jueves, 31 de octubre de 2019

Deshumanizar a las mujeres...


"Las mujeres no han podido ni votar (en el Sínodo de la Amazonía) al tomar las decisiones que les afectan. Por eso digo sinceramente y con todo respeto, pero también con profundo dolor, afirmo que las noticias que nos llegan del Sínodo son malas noticias. ¿Por qué?
Porque, por más buena y positiva que sea la esperanza de una futura “sinodalidad” constitutiva de la futura Iglesia, así como le esperanza en la ordenación presbiteral de hombres casados, mientras la Iglesia no reconozca y ponga en práctica la igualdad, en dignidad y derechos, de mujeres y hombres, esta Iglesia nuestra dejará y abandonará a más de la mitad de la población mundial marginada, humillada y despreciada, carente de los mismos derechos y de la misma dignidad que se les reconocen a los hombres.
Pero no es esto lo más negativo y doloroso en este asunto. Lo peor y lo más grave de todo es que la Iglesia, al proceder de esta manera, en realidad lo que hace es deshumanizarse a sí misma, al no reconocer ni aceptar la plenitud de la condición humana, en la misma plenitud y con la misma dignidad y derechos en las mujeres que en los hombres. Una institución que hace esto, por eso mismo se queda fuera de los contenidos más elementales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 
La mujer y el hombre son diferentes. Eso es un hecho. Pero la mujer y el hombre no son desiguales. Esto es un derecho. Ahora bien, lo más terrible y violento, que ha hecho la Iglesia, ha sido permitir que las mujeres se vean abandonadas “al libre juego de la ley del más fuerte”, marginando el tema determinante del Evangelio, que no puede quedar reducido a una “creencia religiosa”, sino que, además de eso, tal creencia se acepta y se toma en serio cuando se traduce en un “derecho fundamental”, es decir, cando la creencia que nos presenta Jesús de Nazaret, relativa a la igualdad de todos, se traduce en “la ley del más débil” (Luigi Ferrajoli). Mientras esta ley no se traduzca en un derecho y un deber, que jurídicamente obliga a todos los seres humanos por igual, seguiremos siendo infieles al Evangelio y a la humanidad.
La presencia de la mujer en la sociedad y en la convivencia de los humanos es y será más decisiva cada día. Si la Iglesia no toma en serio la solución al problema de la desigualdad entre mujeres y hombres, el futuro que espera a las generaciones futuras será cada día más problemático y oscuro. Pero no para las mujeres, sino para la Iglesia."

José Mª Castillo