento”.


Por mi parte, y aquí y ahora, tan solo me limito a sugerir que, a la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, tal y como se nos sigue presentando y manteniendo, le falta más teología, sobrándole buenas dosis de alegorías, leyendas, promesas y revelaciones “místicas” o de las otras.


Y también, el himno de la devoción popular está más que sobrado de adjetivos rituales y ceremoniosos, con ausencia de ideas relativas al prójimo, y de nombres substantivos: “¡Corazón santo, Tú reinarás/, Tú, nuestro encanto, siempre serás/. Jesús amante, Jesús piadoso/, dueño amoroso, Dios de piedad/, Vengo a tus plantas , si Tú me dejas/, humildes quejas a presentar…”


Hay que reconocer con humildad que los autores de la letra, al igual que los de las imágenes- estampas melífluas y dulzonas, no estuvieron suficientemente inspirados cuando decidieron la redacción, predicación y evangelización tan sagrada, con la intención de desvelar y festejar algunos de los infinitos latidos de la devoción todavía tan del aprecio de parte del pueblo de Dios…


Buena oportunidad la que nos brinda la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús en el primer año del “coronavirus”, profundizando en su innegable capacidad sanadora de “sede de la inteligencia , de la voluntad y de los sentimientos”! Con lo del “reinado” y lo del “encanto”, apenas si pueden dar más de sí las estrofas, aún cuando sean tan piadosas y crédulas las intenciones.


Multitud de cantos “religiosos se hallan ayunos de arte y de teología, con absoluto abandono, o embarullamiento, de corcheas, de semicorcheas, de fusas y de semifusas…”


Antonio Aradillas