viernes, 5 de junio de 2020

Cuidar la espiritualidad...


“Cuidar de la espiritualidad es cultivar una actitud de apertura permanente ante cualquier realidad. Es estar disponible al nudo de relaciones que es uno mismo. Es vivir concretamente la transcendencia.

La espiritualidad pide silencio. Silencio no es no decir nada, sino abrir espacio para que pueda ser oída otra palabra que viene de lo más profundo de nosotros mismos, de la conciencia, del propio Dios que nos puso en este mundo.

El cuidado del espíritu implica no colocar trabas en el encuentro con el otro. Vivir espiritualmente es acogerlo. El cuidado del espíritu lleva a cultivar la bondad, los buenos deseos, la solidaridad, la compasión y el amor. Estos son los valores que constituyen la sustancia de la espiritualidad, que nos acompañan a lo largo de la vida y que llevamos más allá de la muerte.

Cuidar del espíritu es abrirse al misterio del mundo y al misterio mayor que es Dios. La espiritualidad no puede reducirse a leer y pensar sobre Dios, hay que sentirlo en el corazón, poder dialogar con él y escuchar su voz que viene de todas las cosas. Es importante dar el paso de la cabeza al corazón, porque es el corazón el que siente, venera y ama a Dios. El resultado de este cuidado es vivir la vida como quien se siente en la palma de la mano de Dios.

Cuidar del espíritu implica también cuidar del ambiente social, cuidar de los otros para que la atmósfera que nos rodea no se vuelva inhumana.

En este campo hay mucho que hacer, empezando cada cual consigo mismo, y reforzando todas aquellas iniciativas que representan alternativas y semillas de una nueva forma de habitar la Casa Común.

El cuidado, en su núcleo esencial, exige otro tipo de paradigma de civilización en el cual no impera el capital material y la acumulación de bienes sino en el que el capital humano-espiritual será un eje central, capaz de dar un rostro más humano y fraterno a la convivencia humana, con los otros y con la naturaleza.”

Leonardo Boff