“Las religiones se merecen, en buena medida, la mala fama que las acompaña
porque dan muestras de haberse olvidado de sus orígenes, imponen afirmaciones
dogmáticas, refuerzan los elementos identitarios singularistas y cerrados, consolidan las estructuras institucionales, enturbian -y envenenan a veces- el agua pura que mana de sus manantiales, convierten en vinagre el vino de la alegría, muestran insensibilidad ante el sufrimiento humano intentando buscarle sentido redentor en vez de aliviarlo.
La fe religiosa no puede utilizarse como escudo protector o arma defensiva, ni se
asienta en seguridad alguna, como pretenden algunos libros de autoayuda religiosa y algunos tratados apologéticos-dogmático, Implica, más bien, apertura, disponibilidad y, al no basarse en garantía alguna, un riesgo.
La religión es un proceso, no un patrimonio doctrinal inmodificable. Por eso
debe adaptarse a los tiempos, renovar su lenguaje y la forma de vivir. Panikkar cree que las religiones no tienen el monopolio del sentido religioso de la vida. Son solo uno de los posibles soportes y transmisores. Piensa, a su vez, que no debe darse valor absoluto a la propia religión, ni utilizar sus categorías como paradigma interpretativo para comprender al otro, a la otra, a las otras religiones.”
Juan José Tamayo