jueves, 30 de enero de 2020

Una liturgia congelada...


"Una de las preocupaciones actuales en relación con la renovación de la espiritualidad cristiana es la escasa significatividad que caracteriza a la liturgia católica romana contemporánea, cada vez menos entendida y parece que con menos capacidad de transformación espiritual [...] la liturgia se expresa en términos propios de un momento cultural diferente al nuestro, de modo que no es entendido por la mayoría (o peor, es entendido erróneamente, reforzando ideas neuróticas o erróneas, que se hacen pasar por ortodoxas).
Los tradicionalistas creen que la referencia al Misterio se mantiene conservando, de modo arqueológico, los textos e incluso la lengua (latín) de la liturgia tradicional, entendiendo la Tradición, no como transmisión fiel y creativa, sino como conservación e inmovilismo, que mata las tradiciones pues las hace intransmisibles, muchas veces porque ya, quien así actúa, no las entiende realmente. Liturgias congeladas dejan de ser simbólicas para vivirse en el registro imaginario (que no imaginal), aquel que intenta evadirse de la realidad más que abrirse realmente a ella desde lo profundo."

José Antonio Vázquez Mosquera


domingo, 26 de enero de 2020

Orar es ser y transformar...


"Las tradiciones teístas, los grandes monoteísmos en particular, nos han acostumbrado a orar “hablando” a Dios para alabarle o pedirle perdón, darle gracias o suplicarle. Sobre todo suplicarle: “Te rogamos, óyenos”. Como si Dios fuese un personaje que necesita ser obedecido y halagado, que escucha y a veces responde, que se enoja y luego se calma y perdona, que escoge a quien quiere y castiga a quien le parece...

Claro que el problema no está en “Dios”, sino en nuestra imagen de Dios. Ya es hora de que los cristianos cambiemos de Dios y de oración. Y no se trata de inventar nada, sino de volver a lo más profundo que han enseñado los grandes maestros/as espirituales, que es como decir maestros/as de vida, tanto en las tradiciones místicas orientales como en las tradiciones proféticas monoteístas, como también en las filosofías espirituales no religiosas. Dios es el Alma o el Aliento o la Vida de cuanto es.

Y orar? En el fondo, es lo mismo que se llama “meditar” en las sabidurías orientales o “contemplar” en la tradición monástica. Orar es calmar nuestra mente inquieta. Orar es hacer silencio y, en el Gran Silencio, acoger la Revelación del Misterio que resuena en todo lo que es y en en el fondo de nuestro ser. 

Orar es hacerse presente: Aquí estoy, yo soy. Orar es despertar a la conciencia de SER uno con todo en la diversidad de todas las formas. Orar es respirar el Aliento y espirarlo, en quietud y en compasión solidaria subversiva. Orar es ser y transformar."

José Arregi

domingo, 19 de enero de 2020

El camino de la justicia, la libertad y la paz ...


"Padre de todos los seres humanos
concédenos prudencia en proporción a nuestro poder,
sabiduría pareja a nuestra ciencia,
humanidad en la medida 
de nuestra riqueza y nuestra fuerza.
Y bendice nuestra voluntad sincera
de ayudar a todas las razas y las gentes
a viajar de forma amistosa con nosotros
por el camino de la justicia,
la libertad y la paz duraderas."

Thomas Merton

martes, 14 de enero de 2020

Pretender el monopolio sobre Dios...


"Jesús no pertenecía a la tribu de Leví ni a la dinastía de Sadoc; por lo tanto, no era sacerdote ni rabino. Era lo que denominamos hoy un laico. ¿En qué tradición hubiera nacido hoy? Insisto en decir que no tendría que ser necesariamente cristiano. Ni necesariamente tendría que volver a ser un hombre. A lo mejor sería mujer.

Jesús no estaría en contra de la Institución por el capricho de reventarlo todo. El problema de toda Institución religiosa -y por lo tanto, de la Iglesia cristiana y católica- es su pretensión de monopolio sobre Dios, su tentación de acaparar a Dios, de convertirse en la única interprete, en la única mediación con lo divino.

Desde la institución se puede mediar, pero el problema es el querer convertirse en los únicos mediadores. Ahí es donde entra el pecado, el pecado de la exclusión. Desde el momento en que Jesús es salvación, es claro que no va a ubicarse en el marco de la Jerarquía. Se sitúa como alternativa para abrir lo que los otros cierran. Constitutivamente tiene que estar fuera de la institución. Trata de abrir espacios que la institución no reconoce. De aquí que Jesús se sitúe en el margen. De lo contrario, no añadiría nada a lo que ya conocemos."

Javier Melloni 


viernes, 10 de enero de 2020

Jesus ni instauró el orden sacerdotal ni ordenó a nadie...



