“La teología es ante todo interpretación, acto hermenéutico, no descripción de las “realidades” del más allá, del cielo (física de las postrimerías), no repetición de textos, ni recitación del Credo, ni siquiera comentarios de texto. Los propios textos fundantes de la tradición judeo-cristiana ya son interpretación, no relatos de hechos brutos. La interpretación se impone por la distancia histórica (cultural, religiosa, lingüística) entre el momento en que se escribieron los textos y la época en que se leen; entre el contexto de entonces y el de ahora. La interpretación viene exigida por la diferencia tan profunda que existe entre nuestro mundo (usos, costumbres, formas de pensar, de entender el mundo...) y el mundo en que se acuñaron los conceptos tradicionales.
La interpretación es el mejor y el único antídoto contra el fundamentalismo, ese fantasma que recorre el mundo y que vive hoy un preocupante despertar en las religiones, en todas las religiones, sobre todo en las mono- teístas, y también en la cristiana. Su característica principal es la renuncia a la hermenéutica. El fundamentalismo cree que los textos sagrados han sido revelados directamente por Dios, dictados por Dios, que son inmutables, que tienen un solo sentido, el literal, y que debe aplicarse a cada situación concreta en su literalidad.
Sin interpretación no hay teología. En este sentido, toda teología es hermenéutica. La teología debe entenderse como interpretación actualizante de la Palabra de Dios, como interpretación creadora del mensaje cristiano hermenéutica de la Palabra de Dios y hermenéutica de la existencia humana son inseparables.”
Juan José Tamayo