"Habrá clericalismo mientras haya clero, es decir, un linaje superior al resto del Pueblo de Dios.
El clericalismo surgió del poder, en el poder y para el poder. Y así nos encontramos con un modelo único de Iglesia férreamente mantenido en torno a los clérigos. Jesús defendió a toda costa la igualdad, en dignidad y derechos, de todos los seres humanos. En el Nuevo Testamento no hallamos ningún sistema de gobierno eclesiástico artificiosamente elaborado. Todos los miembros de la comunidad eran iguales y ejercían servicialmente los dones y carismas del Espíritu a favor de la comunidad. Diáconos, presbíteros y obispos vivían en el seno de las comunidades que les habían elegido, casados y con familia y con un trabajo civil y un estilo de vida de ciudadanos normales. A medida que se fue perdiendo el primitivo concepto de “iglesia doméstica”, empezó a ganar terreno el espíritu clerical, que dio lugar a la “iglesia domesticada”.
A mi juicio, la cuestión es más de fondo. ¿Por qué hay que sacramentalizar los ministerios? ¿Es evangélico “sacralizar” (ordenar “in sacris”) a las personas? ¡¿Personas sagradas?! Existe la necesidad urgente de reconsiderar, de forma definitiva, la estructura ministerial en la Iglesia, una nueva forma de ser, de estar y de hacer Iglesia. Proyecto que introduce un cambio gigantesco respecto a la obtusa desigualdad que durante miles de años hemos venido soportando. Se hace urgente una nueva visión de los “ministerios ordenados” y sobre todo de la “ministerialidad laical” basada en el bautismo y no en el sacramento del orden que aumenta el riesgo de clericalización y clerolatría.
De poco vale divulgar un ostentoso discurso sobre la corresponsabilidad bautismal, la sinodalidad eclesial o la colegialidad episcopal si, luego, a la hora de elegir a quienes van a presidir la comunidad o cuando se aborda un nuevo proyecto de gobierno, permanece intacta la configuración verticalista y monárquica que secularmente se ha venido imponiendo. No tiene sentido querer superar el clericalismo con más clericalismo. Los ministerios en la comunidad no son una expresión del poder, sino todo lo contrario, una expresión de los límites del poder.
Es necesario ya pasar de la ancestral pirámide autoritaria al comunitario círculo participativo; de la Iglesia absolutista, prepotente e impositiva, a la Iglesia pueblo de Dios, sin neoclericalismos."
Pepe Mallo