“A la vista de las grandes brechas abiertas en el mundo entre ricos y pobres,
hombres y mujeres, personas “nativas” y “extranjeras”, pueblos colonizados y potencias colonizadoras, de tamañas situaciones de injusticia estructural, del crecimiento de la desigualdad, de las agresiones contra la tierra, contra los pueblos originarios, contra las mujeres, contra la memoria histórica y a favor del olvido: feminicidios, ecocidios, epistemicidios, genocidios, biocidios, memoricidios, ¿se puede seguir hablando de mística con un discurso que no sea alienante y unas prácticas religiosas que no sean estériles?
Las preguntas se tornan más urgentes y radicales todavía tras las dramáticas
imágenes que vemos a diario en televisión de personas migrantes, refugiadas y
desplazadas que quieren llegan a nuestras costas surcando el Mediterráneo o saltar las vallas con concertinas y mueren en el intento por la insolidaridad de la “bárbara”
Europa llamada “cristiana” o que, procedentes de los países centroamericanos
empobrecidos por el voraz y salvaje capitalismo, son detenidas en la frontera de Estados Unidos y separados los niños y niñas de sus padres y madres. O en los campos de refugiados donde viven hacinadas decenas de miles personas en condiciones infrahumanas, las mujeres son abusadas, muchos niños y niñas deambulan solos y desnutridos y a todos se les ha robado la esperanza y el futuro, muy difíciles de recuperar.
¿Es posible hablar de mística y ser místicos y místicas en un mundo construido
sobre el sistema de dominación patriarcal que inferioriza a las mujeres, naturaliza dicha inferioridad, ejerce la violencia machista de manera sistemática e incluso la justifica a partir de la masculinidad hegemónica y, en el caso de las religiones, de las
masculinidades sagradas, que dicen representar a Dios? En medio de la dictadura del patriarcado, ¿no se corre el peligro de convertir la experiencia mística en evasión de la realidad y el discurso sobre la mística en música celestial?
¿Cómo pueden pensar y vivir la mística las mujeres en las instituciones
religiosas donde con frecuencia imperan las estructuras patriarcales, se elaboran
discursos androcéntricos, se impone a las mujeres una moral de esclavas, se niega su corporalidad y no se las reconoce como sujetos morales, religiosos y teológicos
autónomos?.”
Juan José Tamayo