domingo, 26 de enero de 2020

Orar es ser y transformar...


"Las tradiciones teístas, los grandes monoteísmos en particular, nos han acostumbrado a orar “hablando” a Dios para alabarle o pedirle perdón, darle gracias o suplicarle. Sobre todo suplicarle: “Te rogamos, óyenos”. Como si Dios fuese un personaje que necesita ser obedecido y halagado, que escucha y a veces responde, que se enoja y luego se calma y perdona, que escoge a quien quiere y castiga a quien le parece...

Claro que el problema no está en “Dios”, sino en nuestra imagen de Dios. Ya es hora de que los cristianos cambiemos de Dios y de oración. Y no se trata de inventar nada, sino de volver a lo más profundo que han enseñado los grandes maestros/as espirituales, que es como decir maestros/as de vida, tanto en las tradiciones místicas orientales como en las tradiciones proféticas monoteístas, como también en las filosofías espirituales no religiosas. Dios es el Alma o el Aliento o la Vida de cuanto es.

Y orar? En el fondo, es lo mismo que se llama “meditar” en las sabidurías orientales o “contemplar” en la tradición monástica. Orar es calmar nuestra mente inquieta. Orar es hacer silencio y, en el Gran Silencio, acoger la Revelación del Misterio que resuena en todo lo que es y en en el fondo de nuestro ser. 

Orar es hacerse presente: Aquí estoy, yo soy. Orar es despertar a la conciencia de SER uno con todo en la diversidad de todas las formas. Orar es respirar el Aliento y espirarlo, en quietud y en compasión solidaria subversiva. Orar es ser y transformar."

José Arregi