“El cristianismo (como también les ocurre a otras religiones), por una presunta fidelidad a sus orígenes, se ha quedado muy atrasado con respecto a la cultura y a los acontecimientos que estamos viviendo. Baste pensar, por poner un ejemplo, en lo que ocurre con la liturgia y en la celebración de los sacramentos. Mucha gente no sabe que esas ceremonias, tal como han llegado hasta nosotros, en su lenguaje, sus vestimentas, sus rituales y la justificación ideológica de su contenido, en muchos de los aspectos que los fieles perciben, son costumbres y tradiciones medievales.
Por no hablar de los templos, catedrales, palacios y otras solemnidades, que le hicieron decir a san Bernardo, en un escrito dirigido al papa Eugenio III (s. XII), que, revestido de seda y oro, en su caballo blanco, parecía más el sucesor de Constantino que el de san Pedro. Y sabemos que la religión, que hoy tenemos, es el residuo anacrónico de aquellas vanidades.
Y lo peor del caso es la mentalidad (o sea, la teología) que justifica esas cosas. Una teología que, en no pocos tratados y cuestiones, ni afronta, ni responde, a los grandes temas que ahora interesan a la mayor parte de la sociedad. Por eso insisto, una vez más, en la necesidad apremiante, que tenemos, de recuperar la centralidad del Evangelio en la organización de la Iglesia y en la vida de los cristianos.
Es evidente que a los hombres de la religión les resulta más cómodo y lucrativo celebrar ceremonias, ritos y liturgias, que enfrentarse a una política y una economía que se interesa más por el poder que por la salud para todos por igual.”
José Mª Castillo