"Habrá clericalismo mientras haya clero, es decir, un linaje superior al resto del Pueblo de Dios. 
El clericalismo surgió del poder, en el poder y para el poder. Y así nos encontramos con un modelo único de Iglesia férreamente mantenido en torno a los clérigos. Jesús defendió a toda costa la igualdad, en dignidad y derechos, de todos los seres humanos. En el Nuevo Testamento no hallamos ningún sistema de gobierno eclesiástico artificiosamente elaborado. Todos los miembros de la comunidad eran iguales y ejercían servicialmente los dones y carismas del Espíritu a favor de la comunidad.  Diáconos, presbíteros y obispos vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido, casados y con familia y con un trabajo civil y un estilo de vida de ciudadanos normales. A medida que se fue perdiendo el primitivo concepto de “iglesia doméstica”, empezó a ganar terreno el espíritu clerical, que dio lugar a la “iglesia domesticada”.
A mi juicio, la cuestión es más de fondo. ¿Por  qué hay que sacramentalizar los ministerios? ¿Es evangélico “sacralizar” (ordenar “in sacris”) a las personas? ¡¿Personas sagradas?! Existe la necesidad urgente de reconsiderar, de forma definitiva, la estructura ministerial en la Iglesia, una nueva forma de ser, de estar y de hacer Iglesia. Proyecto que introduce un cambio gigantesco respecto a la obtusa desigualdad que durante miles de años hemos venido soportando. Se hace urgente una nueva visión de los “ministerios ordenados” y sobre todo de la “ministerialidad laical” basada en el bautismo y no en el sacramento del orden que aumenta el riesgo de clericalización y clerolatría.
De poco vale divulgar un ostentoso discurso sobre la corresponsabilidad bautismal, la sinodalidad eclesial o la colegialidad episcopal si, luego, a la hora de elegir a quienes van a presidir la comunidad o cuando se aborda un nuevo proyecto de gobierno, permanece intacta la configuración verticalista y monárquica que secularmente se ha venido imponiendo. No tiene sentido querer superar el clericalismo con más clericalismo. Los ministerios en la comunidad no son una expresión del poder, sino todo lo contrario, una expresión de los límites del poder.
Es necesario ya pasar de la ancestral pirámide autoritaria al comunitario círculo participativo; de la Iglesia absolutista, prepotente e impositiva, a la Iglesia pueblo de Dios, sin neoclericalismos."


Pepe Mallo

martes, 7 de enero de 2020

Un urgente cambio de lenguaje...


"Los ángeles alaban tu gloria, te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades, los cielos, sus virtudes y los santos serafines te celebran unidos en común alegría”. Confieso que cada vez que debo pronunciar estas palabras u otras similares durante la celebración de la Eucaristía me siento extraterrestre; y que el único motivo para pronunciarlas, al cual doy mucha importancia, es permanecer en la comunión de la Iglesia. Pero, ¿de verdad nadie repara en que el lenguaje religioso en general, y el litúrgico muy particularmente, ya no dice nada, o muy poco, a los jóvenes de hoy? Desde mi ignorancia, quizá compartida con miles de fieles y millones de alejados, me sorprende, por ejemplo, que la última traducción al castellano del Misal Romano haya optado por la formulación dualista “alma-cuerpo”, habiendo perdido una oportunidad única para orientarse hacia el lenguaje personalista, más acorde con la teología actual y con nuestra sensibilidad. Me sorprende que todavía recemos por las “almas” de nuestros fieles difuntos, y no por ellos en su misterio personal, como la persona entera que muere y resucita. Me sorprenden los querubines, los serafines, tronos, dominaciones…, y me sorprenden expresiones como “¡Oh, clementísima, Oh, piadosa…!”. ¿No es posible para los estudiosos encontrar palabras de hoy que definan la realidad de siempre? Por supuesto, creo que no se trata de acabar con el misterio de fondo al que se refieren estos términos tan ajenos a nosotros, sino de actualizar su lenguaje para que lo de siempre diga algo a la gente de hoy.
Soy consciente de que aparecen y aparecerán voces que defiendan acérrimamente este lenguaje caduco. Argumentarán que el misterio debe ser acogido en la liturgia también desde su incomprensibilidad o que debe ser explicado a los fieles previamente, pero no podemos dar más volumen a estas que a las muchísimas más voces que esperan acercarse a la experiencia de Dios con un lenguaje más sencillo y cercano. No hablemos de los jóvenes que no tienen fe, a los que estas expresiones no solo les resultan ajenas e incomprensibles, sino que les aleja aún más.
Traslado esta preocupación al lenguaje religioso en general. Basta leer, por ejemplo, algunas homilías u oraciones en el reverso de las estampas de los santos para darse cuenta de que necesitamos con urgencia, un nuevo lenguaje."

Damián Mª Montes



viernes, 3 de enero de 2020

No basta...



No basta

"También de la Iglesia depende la transformación de este planeta y de esta humanidad hacia una forma más justa y libre, más fraterna y feliz. Y la condición fundamental para que la Iglesia sea transformadora es su propia transformación profunda. Llevamos siglos de retraso: es urgente que la Iglesia deje sus formas y doctrinas religiosas tradicionales, para convertirse en Iglesia profética y mística. Para ser la fraternidad que soñaba Jesús, aunque nunca pensó en ninguna forma de Iglesia futura.

No basta reformar la Curia vaticana ni perseguir la pederastia. ¡Qué menos! Como tampoco basta “ordenar” a hombres casados, y menos aún nombrar diaconisas de segundo orden, subordinadas a varones clérigos. Veo a Francisco profundamente anclado todavía en un lenguaje religioso y en un modelo clerical de Iglesia. Lo escucho predicar ideas teológicas de hace milenios: que Dios es un Señor que interviene cuando quiere, que Jesús murió para expiar nuestros pecados, que el demonio en persona actúa, que la teoría del género es “una colonización ideológica” y una “maldad”, que matrimonio solo hay uno, porque “hombre y mujer los creó” Dios.

Todo eso ya no lo entiende casi nadie. No inspira a nadie. Para ser profética, la Iglesia ha de abrir de par en par sus viejas murallas doctrinales e institucionales, atravesar hasta la otra orilla, postsecular y posreligiosa. Allí donde viven, gozan y sufren, conversan y buscan los hombres y las mujeres de hoy. Donde sopla el Espíritu."

José Arregi